A principios de la década de los 90, un cercano amigo, además jefe inmediato superior y un gran mexicano, Manuel Uribe Castañeda, acuñó una frase que tiene una gran resonancia en nuestros días: “En México andamos muy norteados y muy desorientados”.

Se estaba en el proceso de negociación del Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN) y la visión del país se concentraba en esta región geográfica, prestando poca o nula atención a las embajadas recién abiertas en Asia. Los indicadores del comercio mexicano marcaban ya una fuerte tendencia hacia la norteamericanización de la economía.

Hoy, 30 años después, esos indicadores muestran un desarrollo vigoroso de la industria manufacturera y del comercio exterior que convirtió a México en la decimotercera potencia exportadora del mundo y primera de América Latina, pero con una brutal dependencia del mercado estadounidense, adonde se dirige 81% de nuestras exportaciones. Una dependencia acompañada de múltiples vulnerabilidades.

Mucha tinta ha corrido en escritos y mucho se ha hablado de la nueva administración del gobierno de Estados Unidos sobre lo que podría ocurrir antes de la toma de posesión, sobre lo que está pasando en las pocas semanas después de ese hecho y sobre lo esperado del porvenir en México. En general, todos coinciden en señalar que estamos frente a una profunda crisis que obliga a replantear nuestra posición en el entorno geopolítico internacional.

Crisis, una oportunidad

Los tiempos de crisis son a la vez tiempos de oportunidades y ahora se nos ofrece la oportunidad única de buscar, obligados por las circunstancias, ahora sí, una genuina diversificación de nuestro comercio y relaciones económicas con otros actores globales. El TPP está prácticamente extinto, no obstante que es deseable buscar negociar tratados bilaterales con los signatarios originales de este acuerdo, pero es un proceso que llevará algunos años.

Los mercados latinoamericanos con los que México mantiene acuerdos de libre comercio no son lo suficientemente vastos para absorber los excedentes que tendrán nuestros exportadores. La Unión Europea navega por una crisis política, social y financiera de compleja solución que difícilmente podrá prestar atención a las demandas mexicanas. Para India, un mercado interesante, falta aún un largo camino por recorrer. En este contexto, es importante voltear nuestra mirada hacia China, la segunda economía más grande del planeta y nuestro segundo socio comercial que ha tendido una mano y es la hora de tomarla, con firmeza, decisión, compromiso y arrojo.

Las señales enviadas por la República Popular son varias, algunas contundentes y otras sutiles y he ahí la importancia de leer con claridad los mensajes. En el plano internacional, el presidente Xi Jinping en el marco de la cumbre anual de líderes de APEC en Lima, Perú, dirigió un mensaje urbi et orbi proclamándose el adalid del libre comercio, de la globalización y del combate al cambio climático, posición posteriormente confirmada durante su alocución en la reunión económica de Davos a mediados de enero; México comparte, aplica y defiende esta visión para su desarrollo y posicionamiento global.

En el plano bilateral, es relevante la visita del 12 de diciembre del consejero de Estado, Yang Jiechi, quien se desplazó a la Ciudad de México con el propósito de conversar con el presidente Enrique Peña Nieto.

Si bien este viaje del consejero Yang fue una extensión de la visita de Nueva York para entrevistarse con el equipo de transición del presidente electo de Estados Unidos, no le resta significado a la visita mexicana. Ignoro los términos de la conversación, pero el hecho de que un personaje de la talla de Yang, quien es la máxima autoridad en asuntos de política exterior de China y miembro alterno del Comité Central del Partido Comunista Chino, haya sido enviado a México para conversar con nuestro mandatario es una señal contundente de abrir un espacio relevante en la relación bilateral.

No sería prudente esperar que el consejero Yang fuera portador de un mensaje de amplio apoyo a las diversas vicisitudes que enfrenta el país (China es cuidadosa de no alterar el status quo de la región). Sin embargo, todo indica que la parte china estaría a la expectativa de recibir un planteamiento concreto, preciso y audaz de cómo reposicionar a México en el entorno geopolítico y económico global con ese país como aliado.

Integración y competitividad

Por otra parte, también ha habido voces que pregonan que México y China no pueden integrase porque ambos son competidores, elaboran los mismos productos, por lo tanto, no pueden ser complementarios. Tal afirmación es fundamentalmente equivocada ya que sólo contempla una relación de complementación basada en el suministro de materias primas que China necesita para su desarrollo, como es el caso del resto de las economías latinoamericanas.

