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juan.arvizu@eluniversal.com.mx
El “bautizo” como diputado federal de la 63 Legislatura es con un chapuzón de flashes de prensa y luces de reflectores de televisión que iluminan rostros conocidos y de legis- ladores que tienen su “primera vez” en la Cámara de Diputados, en el vestíbulo faraónico de esta feria de vanidades y palacio de tormentas políticas, hoy con la puerta abierta de par en par.
Entregan su constancia de mayoría en las elecciones de junio pasado, se identifican con su credencial del IFE (ahora INE), y responden al pregón que los llama a vivir tres años con fuero: “¡Diputado federal electo Pablo Gamboa Miner!”.
Los nombres se suceden uno a uno: “¡Diputado federal electo Alfredo del Mazo Maza!”, “¡diputado federal electo José Ignacio Pichardo Lechuga!”, y cada quien sigue el sendero de trámites de quienes ganaron una curul en las urnas el pasado 7 de junio.
Es una hora feliz, más allá del encarecimiento del dólar y demás quebrantos ordinarios. Su satisfacción se refleja en las credenciales que allí les expiden; registran sus huellas dactilares válidas para tener acceso al salón de sesiones, votar en el tablero electrónico y pasar lista de asistencia. “¡Diputada federal electa Mercedes del Carmen Guillén Vicente!”, convoca el ujier administrativo y así da la bienvenida a los legisladores.
El fistol ya no es de oro, sino de latón. Qué pena, pero eso qué importa. A cada uno de los 500 le será entregado un portafolios negro utilitario, un “kit”, se dice en el argot de la Cámara de Diputados, que contiene la tarjeta IAVE para viajar sin costo por las autopistas del país, un boleto de avión para llegar a la ciudad de México a la sesión inaugural de la 63 Legislatura, el 1 de septiembre, una carpeta con documentos sobre sus prestaciones y un formato para que aporten los datos de la cuenta bancaria a la que se les ha de depositar la dieta.
¡Ah!, y también un volumen con la Constitución Política que van a “jurar defender y que si no, la patria se los demande”, una Ley Orgánica del Congreso y el Reglamento de la Cámara de Diputados, esto es, el marco jurídico, el cimiento del Poder Legislativo.
Madrugadora, María Gloria Hernández Madrid, del Distrito 7 de Hidalgo, es la primera de los 500 en realizar el trámite completo, que tiene un plus: pasa ante una de las tres cámaras del Canal del Congreso, donde los reflectores los bañan unos minutos en entrevista periodística, toma de fotos y que les viene a modo para portar el fistol de integrante de la 63 Legislatura.
Luego de ella, sale de los trámites Alfredo del Mazo Maza, delgado, alto, cabello cano, quien subió la escalinata de la avenida Congreso de la Unión al frente de un grupo de colegas mexiquenses y bajo disparos de fotógrafos que denotaban su importancia. Es el coordinador de la bancada priísta más numerosa, la del Estado de México, con ADN de Atlacomulco.
Un legislador que conoce los pasillos, patios, salones y secretos de la política parlamentaria en San Lázaro, Charbel Jorge Estefan Chidiac, del Distrito 14 de Puebla, intercambia comentarios con sus compañeros. Varios llegan a presentarse y otros reencuentran a quienes han conocido en distintos campos, como el capitán de Caballería del Estado Mayor Presidencial (EMP), Carlos Sarabia Camacho, del Distrito 11 de Oaxaca.
Ese vestíbulo tiene una sección de salas de estar, usuales en cócteles, donde esperan los bendecidos por las urnas a que los llame el ujier que los llevará ante el secretario general, Mauricio Farah Gebara. Allí hablan de todo: “Oye, me invitó el gobernador a desayunar, ¿voy?”, pregunta un primerizo del poder. ¿Vas a subir mucho a tribuna? “Voy a esperar a que me digan”.
Son los priístas. Allí hay una exposición con páginas del Diario de los Debates que son históricas; unas curules antiguas originales, el tintero de Venustiano Carranza, una campana de Mesa Directiva, y credenciales originales de los constituyentes de 1917, entre éstas, las de Francisco Mújica y la de Jesús Romero Flores, él último de ellos.
Casi 100 años después, la Legislatura que será del Centenario de la Constitución empieza con el aporte de sus datos; quizá dejen una huella, más que la dactilar que hoy registran, no importa que el fistol sea de latón.