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“En política y en economía las cartas se tiran todos los días, y todos los días enfrentamos un reto o una oportunidad distinta”, dice José Antonio Meade, quien es más duro que una roca cuando se le pregunta si quiere y puede buscar la Presidencia en 2018.

Analistas políticos han puesto, quitado y vuelto a poner en la lista de posibles aspirantes a la Presidencia de la República a Meade Kuribreña, quien, mientras se reparten las barajas y sabe si le tocó buen juego o salir de la partida, se mantiene ocupado lidiando con las finanzas públicas y algunos delicados temas, por ejemplo, el del fenómeno del robo de combustibles, un negocio ilícito que le cuesta al país 1.5% de la producción anual.

El secretario de Hacienda dice que aún estamos lejos de las próximas elecciones presidenciales. Asegura que hoy “hay más ruido que señales”. Resalta que últimamente se han visto en el mundo varios ejemplos de cómo van cambiando los entornos en momentos electorales y que “muchas veces quienes acabaron participando en las contiendas, no estaban ni siquiera en el imaginario.

“Si uno ve la experiencia internacional, a un año de la elección, casi todo es ruido y muy poquito es señal. Cuando se va uno acercando al proceso empieza a cambiar y la relación entre señal y ruido empieza a ser mayor, ya casi todo es señal y empieza a haber menos ruido. Pero hoy, en la distancia en la que estamos, la verdad es que la relación entre ruido y señal favorece al ruido. Y de nuevo, basta con ver la experiencia internacional y contrastar quiénes figuraban”, dice.

Meade, quien ha sido cinco veces secretario de Estado, las primeras dos en el sexenio del panista Felipe Calderón, cuando encabezó las dependencias de Energía y de Hacienda, cartera que hoy nuevamente ocupa tras haber iniciado la actual administración del presidente Enrique Peña Nieto, como secretario de Relaciones Exteriores y después haber conducido la Secretaría de Desarrollo Social, platica en entrevista con EL UNIVERSAL que cuando estudiaba preparatoria y su padre trabajaba como director general de Promoción Fiscal en la Secretaría de Hacienda, su mayor ilusión era llegar a ser subsecretario de Hacienda.

“Y lo fui. Todo lo demás que me ha pasado después de eso, ha sido por arriba de lo que nunca me imaginé que podría haberme pasado en lo profesional”, relata.

Asegura que su pensamiento y sus esfuerzos no están puestos en la Presidencia y que desperdiciaría la oportunidad de ser secretario de Hacienda si sus energías las dedicara a imaginar cuál sería su siguiente paso profesional o político. Agrega que ir así, de peldaño en peldaño, haciendo el trabajo que le corresponde, en el momento en el que le corresponde, le ha funcionado. “Y no me ha ido mal con esa estrategia”, presume.

Aumentar los precios de las gasolinas fue una medida muy dolorosa, ¿no?

—Una medida muy dolorosa, complicada, pero en la dirección correcta. En economía, como se dice: no hay una comida que sea gratis y la economía cobra. En México hemos visto que cada vez que se pospone una decisión difícil, cobra y caro.

Otro México sería el de hoy si se hubiera percibido que nosotros no teníamos capacidad de tomar las decisiones que ocupábamos, y que se hubieran reflejado en un tipo de cambio más depreciado, en un país que pusiera en riesgo su calificación, que generara incertidumbre respecto a la conducción de sus finanzas públicas y, sobre todo, que tratara de vender un bien del que somos el cuarto consumidor per cápita más importante en el mundo, en un precio que no reflejara su costo.

¿Usted considera, secretario, que el aumento a los precios de las gasolinas lo dejó fuera de la contienda por la Presidencia?

—Creo que cuando uno es secretario de Hacienda, sobre todo en esta responsabilidad, lo que toca hacer es pensar en la economía, su conducción y en lo que su responsabilidad le exigen. Si el funcionario público está tomando decisiones y haciendo cálculos políticos, no le está haciendo un buen servicio ni al Presidente ni al país.

La secretaría implica no solamente una concentración absoluta, no solamente una convicción clara de la gran responsabilidad que le fue a uno confiada, sino la importancia de que las decisiones que se van tomando sean siempre pensando en qué es lo que le conviene al país y no en qué es lo que le conviene al funcionario.

Pero la pregunta directa es, ¿usted cree que lo dejó fuera de la contienda?

—Creo que no está uno pensando en la contienda. Y si no se está pensando en la contienda, no está uno pensando en si está fuera o dentro.

