Más Información
Mauricio Kuri garantiza seguridad tras ataque a bar Los Cantaritos; niega que conflicto de otros estados se traslade a Querétaro
Rubén Rocha admite “encuentros” entre grupos criminales y autoridad en Sinaloa; “ahí va la seguridad en el estado”, dice
Marcha 25N: Día Internacional para Eliminar la Violencia contra la Mujer; cierres y cortes viales, minuto a minuto
Fernández Noroña celebra “extraordinaria respuesta” de aspirantes a elección judicial; “ganó el éxito”, asegura
justiciaysociedad@eluniversal.com.mx
Tapachula, Chis.— Robos, asaltos, abusos sexuales y discriminación, son parte de lo que en su viaje por más de dos meses enfrentan decenas de migrantes africanos y asiáticos antes de llegar a la frontera sur de México. Sólo de enero a junio de 2016 han ingresado a las sedes del Instituto Nacional de Migración (INM) 3 mil 689 personas provenientes de África.
Se trata de personas de 24 naciones de aquel continente que fueron presentadas ante migración por no acreditar su permanencia legal en el país. Del total, 53.7% provenían de la República Democrática de El Congo.
Desde las ocho de la mañana, en grupos que van de dos a 10 migrantes empiezan a llegar a las instalaciones de la estación migratoria Siglo XXI, la más grande en América Latina, para entregarse de manera voluntaria y tramitar el salvoconducto, documento que les otorga el INM para abandonar el país en un lapso de 20 días por cualquiera de las fronteras.
Otros grupos llegan a diario por sus familiares que aún permanecen recluidos en la estación migratoria, a la espera de que se les otorgue el salvoconducto para poder viajar a la frontera con Estados Unidos.
Una mujer de El Congo dijo que su esposo tiene 14 días encerrado y aún desconoce cuándo será beneficiado con el documento. Le siguen los migrantes de Ghana, con 10.7%, y Senegal con 6.4%, entre otros.
En la estación de Tapachula, otra mujer africana denuncia que durante el viaje ellas son abusadas sexualmente y despojadas de dinero; sin embargo, consideró que vale la pena correr los riesgos.
Sentado en una de las jardineras está Vicente, otro africano proveniente del Congo que relata que desde 2014 huyó de su país debido a conflictos políticos que han provocado muerte y pobreza. Vía aérea viajó a Brasil, donde trabajó por más de un año en la construcción de viviendas, ahí logró juntar mil 800 reales —moneda brasileña— para iniciar su viaje al sueño americano.
“Llegué a Ecuador, de ahí a Colombia, Panamá, Costa Rica y en Nicaragua tuve que pagar mil 200 dólares a un coyote para que me llevara caminando por el monte hasta Honduras”, señala Vicente, quien espera a un amigo afuera de la estación migratoria para que lo apoye con el costo del viaje.
El migrante africano indicó que al llegar a Estados Unidos trabajará en el ramo de la construcción para apoyar a su familia economicamente.
Para un grupo de siete africanos, entre ellos una mujer, que vienen de El Congo, es una gran victoria llegar a esta frontera de México, porque sólo es cuestión de entregarse a migración y esperar encerrados un lapso de 10 a 15 días para que sean beneficiados con el salvoconducto.
Descienden de una combi del servicio público, caminan hacía un grupo de policías estatales que vigilan la entrada y salida de ese recinto migratorio, que les indican que deben esperar para ser recibidos.
Sin querer dar su nombre, el hombre que viste camiseta roja y pantalón de mezclilla dice que entiende muy poco el español y que ese ha sido un impedimento para comunicarse; sin embargo, cataloga como una victoria su llegada a esta ciudad.
“Se gasta mucha plata, llevamos un mes caminando entre el monte y bajo la lluvia”, explica el entrevistado.
Al igual que el resto de sus connacionales, señala que para evadir la vigilancia migratoria en Nicaragua se tiene que pagar mil 500 dólares a un coyote que los lleva a Honduras.
Relata que en el camino vienen mujeres con niños que sufren asaltos y abusos sexuales, pero consideran que vale la pena el sufrimiento para llegar a Estados Unidos.
—¿Te entregas a migración?
—No, hoy estamos cansados, mañana regresamos.