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México está pasando por una “situación de excepción”, en la cual está “comprometido el bien público de manera grave e intensa” y ofrece “grandes peligros” para los comunicadores, señaló el periodista colombiano Javier Darío Restrepo, autor del Consultorio Ético de la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) Gabriel García Márquez.
“La situación de ustedes, es una situación de excepción, porque por una parte está comprometido el bien público de una manera grave e intensa y por otra ofrece grandes peligros para los periodistas. Es toda la sociedad la que tiene que actuar mancomunadamente, porque es toda la sociedad la que está amenazada”, afirmó.
En entrevista vía telefónica desde Bogotá, Restrepo señaló que es necesario que los medios mexicanos se solidaricen entre ellos para que los criminales sepan que “cuando se ofende a uno se les ofende a todos”.
Dijo que no sólo por razones de orden técnico sino de protección personal, los medios deben aprender a trabajar en equipo creando, por ejemplo, un consejo de redacción en el que se discuta el abordaje que se va a dar a las coberturas sobre el narcotráfico, y acordar no publicar las amenazas de la delincuencia organizada, como el contenido de las mantas y mensajes que dejan los narcotraficantes en las escenas del crimen.
¿Qué impresión le deja la situación de violencia en contra de periodistas en México?
—La reacción que pueden tomar es estar muy unidos. El mensaje a mandar es que lo que es contra un periodista, es con todos. Eso lo aprendí de ustedes. Hace años estuve con Jesús Blancornelas en Tijuana, él lo dijo: ‘Cuando a un periodista lo amenacen porque está escribiendo sobre tal cosa, todos los otros periodistas escriben sobre eso. Es una notificación de que no hay periodistas aislados y cuando se ofende a uno se les ofende a todos’.
¿Qué otras medidas se pueden tomar al respecto?
—Trabajar en equipo. En las redacciones cada uno se siente propietario de un tema o una fuente y no permite que nadie se meta. Tiene que acabarse eso. Los crímenes de los narcotraficantes, las mantas y cosas como esas se tratan entre todos, en consejos de redacción conjuntos para medir las consecuencias de una información, cuando va a caer mal o puede ser peligrosamente tratada. [Ello] da medidas de prudencia que a veces uno aisladamente no llega a tomar.
¿Con respecto a las autoridades?
—Estar urgiendo a que protejan a los periodistas de manera gremial: presionar constantemente y examinar si se está haciendo. Cuando ocurre un caso desgraciado de estos, de que matan a un periodista, investigar qué tanta era la protección que había para denunciar los vacíos que haya en esa materia.
¿A qué se refiere con los consejos de redacción para analizar?
—No sólo por razones de orden técnico, sino por protección personal, se está imponiendo cada vez más trabajar en equipo y un frente común de periodistas. La situación de ustedes, como lo fue la nuestra cuando teníamos ese problema respirándonos en la nuca, es una situación de excepción. Está comprometido el bien público y de una manera grave e intensa, y ofrece grandes peligros para los periodistas. Toda la sociedad tiene que actuar mancomunadamente porque es toda la sociedad la que está amenazada. La creación de conciencia de que el problema del narcotráfico no es simplemente de policía, es social, de política social, y es toda la sociedad y su cultura misma la que está amenazada, porque ellos están permeando con su manera de ver la vida a toda la sociedad.
¿De qué manera?
—En su libro El miedo es el mensaje, Javier Contreras analiza la situación en México y cómo [los narcotraficantes] están presionando y manipulando a los medios. Aparece una manta que puede contener amenazas, anuncios que hacen, su voz. La voz de un delincuente cuando amenaza, no debe tener eco en los medios de comunicación, porque con una fotografía o una crónica tiene una difusión que ni se hubieran soñado. Los medios de comunicación, por falta de examen crítico de la información, se convierten en idiotas útiles al servicio de los delincuentes, por eso es muy importante analizarlo, no sólo por el periodista que cubre ni por el periódico que va a publicar, debe haber una unión entre los periódicos donde se estudien estos casos para beneficio de todos.
¿La situación en México se está acercando a las agresiones que sufrieron los periodistas colombianos en la época del narcoterror?
—Hubo un momento en que consideramos que habíamos llegado al fondo de esta situación. Fue cuando varios periodistas estaban secuestrados por los narcotraficantes. En ese momento, en que por todas partes había amenazas, los periodistas llegamos a sentir que se había llegado a lo máximo de esa situación crítica.
¿Es el momento de prender las alarmas por esta situación?
—Es difícil prever cuál debe ser el futuro. Si las autoridades no son más efectivas, el poder de estos bandidos se va a extender. Más aún, pueden tener como apoyo a los políticos. Habría que mirar hasta qué punto los políticos están permeados por narcotraficantes o los están financiando. Las noticias y analistas de la información tienen que dirigirse hacia allá, el desarrollo que tenga será el que la sociedad quiera. Si es apática, indiferente, esto va a continuar aumentando. En la medida en que la sociedad tome conciencia de que debe combatir conjuntamente el mal, es más posible que comience a reducirse porque se le va cerrando el cerco.
¿El caso del periodista Javier Valdez se está convirtiendo en emblemático como fue para ustedes la muerte de Guillermo Cano?
—Para nosotros, la muerte de Guillermo Cano nos motivó a la reflexión. Él sabía que lo iban a matar porque estaba recibiendo amenazas continuamente. Sin embargo, actuó con una mayor decisión denunciando lo que estaba sucediendo. Su columna de opinión le servía para estimular la conciencia de los lectores sobre la gravedad de lo que estaba sucediendo y la vergüenza. Él sentía vergüenza de pertenecer a una sociedad que estaba arrodillada frente a los bellacos del narcotráfico. Cuando Pablo Escobar intentó darle un viraje político a su acción, nadie se lo creyó porque los medios habían creado muy clara la conciencia de que se trataba de un delincuente común y corriente, con más armas que los demás.
¿Se podría comparar el caso de Javier Valdez con la trascendencia que adquirió para ustedes el asesinato de Guillermo Cano?
—Sí, Javier Valdez se puede convertir para ustedes en un emblema. Era de unas altas calidades morales como periodista. Eso puede ser un factor estimulante para los periodistas: caer en la cuenta de que están cumpliendo un papel social que puede convocar a la opinión pública para buscar soluciones al problema, que están ejerciendo un liderazgo moral y, a través de la información, mostrar cuál es la situación y cuáles son las posibles salidas a ella. El de ustedes tiene que ser un periodismo de propuesta, no sólo limitarse a contar lo que sucedió. Esto significa multiplicar fuentes que están reflexionando sobre el tema desde sus distintas profesiones y pueden estarle diciendo a la gente las salidas. Propuesta, no sólo en los términos negativos de los desastres que está haciendo esta gente.