Dos economías con una base industrial manufacturera y con un alto porcentaje de su producción dedicada a la exportación pueden complementarse de manera amplia al integrarse sus cadenas de valor resultando sus manufacturas conjuntas más competitivas en el mercado internacional.

Un ejemplo de esta integración podría darse en la industria automotriz. China es el fabricante de vehículos automotores más grande del mundo. En el año 2015 produjo una cifra superior a los 20 millones de unidades y esta industria tiene necesidad de internacionalizarse. Si la planta automotriz existente en México se ve amenazada por factores externos, China tendría un gran interés en venir a fabricar en México, tal vez no con la mira en el mercado de Estados Unidos, sino para los mercados abiertos que tiene nuestro país en América Latina, Europa y el Medio Oriente.

Recientes eventos en México como la coinversión de JAC Motors y Giant Motors en el estado de Hidalgo son signos, aunque modestos, pero significativamente alentadores de la viabilidad de esta propuesta.

De receptor a exportador

China se ha transformado profundamente en los últimos 35 años, a raíz de las trascendentales reformas emprendidas a principios de la década de los 80. En un hecho sin precedentes sacó de la pobreza extrema a más de 500 millones de personas en este periodo, con base a una política de largo plazo de creación masiva de empleos y de aliento al espíritu emprendedor de la población.

A tres décadas de distancia en el tiempo, se ha creado una clase media que, se estima, sobrepasa los 400 millones de gentes que demandan más y mejores servicios y productos de alta calidad. En la actualidad, con el retraimiento de sus mercados tradicionales para sus exportaciones, China está empeñada a crear un mercado interno con alto poder adquisitivo y de dimensiones colosales.

Relevantemente, su economía ha pasado de ser una receptora de inversión extranjera directa a una exportadora neta de capitales e inversión a todas partes del orbe, especialmente al mundo en desarrollo y a países industrializados.

He aquí una oportunidad única para nuestro país de replantear las prioridades de las relaciones políticas y económicas con el resto del mundo. Es deseable aprovechar el excelente diálogo al más alto nivel que se estableció entre el presidente Peña Nieto y su contraparte Xi Jinping al inicio de sus respectivas administraciones como el vehículo idóneo para plasmar un plan de acción que pueda aliviar, en parte, los profundos desequilibrios que se puedan presentar derivados de una renegociación o cancelación del TLCAN y llevar los intercambios bilaterales a cumplir el enunciado de los dos mandatarios de crear una relación estratégica integral.

En este campo, también tenemos señales para ser optimistas. Las recientes declaraciones del canciller mexicano, Luis Videgaray, al participar en la reunión plenaria de senadores pertenecientes al PRI indican un claro camino en esta dirección que podría concretarse en el marco de la reunión de la Comisión Binacional Permanente México-China, a celebrase en Beijing en fecha próxima. Si bien es cierto que la cancelación del proyecto del Tren de Alta Velocidad CDMX-Querétaro puso algunos nubarrones en la relación bilateral, las autoridades chinas han dado vuelta a la página y cualquier nubosidad existente ya se ha disipado.

Finalmente, una reflexión personal resultado de mis años de trabajar y de observar a China: para los chinos no hay fórmula mágica para aliviar la pobreza, sino a través de la creación de empleos. Los programas asistenciales son paliativos al problema. En cuanto las autoridades se enfrentan a una astringencia financiera, esos programas sufren recortes y los beneficiarios se hunden en una pobreza peor que la anterior ya que han olvidado las habilidades, manuales o de otro tipo, que antes los hacían sobrevivir.

Asimismo, tampoco existe una fórmula mágica para la acumulación de capital más que por medio del ahorro ya sea del individuo, de las empresas o de las instituciones y mientras no se genere una mística y tradición del ahorro, los países y las sociedades organizadas tendrán que hacer uso del ahorro que se produce en el exterior para financiar su desarrollo y crecimiento. Esto fue lo pude observar en China, durante mis 13 años de vivir, desde 1984, en diferentes épocas y en diferentes posiciones, en ese país del que ya no debiera de ser tan Lejano Oriente.

*Embajador de México en China 2001-2007

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