Madrid.— El Papa abrió una vía hacia la reconciliación con Martín Lutero, a quien Roma excomulgó en 1521 como “el peor de los herejes”.

Francisco viajó la semana pasada a Suecia para inaugurar, en una basílica luterana, la conmemoración del Año de Lutero, que culminará en 2017 con el quinto centenario de la Reforma Protestante, iniciada el 31 de octubre de 1517.

Ese día el fraile agustino clavó en la puerta de la iglesia de Wittenberg sus 95 tesis y denunció la corrupción en la Iglesia. En memoria de esa fecha, Francisco y Munib Younan, presidente de la Federación Luterana Mundial, firmaron esta semana un mensaje en el que rechazan la violencia en nombre de la religión. El gesto recuerda la espiral de guerras en la que se hundió Europa a partir del siglo XVI por la lucha entre confesiones cristianas, y los monarcas que se escudaban en ellas.

El concilio Vaticano II abrió en 1962 el camino al ecumenismo y la reconciliación, pero éste se truncó, entre otras cosas, por la escasa sintonía con el protestantismo de los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI. La declaración que ambos aprobaron en el año 2000, Dominus Iesus, fijó a la católica como única religión verdadera y afectó cualquier acercamiento entre Iglesias, debido a que contenía “expresiones ofensivas para creyentes de otras religiones”, denunciaron en su momento los teólogos cristianos más reputados.

Francisco, por el contrario, busca desde hace años el acercamiento con líderes ortodoxos y protestantes. “No todos los días un Papa conmemora a Lutero”, comentaba antes de su viaje a Suecia el portavoz del Vaticano, Greg Burke. El movimiento es especialmente relevante porque el Papa proviene de los jesuitas. Esa congregación combatió en primera fila la Reforma Protestante.

En un contexto de celebraciones alrededor de Lutero, para el que Alemania prepara numerosos homenajes por ser una de las figuras clave de su historia, se discute si el Vaticano iniciará una reivindicación de la figura del fraile agustino.

Como recuerda Kurt Koch, responsable de Ecumenismo de la Santa Sede, no es posible levantarle la excomunión porque sólo puede hacerse con los vivos, pero la Iglesia ha comenzado a reconocer que las intenciones reformistas de Lutero y sus acusaciones de corrupción no eran erróneas. Francisco declaró en una entrevista con La Civiltà Cattolica: “Lutero fue un reformador. Tal vez algunos métodos no fueron correctos, pero en aquel tiempo vemos que la Iglesia no era un modelo: había corrupción, mundanismo, el apego a la riqueza y el poder”.

Uno de los grandes gestos sería la autorización de la “intercomunión”: la participación común en la eucaristía de cristianos cuyas iglesias no están en comunión entre sí. Esta posibilidad genera gran polémica en la Santa Sede y enfrenta a conservadores y aperturistas.

La Reforma Protestante, el segundo gran cisma de la cristiandad tras la separación de los ortodoxos, en 1054, marcó la historia de Europa y América.

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