El día del Apocalipsis ha llegado. Donald J. Trump (Nueva York, 14 junio 1946) toma posesión el 20 de enero como el presidente número 45 de Estados Unidos. Su gobierno está repleto de conspicuos representantes del poder económico, político y militar.

Trump asegura que México se aprovecha del sistema migratorio estadounidense para exportar crimen y pobreza a EU. El gabinete de seguridad, liderado por cuadros militares como el almirante John F. Kelly (Seguridad Interna, DHS), y el marino retirado Mike Flynn (consejero de Seguridad Nacional NSC), junto con el senador Jeff Sessions (Departamento de Justicia) ha desplegado una ofensiva en cuatro ejes: a) La seguridad fronteriza y la construcción del muro en la frontera con México; b) La deportación de indocumentados; c) los gravámenes a las remesas y los impuestos a las exportaciones mexicanas; d) la anulación de las acciones ejecutivas de protección temporal a los dreamers.

Flynn y Kelly han reforzado la criminalización de los migrantes, equiparándolos con la amenaza terrorista.

El Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) y la Patrulla Fronteriza dependen de Kelly. Con o sin muro, endurecerá los controles migratorios y aduaneros. Su estrategia será multinivel, con despliegue de tecnología sofisticada, externalizando el perímetro de seguridad estadounidense ‘2 mil 400 km al sur de la frontera’, hasta el límite México-Centroamérica.

Sessions usa el lenguaje racista de los supremacistas blancos. Fue acusado por el representante John Lewis de manipular la ley para violar los derechos civiles de los afroestadounidenses y de los pobres. Sessions se propone dejar sin protección a los 800 mil migrantes que se acogieron al programa DACA. Ya se verá si la intención de Trump y Sessions de intensificar las expulsiones supera sus restricciones presupuestarias, burocráticas y judiciales.

Los migrantes que corren más riesgos son quienes trabajan en el sector servicios, más expuestos que los trabajadores agrícolas y quienes proceden de estados de migración reciente, como Chiapas, Veracruz y Yucatán, menos cohesionados que los originarios de estados de migración histórica como Guanajuato, Jalisco, Michoacán y Zacatecas.

¿Por qué Trump se ensaña contra los migrantes mexicanos y centroamericanos? Porque puede. El costo político es prácticamente nulo: 1) salvo honrosas excepciones, no hay quien los defienda dentro del sistema político estadounidense; y 2) los gobiernos de México y Centroamérica optan por el ‘apaciguamiento’ porque sus prioridades están en otra parte: para México, preservar el TLCAN; y para Centroamérica, seguir recibiendo ayuda estadounidense.

Con Trump cobra más vigencia que nunca la frase pronunciada por John Foster Dulles y reiterada por Henry Kissinger: “Estados Unidos no tiene amigos ni enemigos permanentes, sólo intereses”. Trump dará prioridad a la guerra contra los migrantes sobre la reforma de sus disfuncionales leyes migratorias. ¿Cuál será la estrategia mexicana?

El gobierno de EPN debe entender que renovar el pacto social entre los mexicanos es indispensable para negociar mejor afuera. No tiene sentido apelar al apaciguamiento con Trump mientras nuestro país se incendia adentro por la desigualdad económica, la narcoviolencia, la corrupción y la impunidad.

Trabajemos coordinadamente con aliados en EU: empleadores, trabajadores, iglesias y organismos de la sociedad civil, que rechazan la xenofobia y el racismo de Trump. Hagamos de nuestras universidades centros de acogida de estudiantes deportados, compartiendo una agenda académica con instituciones estadounidenses de educación superior. Establezcamos un fondo de fronteridad en apoyo a los estados fronterizos y consulados mexicanos. Entendamos al fin que lo más valioso que tenemos es nuestra propia gente, aquí y allá.

*Profesor Asociado en el CIDE

@Carlos_Tampico

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