El presidente estadounidense Donald Trump lleva apenas tres semanas en la oficina oval y ya ha generado tensiones con líderes de todos los continentes, al tiempo que fabrica crisis comerciales y diplomáticas a escala global.

La revista alemana Der Spiegel lo ha llamado “el hombre más peligroso del mundo”. Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, lo considera “una amenaza similar a la que representan Rusia o el Estado Islámico”.

La lista de confrontaciones crece cada día: México, la Unión Europea, Alemania, los países bálticos; Palestina, Australia, la República Popular China; las siete naciones islámicas objeto de prohibición de viaje, entre las que destaca Irán.

Todos los casos son de alta sensibilidad. Sin embargo, el asiático es paradigmático porque representa 60% de la población mundial (70% si se considera al continente eurasiático), y es el escenario del irresistible viraje de la economía mundial del Atlántico norte hacia la cuenca del Asia-Pacífico.

El gobierno del presidente Barack Obama diseñó en 2012 su política “pivote hacia el este de Asia”, que buscaba el fortalecimiento de sus alianzas de seguridad, la expansión del comercio y la inversión, y la vigorización de su presencia militar. Cuatro años después, con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, el pivote asiático se desinfló.

En el primer día de su gestión, el inquilino del Despacho Oval emitió una nota comunicando que Estados Unidos abandonaba el proceso de ratificación del Tratado de Asociación Transpacífico (TPP). Éste había sido la piedra angular de la política comercial estadounidense hacia la cuenca del Asia-Pacífico.

Dossier Internacional. Urgen a México a acercarse a Asia en era Trump
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Asimismo, Trump señaló que Tokio y Seúl tendrían que pagar por el paraguas de seguridad estadounidense que los protege frente a lo que ellos perciben como la amenaza de Beijing.

Respecto a China, Trump ha seguido una política errática. Su llamada telefónica con Tsai Ing-wen, presidenta de Taiwán, se convirtió en un irritante mayor para Beijing. Supuestamente Trump rectificó el 9 de febrero, asegurando al líder chino Xi Jinping que respetará la política de “una sola China”.

Los ejemplos del choque de hegemonías aumentan día con día: la construcción de islas artificiales en el Mar de China Meridional, el armamentismo de Beijing, los periodos de manipulación cambiaria del yuan renminbi, el déficit comercial estadounidense de 347 mil millones de dólares en 2016 y el clamor desde Hong Kong para que se respete el principio de “un país, dos sistemas”.

Las quejas de Beijing no se han hecho esperar: Washington enderezó el TPP como un instrumento geopolítico contra China; se inmiscuye en política interna del gigante asiático y mantiene una presencia exorbitante de tropas y de la séptima flota naval en aguas asiáticas, a 10 mil kilómetros del territorio continental estadounidense. Además, Beijing vende la idea de que es el único país con poder de disuasión de cara al uso de armas nucleares por parte de Pyongyang.

Trump ha parado de cabeza a la política exterior bipartidista que Washington siguió los últimos 70 años. La gran paradoja es que precisamente cuando se anuncia el fin de la historia por el triunfo del capitalismo, EU entra en crisis por la soledad del poder, al tiempo que el hombre que presume de ser el gran negociador despliega una gran ignorancia y no concibe que en una negociación puedan ganar los dos países, pues sólo entiende la victoria como el aniquilamiento del adversario.

En 2017 el calendario chino marca el signo del gallo, considerado el más inteligente de todos los animales.

EU es hoy el buscapleitos que le “pica la cresta” a China, pero el gallo chino no responde sólo al momento, sino que apunta a una estrategia de mediano y largo plazos.

El 17 de enero, en la edición 2017 del Foro Económico Mundial de Davos, el líder chino Xi Jinping tomó la estafeta como el gran timonel de la globalización. ¿Habrá una guerra comercial entre Washington y Beijing? Probablemente, pero sería una espada de doble filo que dañaría a ambos hasta terminar en un empate.

Dossier Internacional. Urgen a México a acercarse a Asia en era Trump
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Impactos desde Asia hasta México

México es más importante para China de lo que nos damos cuenta. Nuestro país es una atalaya desde la cual Beijing analiza la presencia e influencia de la población mexicana y mexicano-americana en EU; y asimismo estudia los resultados del TLCAN, el primer tratado comercial de gran envergadura que vincula a dos países altamente industrializados con un país en desarrollo.

Mientras Trump disuade a las armadoras de autos estadounidenses de invertir en México, Giant Motors, empresa en la que Carlos Slim es socio mayoritario, invierte en el estado de Hidalgo en la construcción de una nueva planta de autos chinos JAC.

Nosotros arrastramos un desgaste en nuestra credibilidad debido a la cancelación del proyecto del tren rápido México-Querétaro, y a la falta de una planeación a 15 o 20 años como la hacen los chinos.

El gran riesgo para México es carecer de una estrategia asiática. Hoy más que nunca se hacen evidentes las limitaciones del seguidismo consistente en esperar a ver qué hace EU para subirnos a su carro, en vez de articular nuestra propia estrategia con base en el interés nacional y en una inserción inteligente en esa región crucial en el siglo XXI, denominado por muchos como el siglo asiático.

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