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politica@eluniversal.com.mx
El constitucionalista Raúl Cervantes Andrade (PRI), retornó al Senado después de ausentarse al tomar un año sabático, el cual lo habilitó en automático para, eventualmente, ser candidato a ministro de la Corte en el actual proceso, en el que serán electos dos relevos, responde que no participar no duele.
“No, no, no. Regresé y me preguntan todos los amigos. Digo: ‘Vengo tranquilo y en paz, con una profunda madurez’”, comenta.
Sin embargo, blinda y sella el episodio: “El motivo de mi licencia fue por una invitación del ITAM a un año sabático, como lo dijo el presidente del Senado, Roberto Gil (PAN), para la construcción de mi libro La Constitución de principios, que justamente habla sobre el método que se aplicó para la sentencia de la marihuana.
Entrevistado en su oficina del Senado, todavía desnuda de objetos personales, Cervantes Andrade habla acerca de la Corte y sus equilibrios, del modelo maduro de elección de ministros en el que participan el Presidente de la República y el Senado, de la relación de poderes y sus retos ante la sociedad. Celebra el fallo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación sobre la marihuana, por su método y argumentación. Comenta que le “anima muchísimo” haber sido propuesto para presidir la Comisión del Senado para conmemorar el Centenario de la Constitución.
¿Ser ministro es, fue proyecto?
—Para todo constitucionalista debe ser una aspiración permanente.
¿El año sabático le daba requisito para ser candidato, por eso la gente lo veía como participante?
—Así es. Como señaló el presidente del Senado, Roberto Gil: “Fui testigo de cuál fue el motivo de la licencia y de la especulación de que eso podría habilitar constitucionalmente la posibilidad de”... Vi con cuidado lo que se dijo, lo que se comentó, no a mi persona, sino al proceso, y como siempre he comentado, hay que reflexionar qué es lo que le hace falta a la Corte, qué perfiles necesita y al final los nombres.
¿Es el Presidente quien pone el ADN del pensamiento constitucional de la Corte?
—El Presidente pone el ADN. Él propone y otro poder ratifica, mediante debate y argumentación.
¿El Ejecutivo con sus propuestas equilibra?
—Veremos al Presidente en su facultad constitucional exclusiva y a este Senado que ha sido muy responsable. Esperemos ver qué personas está mandando (en las ternas) y si están gravitando sobre las necesidades de la Suprema Corte.
¿Cómo aprecia el modelo para el relevo?
—Lo veo bien. Lo único mejorable, una propuesta uninominal de candidato, no una terna de perfiles, en las que se pueda lastimar a las personas que se ponen en competencia.
¿Usted cómo se considera, conservador, progresista, atemperado?
—¿Yo? ¡Progresista! Estoy convencido de que el artículo primero constitucional debe mandatar mi pensamiento; siempre lo estoy mandando al futuro.
Lo veo muy filoso en este campo. ¿No participar duele?
—No, no, no. Yo regresé y me preguntan todos los amigos. Les comento: “Vengo tranquilo y en paz, con una profunda madurez”.
Las redes sociales, el ruido mediático, en el que se habló que ni cuotas ni cuates a partir de la elección de Eduardo Medina Mora, ¿eso le cerró el paso a usted?
No, no lo podría calificar. Que lo evalúe la sociedad. Y en el caso de Medina Mora no haría un comentario, es un caballero. La calificación de un ministro es su sentencia, y es válido (expresarse sobre ellos).
Las democracias son estridentes, nunca deben ser silenciosas, y, en mi visión, a través de las redes sociales siempre he invitado a los jóvenes y no jóvenes a participar, nada más que de manera informada.
¿Calificar a los ministros por sus sentencias?
—Qué buen ejemplo que hoy todo mundo está celebrando que la Corte abrió un debate (el de la marihuana) y los demás poderes serán congruentes analizando el tema de la sentencia, me parece que tiene de las mejores técnicas constitucionales y también sirvió la opinión del voto negativo. Lo importante es la argumentación.
¿Usted cómo ve el equilibrio de poderes?
—Yo lo veo bien. Cuando fui presidente del Senado de la República vi un respeto institucional. Construimos un diálogo.
La división de poderes la veo clara en la Constitución, en el ejercicio, en la cooperación, en la narrativa de respeto de unos y de otros. Con los órganos autónomos del Estado incluidos, veo un andamiaje adecuado.
¿Le encargan la conmemoración de la Constitución?
—El trabajo sería hacer una consulta nacional con dos preguntas: ¿Se necesita una nueva Constitución? ¿Estamos en el constitucionalismo del siglo XXI? Queremos ser sumamente incluyentes de las diferentes posiciones.
No es consulta popular, es debate democrático constitucional. Estoy convencido de que los problemas empiezan y terminan en la Constitución. Me anima mucho haber sido encargado de este tema.
Adrenalina y gratitud
Raúl Cervantes Andrade creció en Santa María La Ribera. A los cinco años escuchaba a sus padres en apasionadas conversaciones mientras redactaban en la mesa de la casa sus amparos. Empezó a trabajar a los doce años en la Terminal de Autobuses del Sur, con un tío que era jefe de Personal y “en el verano trabajé de boletero, inspector de andenes y de taquillas”.
Dejó huella en su vida un maestro Marista. “Le decían Motita, igualito que el de los chicles. Era un hombre espiritual, verlo daba paz. Me enseñó casi todo lo que sé de historia, y sobre todo de derecho canónico.
El senador que condujo al pleno en las grandes reformas del sexenio, entre ellas la energética, dice: “Me gusta invitar a la gente, recibir en casa; [ofrecer] buena comida, vinito, buena plática, música, porque uno debe ser agradecido con la vida. Más que religioso, soy espiritual, agradezco profundamente a Dios lo que me ha dado”. Sus hijos Regina y Raúl, “son mi adoración”.
Comenta: “[Antes] yo nomás me la pasaba trabajando de lunes a domingo. Me tardé muchos años aprender a vivir, a delegar, a crecer. Practico esquí, pesca, tomo clases de tenis, golf, voy a navegar. He hecho de todo, como correr coches. Me entrenaba en pista, me gusta la adrenalina. Tuve un yate, en la vida hay que darse sus gustos y hacerlos con transparencia. Lo usé mucho, ya lo vendí. De cinco a 13 años estudié canto, me gusta y creo que algún día voy a regresar a estudiarlo. Manzanero para mí es lo máximo, y creo que no hay mexicano al que no le guste”.
De retorno al escaño, este constitucionalista de 52 años resume: “Me divierto, no me cambio por nadie”.