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Madrid.—El Partido Socialista español (PSOE) ha quedado dividido en dos tras la rebelión del sector crítico que busca la dimisión de su secretario general, Pedro Sánchez.
La facción oficialista, de Sánchez, convocó ayer un comité federal para mañana con la misión de fijar elecciones primarias el 23 de octubre para reelegir al secretario y avalar su estrategia de formar un gobierno con Podemos.
El sector crítico, comandado por la presidenta de Andalucía, Susana Díaz, no acepta esta decisión y exige que una comisión dictamine si Sánchez debe ser cesado después de que los 17 denominados susanistas dimitieran el miércoles de la ejecutiva del partido. Su propósito al abandonar el cargo fue activar un artículo del reglamento del PSOE que propone disolver la dirección del partido si no hay bastantes miembros en su ejecutiva.
Desde Sevilla, Díaz se ofreció ayer a “coser” el PSOE. El objetivo de su grupo es que Sánchez no siga dirigiendo al partido tras la sucesión de derrotas electorales y, sobre todo, que no negocie una alianza con la izquierda y los nacionalistas catalanes.
La pregunta que se hacían los analistas españoles ayer era si esta crisis es reversible o el PSOE se dirige hacia una ruptura. Esta última posibilidad parece aún lejana; sin embargo, Josep Borrell, uno de los líderes más carismáticos del socialismo declaró: “Quiero un PSOE unido, que no sea una confederación de partidos regionales”. Con ello se refería a la dificultades que ha tenido Sánchez desde la dirección nacional para imponer sus tesis a los presidentes de las regiones de Andalucía, Extremadura y Castilla-La Mancha, que encabezan el levantamiento.
La fecha de mañana es importante. Las voces más dialogantes de cada bando intentan llegar a un acuerdo antes del comité federal, que podría llevar la disputa a los tribunales para decidir quién dirige el partido.
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