He dicho, y lo he dicho siempre, que el servicio público es oportunidad y vocación de servir, es ocasión de trabajar por un país mejor, y que el que esté pensando hoy en algo distinto de la responsabilidad que le fue confiada y esté haciendo cálculos de si está adentro o está afuera, en vez de estar haciendo cálculos de si está cumpliendo o no con su desempeño, está equivocando las fórmulas en las que debe concentrarse.

Permítame que insista, el tema no es si se hizo el cálculo, o si la decisión se tomó haciendo el cálculo. La decisión se tomó, ahora usted señala que es mejor que se haya tomado y que el país está mejor con esa decisión tomada.

—Sin duda.

Pero el costo de esa decisión, una vez tomada, ¿en qué situación política lo deja a usted?

—Eso no me toca contestarlo. Lo que me toca es en qué condiciones deja al país. Creo que se acredita que el país, con cargo a esa decisión, hoy tiene finanzas públicas más sanas, está consolidando y reduciendo el nivel de deuda como porcentaje del PIB, tiene más estabilidad en sus variables, desde crecimiento hasta el tipo de cambio. Y esa, yo creo, es la única reflexión que le toca a uno hacer y es lo único que está en las manos del secretario de Hacienda.

En el entorno de especulación, siempre lo ponen a usted como aspirante al Banco de México y como candidato a la Presidencia. ¿Dónde se ve en el futuro José Antonio Meade?

—Lo que más ilusión me da, en términos de cómo me veo hacia adelante, es que se me vea como un buen ex secretario de Hacienda, como un funcionario público que cumplió con los espacios de responsabilidad que se le encomendaron y que cumplió con entusiasmo y responsabilidad. El futuro en términos profesionales se irá resolviendo. Me toca concentrarme en el presente, en la certeza de que mientras mejor trabajo haga en el presente, de mejor manera podré voltear a ver a mis hijos y decirles que cumplí con la encomienda que me dieron.

Pero eso digamos que lo pinta como una persona que ve la responsabilidad hacia atrás, pero, ¿la ambición hacia adelante? A veces pareciera que es una cuestión ilegítima decir cuáles son las ambiciones profesionales o políticas, cuando se trata de algo muy legítimo.

—Es correcto. El que está en el servicio público siempre tiene una aspiración profesional y política. En mi caso, y lo platico, cuando estaba en la preparatoria mi papá trabajaba en la Secretaría de Hacienda, trabajaba en lo que creo fue un equipo hacendario caracterizado por su integridad, por su talento. El secretario era Jesús Silva Herzog, el subsecretario era Francisco Suárez Dávila; el de Ingresos era Guillermo Prieto, mi papá era director general de Promoción Fiscal. Pensaba que en el desempeño profesional de cualquier economista no habrá nada más honroso que llegar a ocupar un día la subsecretaría de Hacienda, la Secretaría de Hacienda se antojaba lejos. Algunos amigos, entre otros el gobernador de Baja Sur, revisábamos en la prepa los organigramas en la secretaría y pensábamos qué puesto, qué espacio y lo que fuera. Sí me daba mucha ilusión algún día ser subsecretario de Hacienda, y lo fui. Todo lo demás que me ha pasado después de eso, ha sido por arriba de lo que yo nunca me imaginé que podría haberme pasado en lo profesional.

Todo ello se ha venido dando sobre la base de tratar de hacer bien la encomienda que en ese momento tengo. Nada peor le podría pasar a un servidor público que desperdiciar la oportunidad de servir en la trinchera que hoy tiene, estando pensando en cómo le haría en la siguiente trinchera. De lo que me he preocupado es de tratar de cumplir y hacerlo con empeño, con entrega y con pasión en la trinchera que tengo. No me ha ido mal con esa estrategia.

Y en una autorreflexión, con lo que usted ha hecho profesionalmente, ¿cree que le alcanza para más?

—Creo que he tenido la fortuna.

¿Pero ahora cree que le alcance para más o no? ¿Trae capital?

—Sí creo, genuinamente, y más en la secretaría, pues lo que espero que me alcance es para cerrar bien hoy y para que el día de mañana las cosas sigan caminando bien. Acá en la secretaría se vive día por día.

No sé si es modesto o precavido, no le gusta hablar de usted, secretario. Pero ya que no le gusta hablar de usted hablemos de los demás. ¿Usted en este momento cuántos aspirantes dentro del PRI ve visibles, que puedan tener la posibilidad de aspirar a la Presidencia de la República?

—Creo que es difícil hacer cuentas o meterme un poco en esas conjeturas. En general el Presidente tiene un gabinete integrado de gente competente, talentosa, brillante y comprometida. Hay un gabinete sólido con gente que sin duda estaría en aptitud de seguir contribuyendo al país en diferentes espacios, incluido ese.

