Un millón de empleos se perderán. Los ingresos de cada hogar retrocederán 5%. Los bancos abandonarán en masa La City. Los tambores independentistas revivirán en Escocia. La tensión étnica resucitará en Irlanda del Norte. Reino Unido quedará aislado como una isla.

Pese a todas estas advertencias, la mayoría de los británicos se inclinó por marcharse de la Unión Europea, un club al que han pertenecido desde 1973 y que terminaron tachando de “tirano” y “dictatorial”. Economistas y analistas de temas comunitarios creen que triunfó la emoción sobre la razón, la retórica sobre la información, el individualismo sobre la colectividad. Pero como en la vida cotidiana, los divorcios no son sencillos y el que protagonizarán Londres y Bruselas, no será la excepción, coinciden analistas consultados por EL UNIVERSAL.

“El Brexit tiene un costo inmediato, un alto nivel de incertidumbre, otro a largo plazo, de gran calado el económico y político. Las consecuencias serán para ambos lados del Canal de la Mancha. Fue una apuesta en la que ambos perderán”, afirma en entrevista Fabian Zuleeg, jefe ejecutivo del think tank especializado en temas comunitarios European Policy Centre.

“Nada de lo que se haga a partir de ahora será bueno, ni para Europa, ni para Gran Bretaña, porque el Brexit fue una apuesta al retroceso”, sostiene Camino Mortera, analista del Centre for European Reform.

La victoria del Brexit abre un periodo sin precedentes desde que Alemania, Francia, Italia, Bélgica, Holanda y Luxemburgo comenzaron el proceso de construcción de la Unión Europea. La bancada del Brexit, encabezada por el ex alcalde de Londres, Boris Johnson, principal candidato a reemplazar como premier a David Cameron, insiste en que buscará una salida “armoniosa” que permita conservar lo mejor de las relaciones con Europa sin sacrificios en migración, seguridad y política nacional.

“El bando del Brexit utilizó el mito de que la actividad comercial de Reino Unido continuaría como en la actualidad. Aseguró que era posible recuperar la soberanía sin libre circulación de personas, por ejemplo. Pero eso fue pura ficción. Deberán someterse a todas las reglas, con la diferencia de que no tendrán más poder de decisión”, sostiene Paul De Grauwe, profesor de la London School of Economics.

Según analistas, la UE enfrenta un gran dilema entre castigar al Reino Unido con un compromiso muy duro para evitar un efecto dominó y una ruptura masiva de la UE, o flexibilizar los términos de la salida para evitar que sufran la economía británica y la europea.

El reto es mayúsculo porque hay que desconectar cuatro décadas de integración en ámbitos que van desde educación, mercado laboral, investigación y desarrollo tecnológico hasta agricultura, pesca, industria, energía, servicios, por citar sólo algunos. Asimismo hay que gestionar las consecuencias de que se vaya 13% de la población de la Unión y la segunda economía más grande del bloque. “Europa va a ser un duro negociador, porque estamos ante una situación en la que un socio no quiere ser más miembro, no quiere seguir las reglas, no quiere pagar su cuota”, asegura Zuleeg.

“Los que piensan que puede haber una salida política, pero no económica de la UE, se equivocan. No conservará los beneficios de la membresía, porque Europa no puede sentar un precedente que permita a otros países seguir a Gran Bretaña [las fuerzas populistas de Holanda y Francia ya barajan esa posibilidad]”, continúa.

El primer paso en el “proceso de divorcio” será poner en orden el espectro político en Londres tras el anuncio de la dimisión de Cameron como primer ministro. Una vez que la Cámara de los Comunes haya ratificado el referéndum y fijado los pasos concretos para hacer el Brexit una realidad, el sucesor de Cameron, posiblemente electo en septiembre, deberá decidir cuándo invoca el Artículo 50 del Tratado de la Unión Europea, el mecanismo que permite la retirada voluntaria de un socio del bloque comunitario. La “independencia” de Londres quedaría consumada en 2019 o 2020 a más tardar, prevén los protagonistas de la campaña “Vote Leave”.

Tres opciones

En los pasillos comunitarios se manejan tres opciones de separación: Londres puede negociar un nuevo acuerdo bajo las reglas de la Organización Mundial del Comercio, pero se arriesgaría a toparse con tarifas comerciales y otras barreras que pondrían en desventaja a las firmas británicas.

La segunda opción es que la isla regrese al bloque comercial que cofundó en 1960, la Asociación Europea de Libre Cambio (AELC), compuesto por Noruega, Islandia, Suiza y Liechtenstein. Así podría participar en el Espacio Económico Europeo (EEE), aprovechando que hay un acuerdo que permite a los socios del AELC (excepto Suiza), aprovechar el mercado único europeo sin adherirse a la UE. El EEE incorpora esencialmente cuatro libertades del mercado interior (libre circulación de mercancías, personas, servicios y capitales), y excluye establecer vínculos con Bruselas en el ámbito de la justicia, seguridad, la política exterior y la política agrícola y pesquera. El problema para Londres sería que no podrían mantener cerrado su mercado laboral a los ciudadanos de la UE. La tercera alternativa es el modelo suizo. Berna es parte del AELC, pero no del EEE. Los suizos han preferido un pacto a la medida y lo han ido creando al paso de las décadas estableciendo unos 120 tratados bilaterales sectoriales con la Unión.

Los impulsores del Brexit, como Johnson, Nigel Farage del Partido de la Independencia del Reino Unido, y Michael Gove, ministro de Justicia, alegan que los instrumentos existentes no cumplen los ideales británicos, por lo que las relaciones con Europa se construirán con un molde nuevo. “Piensan que tienen todo el tiempo pero no es así, entre más se alargue la incertidumbre mayores serán los daños y más peligro habrá de una recesión”, advierte Camino.

“El jueves presenciamos un acto colectivo de suicidio de Reino Unido y una llamada de atención muy seria para la UE: debe reconocer que más de la mitad de un país está en contra de un proyecto europeo como está actualmente formulado, que se corre el peligro de una desunión irreparable entre los europeos y Bruselas, y que si seguimos así, estamos camino hacia la destrucción del proyecto europeo”. Es imposible predecir el final, pero serán negociaciones difíciles. El acuerdo final debe ser aprobado por al menos 20 socios de la UE que en conjunto sumen 65% de la población. Mientras, Reino Unido deberá cumplir sus obligaciones como miembro de la UE.

Una vez fuera, si Londres se arrepiente, podrá recurrir al Artículo 49 de la Unión, que da a cualquier Estado europeo la posibilidad de adherirse al bloque. Pero para entonces muy probablemente Reino Unido no exista más como la conocemos, pues Irlanda del Norte y Escocia se plantean la independencia luego del sí al Brexit.

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