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juan.arvizu@eluniversal.com.mx
Conduce una camioneta Blazer azul sin prisa. El hombre circunspecto se muestra afable, tranquilo, atento a sus acompañantes: tres cronistas de periódicos de la Ciudad de México; su expresión es franca, cordial, sin estridencias, como el motor del vehículo que circula suave por la avenida Patriotismo.
Luis Donaldo Colosio Murrieta se dirige al Monumento a la Revolución a su cita con la historia, en la que dirá el discurso sustancial de su trayectoria política, del que se espera un deslinde del gobierno, en un entorno complicado, por lo que la han llamado una campaña contra la campaña, de un conflicto armado en Chiapas, de un Presidente que ha dicho a los priístas: “No se hagan bolas, el candidato es Colosio”.
Transita con la escolta que lo sacará herido de muerte de Lomas Taurinas 17 días más tarde. Adelante va un carro “guía”, en el que viajan los mayores Germán Castillo, Víctor Manuel Cantú Monterrubio, y atrás otro vehículo, en el que se traslada el general Domiro García Reyes, jefe de seguridad del candidato del PRI a la Presidencia de la República.
Tiene lastimada la garganta y de la guantera. Ramiro Pineda, su coordinador de Comunicación Social, le pasa unas pastillas refrescantes. Ofrece, y Miguel Reyes Razo, cronista de Excélsior, toma una. Pregunta distintos detalles al político.
José Ureña, cronista de La Jornada, y Juan Arvizu Arrioja, de EL UNIVERSAL, también viajan en el asiento de atrás del conductor y copiloto, con Reyes Razo. Como decenas de periodistas de la campaña han seguido las actividades de Colosio, y en diversas ocasiones muchos han acompañado al candidato en algún tramo de sus recorridos.
Cuando fue registrado ante el IFE, Jorge Carpizo dio el trámite por bueno, en medio del desorden, y allí, al lado del candidato, su esposa Diana Laura Riojas, y su hijo, el pequeño Luis Donaldo.
El 4 de marzo, aniversario 65 del PRI, ha caído entre semana, y Colosio ha decidido que la cita sea el domingo 6, para dar menos molestias a los citadinos, a los negocios y oficinas de las inmediaciones de la Plaza de la República. Allí se congrega la mayor multitud reunida a lo largo de la campaña.
—De acuerdo con la tradición, ¿veremos cómo rompe el candidato con el Presidente de la República? —pregunta Reyes Razo.
—Sí, pero será con mucho cuidado —contesta con ánimo tranquilo.
—¿Listo para el acto? —pregunta Arvizu Arrioja.
—Acto es otra cosa, vamos a la asamblea —bromea.
Cuando baja de la camioneta, queda envuelto por la multitud que alcanzó lugar en la periferia del área, El entusiasmo de los priístas de la época registra altos decibeles, y su ruidosa presencia queda encubierta por los acordes de Huapango, de José Pablo Moncayo, himno de su campaña.