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carina.garcia@eluniversal.com.mx
Alejandra Barrales inició su gestión como presidenta nacional del PRD con un partido en grave crisis electoral, pese al triunfo en las gubernaturas en tres estados, dos de ellos en alianza.
“Mediocre” es el calificativo empleado por la Secretaría Electoral del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del partido, al señalar el desempeño en al menos cinco entidades.
Además, Barrales recibe a un partido endeudado con una crisis financiera aceptada por su antecesor, Agustín Basave. De acuerdo con militantes, incluso el perredismo no tiene recursos para hacer frente al llamado gasto corriente, que permite la actividad diaria.
Según el balance electoral presentado al CEN y al Consejo Nacional perredista el sábado pasado, en la mayor parte de los estados hubo “resultados mediocres” y sólo tres “muy buenas elecciones”: Aguascalientes, Durango y Tlaxcala; en ninguno de esos casos ganó la gubernatura, sólo ayuntamientos o distritos.
Incluso en la entidad que el PRD ve como su principal triunfo, Quintana Roo —de la cual ganó la gubernatura en alianza con el PAN—, perdió voto duro, distrital y municipal, por lo que no obtuvo ningún ayuntamiento, en contraste con el desempeño “excelente” del panismo, que ganó distritos, municipios y no perdió voto duro.
En Veracruz, entidad en la que también triunfó la alianza PAN-PRD, el perredismo redujo su votación distrital y a gobernador, por lo que el organismo interno urgío a trabajar para reposicionar al partido.
Así, se desprende que las alianzas PAN-PRD ganaron, pero quien creció con ellas fue el PAN. En Durango la estrategia ayudó al PRD a mejorar electoralmente, aunque con modestia.
El resultado de las negociaciones PAN-PRD o del procesamiento de candidaturas en 2016 reflejó que la disputa anti aliancista en Puebla representó el mayor fracaso local del PRD; la ruptura interna en Oaxaca lo llevó a la derrota, en contraste con el crecimiento del PT, y en Tlaxcala la soberbia que impidió la alianza de panistas y perredistas no permitió conseguir el triunfo.
Sin embargo, el análisis del área electoral del PRD en poder de EL UNIVERSAL indica que los resultados no pueden ser extrapolados para la elección presidencial de 2018, por ser procesos estatales, porque falta medir la situación de 18 entidades y porque están pendientes definiciones partidistas.
Declive en CDMX. El análisis del área electoral perredista se realizó según el tipo de elección: municipal, distrital y de gobernador. En los dos primeros rubros el partido registró mejores resultados, pero aún así el balance no es optimista, ni siquiera en el bastión del perredismo: la Ciudad de México.
Aunque en ella se eligieron diputados de la Asamblea Constituyente, para su revisión se consideró como proceso delegacional, porque así se movilizaron los partidos políticos.
De acuerdo con los resultados, el PRD tuvo un repunte de casi 4%, pero “de ninguna manera significa una mejoría con respecto a la elección local de 2015, más bien diremos que de 625 mil votos que se tenían de voto duro se perdieron alrededor de 50 mil, ya que el resultado fue de 572 mil votos”.
En cuanto a territorio ganado por partido, “delegacionalmente, Morena se ve aplastante con 10 delegaciones a su favor, mientras que el PRD se queda con cinco” y el PAN una, pero no hubo el “triunfo arrollador” que el nuevo partido de Andrés Manuel López Obrador había augurado.
En el PRD se ve “con satisfacción” la recuperación de voto en Álvaro Obregón e Iztapalapa, pero “es preocupante que delegaciones que gobernamos perdieran voto duro: Iztacalco y Venustiano Carranza”, ganada a Morena.
El documento destaca el declive en Cuajimalpa: “Un caso de alarma”, pues sólo retuvo una cuarta parte del voto duro de 2015, situación que se repite en otras delegaciones.
Concluye el caso de este bastión con el señalamiento de que aunque no se cumplió el supuesto “triunfo arrollador” augurado por Morena, no es posible ocultar el declive.
Análisis de estrategia. El documento también compara los resultados obtenidos en procesos en los que el PRD se alió con el PAN y en los que no, para saber si esta estrategia le favoreció. Destaca ejemplos pequeños, pero sintomáticos, de recuperación por sí solo, sin el panismo.
“Aguascalientes es un buen ejemplo de un PRD recuperando terreno sin necesidad de alianzas”, pues se ganó en El Llano, recuperó votación en Asientos y Aguascalientes (capital). Pero la gubernatura fue perdida frente al PAN. El sol azteca duranguense en cambio, “nos enseñó a aprovechar esas alianzas para crecer”, señala.
Respecto a la elección en el estado de Oaxaca, uno de los fracasos perredistas, también refleja otra enseñanza de las coaliciones: no dividirse.
El PRD reconoce que descendió 4.5% de votación con relación a 2013, mientras que en la distrital y de gobernador hubo un descenso “fuerte, de más de seis puntos”.
Pero ahí “el PRI no ganó, perdimos nosotros”, pues el PT se benefició de una escisión perredista y postuló a Benjamín Robles. “Si se hubiera mantenido la alianza original PRD-PAN- PT con un candidato de consenso, se hubiera vuelto a ganar”.
En el caso de Quintana Roo, aunque PAN-PRD ganaron la entidad fue el blanquiazul el que creció. “Es en esta elección en la que vemos los resultados de habernos coaligado con el PAN; logramos el triunfo en dos distritos y nuestro aliado se llevó tres, mientras que el PRI y su coalición logran llevarse 10 distritos.