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Para impulsar una nueva agenda urbana se requiere de una “revolución”, un cambio de paradigma en la planificación de las ciudades, a fin de desarrollar urbes más compactas que tengan la capacidad de generar prosperidad, trabajo y oportunidades para sus ciudadanos, afirmó el director ejecutivo de ONU-Hábitat, Joan Clos.

En entrevista con EL UNIVERSAL, indicó que no hace falta “llorar por los pecados cometidos”, sino que es momento de trabajar en medidas a partir de ahora.

Consideró que la nueva Ley de Asentamientos Humanos, que se discute en el Congreso de la Unión, debe prever los riesgos de construir en zonas peligrosas y sancionar la edificación de estructuras urbanas en zonas de riesgo, así como defender las zonas naturales y los ecosistemas.

La legislación debe defender el espacio público, y advirtió que cuando éste no se privilegia, no puede garantizar la adecuada movilidad y el buen transporte, lo que provoca problemas de congestionamiento vial.

Ante los problemas de contaminación que se han vivido en las últimas semanas en el Valle de México, comentó que la política nacional urbana debe ayudar al desarrollo rápido de las urbes intermedias, para evitar que la Ciudad de México continúe creciendo, y crear nuevas “áreas de centralidad” para que la gente no se concentre en un sólo punto.

Close destacó la importancia de impulsar el transporte eléctrico, no sólo para los automóviles privados sino también para los vehículos de servicio colectivo y de carga.

“Ya no tenemos suficiente con luchar contra las partículas que están en los gases de los coches, ahora hay que luchar contra los gases de efecto invernadero, el CO2, los óxidos de nitrógeno y para esto hay que moverse decididamente hacia la movilidad eléctrica, hacia el mejor diseño urbano para que se puedan hacer más viajes a pie, el uso alternativo de la bicicleta”, explicó Close.

Destacó que en América Latina, en los últimos 20 años ha habido una tendencia en la que la mancha urbana creció más que la población, con lo que se ha perdido densidad en las ciudades.

Indicó que la urbanización tiene una importante contribución al problema de la seguridad, y detalló que los problemas de inseguridad se dan en las zonas poco pobladas, puesto que en las áreas con mayor gente, la seguridad es más fácil de conseguir.

—¿El debate de la construcción de una nueva agenda urbana llega de manera tardía? ¿En qué momento estamos?, se le preguntó

—Seguramente, pero no hace falta que lloremos por los pecados cometidos, hace falta que nos convenzamos, que nos pongamos todos a trabajar en las medidas que podemos hacer desde ahora. Yo soy muy optimista, yo creo que es la era del cambio de paradigma en la urbanización, de hacer un cambio radical de cómo vemos la urbanización y convertirla en un verdadero instrumento de desarrollo sostenible.

—¿Qué elementos debería de contener esta nueva legislación?

—Hay unos cuantos elementos que son fundamentales, uno es la función social de la propiedad, del suelo, tanto la pública como la privada es un elemento que la legislación siempre es bueno que contemple la defensa del espacio público, que debe estar alrededor de 50% del suelo urbanizado entre calles, plazas y parques públicos. Esto tiene que llegar a 50% del suelo urbano y el resto es 50% edificable. Si no hay espacio público, luego en las sociedades modernas no se puede garantizar la buena movilidad, el buen transporte, se cae enseguida en problemas de congestión.

La buena urbanización pasa por la buena defensa del espacio público. La legislación tiene que prever muy claramente los riesgos asociados en la construcción en zonas peligrosas, debe estar claramente impedido por la legis- lación y debe estar penada la edificación de estructuras urbanas en zonas de riesgo.

—En las últimas semanas hemos tenido problemas de contaminación. ¿Qué se puede hacer?

—Una política nacional urbana, en este caso, debería ayudar al desarrollo rápido o acelerado de las ciudades intermedias para evitar, en primer lugar, que la gran metrópoli de allá (Ciudad de México) continúe creciendo tanto, esto requeriría de una política de incentivación del crecimiento de las ciudades intermedias.

Hay que lanzarse decididamente hacia estos cambios estructurales, no es tanto unas políticas de adaptación, de pequeños cambios, yo creo que es hora, después de lo que estamos viendo en cambio climático, de hacer cambios radicales (…). No es tan sólo cuatro medidas aquí y allá, es un cambio de paradigma.

—Problemas como los que se están viviendo en varios estados que han sido afectados por la violencia y que migran a otras ciudades. ¿Este tema también se está tratando de incorporar a la nueva agenda urbana?

—Desconozco los casos concretos y por lo tanto no puedo opinar sobre ellos, pero en general sí que hay una correlación entre la forma urbana, su densidad y las capacidades del Estado de garantizar seguridad. En general, dónde hay más seguridad es donde hay más gente. Los problemas de inseguridad se dan siempre en las zonas poco pobladas, poco densas. Si estás en una calle llena de gente, normalmente la seguridad es fácil de conseguir.

La urbanización tiene una importante contribución al problema de la seguridad nacional. Hay mucha gente que piensa que la inseguridad está en las ciudades, pero cuando lo mides per cápita, no es así.

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