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El 5 de diciembre de 1917, EL UNIVERSAL anunciaba en primera plana la partida del poeta José D. Frías a Europa. Enviado como redactor literario, El Vate —como lo llamaban sus amigos— se convertía en el primer corresponsal de guerra mexicano en la Primera Guerra Mundial.
José Dolores Frías nació en la ciudad de Querétaro el 19 de diciembre de 1890. Estudió en el Seminario de la misma ciudad. Al darse cuenta que su vocación no era la eclesiástica sino la literaria se mudó a la Ciudad de México a finales de 1911. Fue catedrático de la Escuela Nacional Preparatoria y tuvo algunos puestos en las Secretarías de Educación, de Relaciones Exteriores y el Departamento Central.
En 1917 entró como colaborador a EL UNIVERSAL. Más no por ello amaba el oficio de periodista. “El tiempo apremia, y es necesario ganar para vivir, escribiendo crónicas, entrevistas, haciendo diarismo. Odioso”, dijo al ser entrevistado en 1924 en Revista de Revistas.
Su pasión era la poesía. Devoto de Rubén Darío y Salvador Díaz Mirón, le gustaba pasar horas enteras recitando los versos de los modernistas. Incluso pretendía que la D, que en su firma abrevia Dolores, fuera de Darío. Sin embargo, el diarismo le dio la oportunidad de intimar con los grandes poetas de la época. Colegas suyos en “El Diario Político de la Mañana”, José Juan Tablada, Manuel José Othón y Ramón López Velarde pronto se hicieron grandes amigos de “El Vate”. López Velarde llegó a dedicarle su poema “Todo”.
En el frente de batalla
EL UNIVERSAL fue el primer diario en México en contar con los servicios cablegráficos de las agencias de noticias más importantes del mundo. Estos daban cuenta de lo acontecido en el apogeo de la Gran Guerra. Aparecían en la sección “Cablegramas el universo” y procedían de Prensa Asociada, Reuters de Londres y servicios directos de Francia, España e Italia. Así, por primera vez los lectores mexicanos estaban enterados de lo que sucedía al otro lado del Atlántico con tan sólo dos días de retraso.
No obstante, Félix Fulgencio Palavicini, fundador de esta casa editorial, quería la más amplia cobertura del conflicto bélico europeo y la presencia de un corresponsal de su periódico en el frente era indispensable para ello. Viendo dotes en Frías le comisionó para llevar a cabo una de las empresas más ambiciosas del periodismo nacional hasta entonces.
Así, anunciada la partida el 5 de diciembre de 1917, Hipólito Seijas, periodista de EL UNIVERSAL y amigo personal del poeta, recordaría dos años después que despidió a éste hasta el 12 del mismo mes.
La labor periodística de Frías inició a bordo del vapor-correo Reina María Cristina, cuando entrevistó a su capitán, Pedro Zaragoza. Desembarcó en La Coruña el 4 de enero de 1918. En su primera colaboración enviada a EL UNIVERSAL, y publicada el 23 de febrero de 1918, dio cuenta de las primeras horas en tierra.
El silencio de Frías durante los primeros meses de su viaje fue motivo de preocupación. Se pensó que había caído prisionero; que el Reina María Cristina había sido interceptado por los alemanes o que lo había alcanzado una de las mil vicisitudes que el Atlántico ofrecía al que lo atravesaba en esa época de mundial caos.
Afortunadamente todo quedó en suposiciones. El Vate mandaba sus notas —que más bien eran columnas, dado el marcado carácter subjetivo que tenían— por barco. Tomando en cuenta los tropiezos que los medios de comunicación podían encontrar en el trayecto, no es casual que a México y a la redacción sus colaboraciones llegaran con casi un mes de retraso.
De paso por Madrid, conoció a Alfonso Reyes, quien le presentó a Ortega y Gasset, a Juan Ramón Jiménez y a Azorín. Pero las ansias por conocer París lo hicieron abreviar su estancia en la capital española. Al llegar al anhelado destino se encontró con otro enemigo para el envío de sus textos: el idioma. Su primera colaboración fechada en “París, febrero de MCMXVIII (el año en mayúsculas era una característica inconfundible en las cartas del queretano)” llegó a la redacción de EL UNIVERSAL la víspera del 24 de abril.
Las columnas de Frías aparecían en la página tres de manera, bajo el título “De nuestro enviado al frente occidental”, primero, y “Crónica de París”, después.
Firmados los Tratados de Versalles, el 28 de junio de 1919, que dieron fin a la peor guerra vivida hasta entonces, Frías regresó a México. Al llegar, le confiaría a su amigo Seijas en una entrevista publicada en este diario el 29 de julio los recuerdos de su viaje. Estuvo en Bélgica, donde fue bien recibido por el Estado Mayor y visitó parte del frente en Iser. En Madrid, un espía alemán le ofreció 25 mil dólares por no mandar información a México, ofrecimiento que él rechazó por sus convicciones y sobre todo porque no estaba dispuesto a abandonar París. De esta ciudad se llevó el recuerdo de sus conquistas de Don Juan.
De algo especialmente presumía Frías: EL UNIVERSAL, con apenas año y medio de existencia, era ya muy afamado en Europa y por eso su calidad de corresponsal le permitió gozar de toda clase de atenciones. Incluso llegó a ser invitado por la Oficina Nacional de Turismo de Francia para hacer un viaje de tres semanas por los Pirineos. También fue invitado a ir al frente donde estuvo alojado en el Cuartel General. Ahí otros corresponsales, un sueco, un noruego y un argentino, le reafirmaron el prestigio que el entonces “Diario Político de la Mañana” gozaba en sus respectivos países.
Los últimos días
El periodista José Alvarado escribiría alguna vez sobre el final de El Vate: “En los últimos años de su vida José D. Frías era apenas una sombra doloras. Frecuentaba las peores tabernas, especialmente una, cerca del edificio de correos. La barba crecida y prematuramente cana; el traje negro lleno de manchas y lamparones. Nunca supieron sus compañeros de desdicha que aquel hombre había sido uno de los más sutiles buscadores de la belleza”.
A principios de junio de 1936, Frías fue remitido a la Quinta Delegación de Policía. Por razones desconocidas se fracturó la base del cráneo. Sus amigos lo rescataron y lo llevaron al Hospital Juárez dónde murió el 5 de ese mes. Al otro día, el nombre de José D. Frías ocupaba por última vez un espacio en la primera plana de EL UNIVERSAL. La tinta negra sobre el papel anunciaba la muerte de su antiguo colaborador: el primer corresponsal de guerra mexicano.