¿Es decir que hay varios que llenan el perfil?

—Eso hay que preguntarle a quienes están haciendo esas cuentas.

En el contexto del mundo en el que vivimos hoy en día, ¿México requiere un Presidente que sea más técnico, que conozca mucho de los temas económicos y financieros, o un Presidente más político?

—Creo que se necesita una muy buena combinación. Creo que en el ejercicio público se ocupa emoción, se ocupa pasión, pero se ocupa también talento y conocimiento técnico.

Creo que no puede venir acompañada una distinta de la otra, no puede tomar uno decisiones técnicas sin hacer una valoración política y sus implicaciones y no puede uno tomar una decisión política sin estar consciente de lo que eso implica desde el punto de vista técnico hacia adelante. Con un elemento adicional que complica, y que complica en México y que complica en el mundo, tiene uno además que ser capaz de comunicar esas decisiones difíciles.

Lo que creo que estamos viendo en el mundo, y lo estamos viendo en México sin duda, es lo muy difícil que es, desde el gobierno, hablar con la sociedad, generar convicción y construir espacios de confianza.

En lo que va de la administración, hemos visto cinco primeros ministros australianos, hemos visto cuatro italianos, hemos visto retos bien importantes en Inglaterra, en España, en Brasil, en Corea del Sur.

Esto es, el diálogo entre los gobiernos y la sociedad es uno que implica retos en esta época que probablemente no estuvieran presentes en épocas anteriores y que le añaden a la dificultad de servir, insisto, desde cualquier nivel, el ingrediente, no solamente la valoración política y técnica, sino de la capacidad de comunicar, que es un reto bien complicado y que termina condicionando a lo político y a lo público.

Las encuestas muestran que se avecina un proceso cerrado y complejo. ¿Eso, qué tanto le preocupa como secretario de Hacienda? ¿El país está listo para aguantar un proceso que pudiera ser complicado? ¿Las finanzas específicamente aguantarán?

—Los fundamentos de la economía ahí están y están bien, yo creo que ojalá seamos capaces, eso implicará madurez de todos los actores políticos en participar en un proceso que no implique exacerbar esos fundamentos y generar incertidumbre sobre el papel que tienen los fundamentos que hoy tiene la economía mexicana. Sin duda se está realizando el trabajo que tiene que hacerse en materia de finanzas públicas, tenemos un Presidente comprometido con la estabilidad y haciendo lo que tiene que hacer, con las dificultades y los retos que eso implica para preservar ese entorno de estabilidad en el contexto de un cierre de administración y en el contexto que preparamos para enfrentar un proceso electoral.

El próximo 4 de junio hay una elección en el Estado de México, ¿cree que esa elección vaya a marcar el tenor de lo que puede suceder en 2018?

—Sí, es un estado importante, pero ahí vuelve a ser relevante y tenemos muchísimos elementos en la comparación internacional de cómo van cambiando los entornos en momentos electorales.

Si uno va revisando Francia, Estados Unidos y casi la elección que fuera, muchas veces quienes acabaron participando en las contiendas, no estaban ni siquiera en el imaginario. Si uno ve la experiencia internacional y uno revisa un poco la literatura en el tema, a un año de la elección casi todo es ruido y muy poquito es señal. Ya cuando se va uno acercando al proceso empieza a cambiar y la relación entre señal y ruido empieza a ser mayor, ya casi todo es señal y empieza a haber menos ruido. Pero hoy, en la distancia en la que estamos, la relación entre ruido y señal favorece al ruido.

Todavía falta pues.

En el caso de Francia, Emmanuel Macron, quien acabó ganando, no estaba en un principio en el escenario, ¿usted piensa que en México hay un escenario para ese tipo de situación?

—Podemos ver un poco lo de Francia y ver ahí procesos, tendencias, aprendizajes, incluso de lo que pudieran seguir unos u otros actores en el proceso electoral, pero también hay que reconocer cuáles son las diferencias. En Francia está disociado un poco el proceso de elección del presidente del Parlamento, en Francia hay jefe de Estado y jefe de Gobierno que no es la misma persona, en Francia hay segunda vuelta y en México no. Entonces, si bien hay elementos, yo creo hay límites.

Se lo mencionaba porque casualmente Macron era un funcionario público, sin partido, que se sale del gobierno y después compite y gana. Y aquí estamos a más de un año de la elección, usted es un funcionario público que no tiene partido y que quizá podría tomar esa ruta.

—Creo que sí hay una cosa que podemos aprender, hay cosas que ya no. Hoy estamos en el día a día, estamos buscando que en el día a día nos salga bien.

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