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Washington.— Nacionalismo, proteccionismo y populismo. Donald John Trump, tras jurar el cargo como el presidente número 45 de la historia de Estados Unidos, se presentó ayer ante el pueblo estadounidense y el mundo con esos pilares fundamentales como mantra de lo que deberá ser su etapa al frente de la Casa Blanca.
El hasta ahora magnate inmobiliario y celebridad televisiva de 70 años, originario de Nueva York y con acento marcado del barrio de Queens, consiguió en punto del mediodía de Washington lo que hace menos de dos años se consideraba una broma o algo inimaginable: ser el nuevo inquilino de la Oficina Oval.
A las 12 en punto, Trump pronunció las 35 palabras del juramento con la mano derecha alzada y la izquierda sobre dos Biblias (la familiar y la de Abraham Lincoln), despertando los vítores y aplausos de sus seguidores. Las nubes, que hasta entonces habían respetado la ceremonia, empezaron a dejar caer gotas de lluvia. Eso no impidió que el flamante presidente de EU, con corbata rojo brillante, hablara por primera vez al pueblo estadounidense en su nuevo cargo. Y se comunicó de la misma forma en que lo hizo durante su campaña presidencial: con un discurso agresivamente antiestablishment, aislacionista, nacionalista y populista.
Sus palabras lanzaron ideas más que programas, con un carácter predicador dispuesto a convencer a sus seguidores que él es el salvador de sus miserias. “A partir de ahora, Estados Unidos primero”, reiteró una y otra vez Trump, reafirmando uno de sus mensajes de campaña y la certeza de que su administración va a concentrarse en potenciar lo que queda en las fronteras.
Los miles de seguidores que se agolparon en la explanada del Capitolio —muchos menos de los previstos— aplaudieron sin cesar a su nuevo líder. No fue el único: recibió vítores también toda la familia Trump, especialmente su mujer Melania. “Es preciosa”, gritó Michelle Wang, una de las asistentes y simpatizante de la nueva pareja.
“Hemos defendido las fronteras de otros países mientras rechazábamos defender las nuestras y hemos gastado billones de dólares en el extranjero mientras las infraestructuras de Estados Unidos se han desgastado y deteriorado”, dijo Trump, quien promulgó un nuevo decreto: “Desde hoy en adelante, una nueva visión gobernará nuestro país. Desde este momento, Estados Unidos irá primero”.
Recuperó así una frase de reminiscencias fascistas de la época de la Segunda Guerra Mundial, para criticar que hasta ahora “hemos hecho que otros países sean más ricos mientras nuestra salud, fortaleza y confianza se ha disipado en el horizonte”, en un claro ataque a la globalización y a las relaciones internacionales.
La mayoría de los fanáticos del nuevo presidente quería escucharle repetir sus ideas para Estados Unidos (muchas veces reclamaron que se acortara el programa de actos para dar paso a las palabras del magnate), y Trump no les decepcionó. “Nunca más se les va a ignorar. Este momento les pertenece. Estamos traspasando el poder de Washington y se lo estamos devolviendo a ustedes, el pueblo”, expresó Trump, asegurando que el viernes 20 de enero de 2017 pasará “a la historia como el día que el pueblo volverá a gobernar la nación”.
Esas palabras ahondaban en la enemistad entre el nuevo presidente y las altas esferas del poder de Washington.
Quienes esperaban un traspaso de poder basado en la necesidad de unir a un país dividido, fracasaron y para darse cuenta no tuvieron que esperar al discurso del presidente: el público, antes de empezar, se burló de la ex candidata demócrata Hillary Clinton cuando llegó a la ceremonia del brazo de su esposo, el ex presidente Bill Clinton.
Después, fue el turno de Trump con una retórica opuesta a los poderes establecidos. “No aceptaremos más a todos esos políticos que no hacen más que quejarse, pero no trabajan para encontrar soluciones”, aseguró, observado por los máximos representantes del país. De acuerdo con su visión, las élites actuales son las culpables de que Estados Unidos se encuentre en un momento oscuro y lleno de problemas (crimen, drogas, violencia e intereses económicos). Según Trump, solamente él puede poner fin a esa situación.
“Esta carnicería en EU termina hoy y ahora mismo”, aseguró, en el que fue uno de los discursos más breves de una toma de posesión: mil 433 palabras, poco más de 15 minutos.
Nacionalismo y proteccionismo. La instrucción fue clara: “Tendremos dos reglas básicas, comprar productos estadounidenses y contratar trabajadores estadounidenses”. La apuesta por el nacionalismo y el proteccionismo se multiplicó en una retórica plenamente de campaña electoral. “Cada decisión que tomemos (…) tendrá como objetivo defender los ciudadanos y trabajadores de EU”, prometió como normativa básica en todos los aspectos: comercio, impuestos y migración. Sin embargo, nunca dijo nada en concreto, por lo que las dudas sobre lo que realmente será su presidencia se mantienen intactas.
La agenda de los actos transcurrió según todo lo previsto. Trump salió del protocolo sólo cuando decidió hacer dos tramos del recorrido de su desfile inaugural a pie, en lugar de en el coche oficial: cuando la comitiva se acercaba al Trump Hotel y cuando estaba cerca de la Casa Blanca. Por la mañana, en la recepción oficial con los Obama, Melania también rompió el protocolo cuando entregó un regalo como muestra de amabilidad con sus predecesores. Por la noche, Trump y Melania participaron en tres bailes inaugurales. En el primero bailaron “My Way”, lo que algunos creen aludió al estilo del nuevo presidente.