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El doctor Rafael Matesanz ha dirigido durante 28 años la Organización Nacional de Trasplantes (ONT) y ha convertido a España, por 25 años consecutivos, en el país del mundo que más órganos trasplanta.
Antes de su jubilación, en marzo próximo, analiza para EL UNIVERSAL qué mejoras necesita México para impulsar los trasplantes.
¿En qué se basa la abundancia de trasplantes en España?
—En la mejor organización. En las 17 comunidades autónomas hemos conseguido hospitales con unidades de trasplante, y en todos los grandes hospitales hay equipos que saben actuar a tiempo. Tenemos una lista de espera centralizada y en cada punto clave hay un coordinador muy formado, en comunicación con la ONT.
Ellos se ocupan de que los hospitales cumplan los requisitos para que los órganos sean utilizables: que el paciente fallezca en una unidad de cuidados intensivos, que se decrete la muerte cerebral, que se actúe con velocidad, que haya alguien para contactar con la familia y convencerla de donar.
¿En España está más extendida la cultura de la donación?
—Eso queda bonito decirlo, pero no es cierto. Las estadísticas muestran que los españoles están en la media europea cuando les preguntan si donarían sus órganos. La clave es que el sistema aquí funciona mejor por muchos factores. Por ejemplo, España fue el primer país donde la ONT era una agencia estatal y no una fundación o una ONG, y eso resultó vital, porque si no, nadie podría obligar a los hospitales a hacer cambios estructurales necesarios.
También ayuda que exista un sistema universal de salud al que acuden todos los ciudadanos, a diferencia de países donde hay sanidad privada, sanidad militar, beneficencia...
¿Cómo funcionan los intentos de exportar este sistema a América Latina?
—En el conjunto de América Latina la donación ha subido 56% desde que cooperamos. Ha funcionado muy bien en Argentina, Uruguay, Cuba y grandes zonas de Brasil. Pero en otros países los gobiernos no lo tomaron en serio o se enredaron en cosas que no son las importantes. Lo prioritario es crear una estructura organizativa que dependa del Estado y con capacidad para gestionar, y formar a coordinadores de trasplantes muy profesionales que dirijan el sistema desde los distintos hospitales del país.
¿Por qué en España hay 43.4 donaciones de órganos por cada millón de ciudadanos y en México son sólo tres?
—Es sólo por la mejor organización. Muchas veces se habla de diferencias culturales entre América y España en la donación, pero eso son mitos. Los latinoamericanos que viven en España donan en el mismo porcentaje que cualquier nativo español. Pero si en un país no hay nadie que le pregunte a la familia si quiere donar los órganos del paciente fallecido, entonces no hay nada más que hacer.
México es un país con características muy similares a España, principalmente porque está muy descentralizado, y eso dificulta el proceso.
México tiene excelentes profesionales y unidades increíbles, como se ve en Guadalajara, con la mejor unidad de trasplante de riñón de América Latina. El problema es que, fuera de ahí y la Ciudad de México apenas hay trasplantes, como hace años en España con Madrid y Barcelona, o en Argentina con Buenos Aires. No hay una estructura central que coordine el resto del territorio.
Está el Cenatra (Centro Nacional de Trasplantes) pero no tiene ningún papel ejecutivo en la donación; se dedica a labores administrativas, de registro, pero sin una incidencia real en el mundo de los hospitales. Necesitan hacer grandes cambios: más apoyo estatal, un responsable del proyecto en cada estado y una red de coordinadores en los hospitales importantes.
¿Por qué en México donan tanto los vivos y tan poco los muertos?
—Que sea uno de los países en los que más personas vivas donan un riñón prueba que hay buena disposición. Esa gente lo hace porque ve a un familiar o un ser cercano sufriendo. Si esos enfermos consiguieran el órgano de un fallecido, podría bajar la donación de vivos. Son vasos comunicantes. El potencial de donación de órganos de fallecidos en México es enorme. Cuando yo llegué a mi puesto, en 1989, ocurría lo mismo, había grandes médicos, pero no donantes. Hay que mejorar el sistema para obtener más órganos.
¿Qué opina de los proyectos legales para instaurar en México la donación por defecto?
—A muchos países les da por ese sistema, que se basa en que si alguien muere se le considera automáticamente un donante.
Pero por sí solo no sirve para nada, tienen que darse el resto de componentes que aseguren que los hospitales cumplan el protocolo de fallecimiento y de conservación de órganos, debe haber personal para hablar con las familias. Una ley así no sustituye al esfuerzo organizativo necesario para que el sistema funcione.