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En un intento más del papa Francisco por acercarse a los los jóvenes católicos, éstos fueron los protagonistas del primer percance del Pontífice en su visita a México. Fuera del protocolo, al momento en el que se acercó a saludarlos una mano lo jaló hacia la multitud, de no ser porque se apoyó en una silla de ruedas el religioso argentino habría resbalado, como le ocurrió al solideo que porta en su cabeza.

Un Mario Bergoglio —como poco se le ha visto en público— lanzó entre el sonrojo y el enojo: “¡No seas egoísta! ¡No seas egoísta!”.

Sorprendidos, también los guardias del Vaticano intervieron y ayudaron a Francisco, al mismo tiempo que pedía calma. Al reincorporarse retomó los saludos a quienes estaban en esa primera fila del Estadio José María Morelos y Pavón.

Jorge Mario Bergoglio salió del estadio a bordo del helicóptero que lo llevaría a la Ciudad de México. Antes de alejarse de ese estado, la aeronave sobrevoló dos veces el coloso.

Los 81 mil jóvenes y quienes estaban en el espacio habilitado en el entorno del complejo deportivo le respondieron agitando sus pañuelos, banderas de las diócesis que representaban y las linternas de sus celulares como señal de despedida.

La interminable espera. Los jóvenes que asistieron al evento pasaron la noche acampando a las afueras del estadio. Las energías no decayeron; al contrario, las porras y los cantos tuvieron representantes de todo el país, al grado de hacer retumbar cada rincón del Coloso del Quinceo. “Papa Francisco, ya eres mexicano”, “Se ve, se siente, el Papa está presente”, gritaban eufóricos, agitando matracas y pañuelos de colores.

Los jóvenes de todo el país se encontraban ansiosos por escuchar las palabras de aquél a quien han llamado “el mensajero de los jóvenes para que regrese la paz”.

Expectantes ante el discurso que daría, volteaban de un lado a otro para avizorar la llegada del Pontífice. Conforme pasaban los minutos, los ánimos incrementaban y la gente se aglutinaba en las vallas colocadas para resguardar el paso del obispo de Roma. Los voluntarios batallaban para contener la euforia de los asistentes, gritaban una y otra vez que se mantuvieran dos pasos atrás del límite de seguridad.

Una señora que llevaba cargando a su hijo de 14 años, quien padece parálisis cerebral, buscaba acercarlo a la valla para que cuando el papa Francisco pasara lo saludara; sin embargo, no pudo abrirse paso entre la multitud, la cual a empellones la llevaba lejos de su objetivo.

Una joven voluntaria que resguardaba el área le gritaba: “No se puede acercar, señora, manténgase dos pasos detrás”.

Desesperada, la mujer quedó en medio de la muchedumbre con su hijo en brazos y sin poderlo acercar al jerarca católico. “Se supone que son voluntarios y cómo nos tratan”, protestaba la madre, a quien no le quedó mas remedio que regresar a su lugar.

Expresiones de emoción. En el momento en el que el jefe del Estado vaticano inició su mensaje la emoción hizo que algunos jóvenes rompieran en llanto; otros se desmayaron por el impacto del sol y las horas de espera, mientras que la gran mayoría vitoreaba cada frase del Pontífice. Los vivas y los aplausos interrumpieron en repetidas ocasiones las palabras del jerarca católico, quien en respuesta esbozaba una sonrisa a su conmocionado público.

Francisco pidió a los jóvenes ser astutos como serpientes y humildes como palomas para no caer ante “mezquinas ambiciones”. Lo interrumpieron en repetidas en ocasiones por los gritos que a lo lejos del estadio le pedían: “Francisco, no te vayas”.

En cada interrupción el líder de la Iglesia católica respondía con una sonrisa, acompañado de un “gracias”, y la multitud no dejaba de dirigir sus celulares hacia el punto central de un escenario que lució austero: sólo una silla, un atril en el costado y una pintura de la Virgen de Guadalupe.

Sin embargo, la frase que colmó de entusiasmo a los asistentes fue: “No hay que perder el encanto de soñar, atrévanse a soñar”, y remató: “No se permitan permanecer caídos”.

Los grupos indígenas, en su mayoría purépechas, danzaron en el recinto para darle una muestra a Jorge Mario Bergoglio de la multiculturalidad del país. Como bienvenida cantaron para él, presentaron una vez más la Danza de los Viejitos y otros bailes que sirvieron para el desfile de las banderas que representaban cada una de las 93 diócesis del territorio nacional.

Danzas, pirotecnia y alegría. Al término del mensaje, un grupo de jóvenes de la Pastoral Juvenil de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) le entregó una cruz de madera de aproximadamente un metro de altura, en símbolo del compromiso de los jóvenes de “callejear el evangelio”.

Cuando la pasarela terminaba, jovencitas vestidas con trajes de mariposa monarca subieron al escenario colocado al centro del estadio, conforme se separaban, se iba develando una cruz de estructura de acero y al fondo apareció una imagen en tela con la representación del Espíritu Santo, una paloma blanca sombreada de tonos grises.

Al término del evento, en el corazón de la ciudad apareció la pirotecnia, un espacio en el cielo de la ciudad se pintó de amarillo y rojo.

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