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María Félix, Lucha Villa, Lola Beltrán, Lucha Reyes, Paquita la del Barrio, Jorge Negrete, Pedro Infante, Luis Aguilar, Javier Solís, Agustín Lara, José Alfredo Jiménez, Pedro Vargas, Antonio Aguilar, Juan Gabriel, Vicente Fernández y Cuco Sánchez cargan con el galardón de ser los mexicanos más famosos en arrabales, selvas, montañas, aldeas y rincones de Colombia.
Las más variadas expresiones de la música mexicana han ayudado a consolidar la presencia cultural de México en este país. La literatura, gastronomía, telenovelas, cómicos —de Cantinflas a Chespirito— y el futbol robustecen esos lazos.
En esta abundante lista de hombres y mujeres mexicanos que, muertos o vivos, gozan de renombre en Colombia, hay otros 29 desconocidos —26 militares y tres civiles— quienes cumplen una misión superior de paz: enfrentados a múltiples desafíos están ayudando a colocar los ladrillos para edificar la pacificación colombiana, luego de más de 52 años de guerra.
“Para nosotros es una gran responsabilidad venir en representación de México y participar en un proceso de paz tan importante”, asegura el coronel Ramón Guardado Sánchez, el militar mexicano de más alto rango de los 25 desplegados en Colombia y jefe de la sede regional de observación en Florencia, capital del sureño departamento de Caquetá, ubicada a unos 547 kilómetros al sur de Bogotá.
“El pueblo colombiano ha sido muy receptivo a la presencia de México”, relató el coronel Guardado a EL UNIVERSAL en esta zona que es una de las más “calientes” de la ruta hacia la paz, por su historial como uno de los principales escenarios bélicos.
Una diversidad de tareas
Entre los 26 militares hay uno que participa en el desminado de Colombia, que el gobierno de esa nación ejecuta con apoyo de México, de la Organización de Estados Americanos (OEA) y de instituciones internacionales.
Los 25 restantes y los tres civiles son parte de los 448 observadores militares y policiales que integran la “misión política” del mandato del Consejo de Seguridad de la ONU en el Mecanismo de Monitoreo y Verificación (MMV) del pacto de paz, copuesto, en total, por 150 civiles.
A diferencia de otros despliegues de la ONU en zonas de guerra, aquí no operan como “cascos azules”: no llevan ni uniformes y sólo están identificados con una gorra y un chaleco azul.
La delegación mexicana está compuesta por hombres y mujeres procedentes de varios estados de la república. Todos sienten nostalgia por sus familiares y allegados, añoran el chile picante de mayor potencia, recuerdan siempre a los referentes musicales de su tierra natal y acometen con la responsabilidad de cargar un pesado fardo sin los galardones de la fama.
Como voluntarios, los mexicanos enfrentan una gigantesca labor precedida por datos demoledores. El recuento oficial del conflicto bélico es que dejó 8 millones 68 mil 272 víctimas que incluyen más de 225 mil muertos, unos 45 mil desaparecidos, más de 6.4 millones de desplazados a la fuerza y un abultado saldo por terrorismo, secuestro, torturas, delitos contra la libertad e integridad sexual, pérdida de propiedades y abandono o expulsión de tierras.
Empujar la paz
Provenientes de las secretarías de la Defensa Nacional (Sedena) y de Marina (Semar), así como de instituciones internacionales y organismos no gubernamentales, los 29 mexicanos trabajan en Colombia sobre una desafiante plataforma. Su misión, colaborar para ejecutar el acuerdo de paz que el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) —la guerrilla más antigua de América— firmaron el 24 de noviembre de 2016 en Bogotá, el cual fue negociado desde noviembre de 2012 en Cuba.
El mecanismo está integrado por tres partes: el gobierno colombiano, las FARC y la misión de la ONU, que es la que lo coordina y que, además del aparato de observadores militares y policiales, que proceden de los ejércitos y policías de 19 países, cuenta con 150 civiles, que provienen de otro conglomerado diverso de naciones.
El equipo de observadores militares y policiales está formado por 94 argentinos, 69 chilenos, 52 bolivianos, 41 salvadoreños, 37 paraguayos, 25 mexicanos, 21 uruguayos, 19 guatemaltecos, 18 españoles, 15 hondureños, 13 portugueses, 13 dominicanos, 11 cubanos, siete suecos, tres costarricenses, tres británicos, tres noruegos, dos canadienses y dos rusos. El jefe es el argentino Javier Pérez Aquino, general de brigada.
El trabajo es en zonas rurales y urbanas, en selvas y montañas. Y por aquellas remotas tierras, en cualquier momento puede escucharse una ranchera mexicana interpretada por algún artista de México.