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natalia.gomez@eluniversal.com.mx
A Javier Nava Coria, el sobreviviente mexicano del tiroteo del bar Pulse, se le hacen largos los minutos para encontrarse con su mamá y su hijo. Desde la cama del hospital en Florida, adonde fue llevado luego de haber recibido un balazo, dice que si puede hoy hablar, es por “un milagro”. Y no lo concibe de otra manera, porque finalmente la bala le alcanzó el abdomen y porque nunca dejó de escuchar las ráfagas la madrugada del domingo pasado.
En estos días, recibió el apoyo del cónsul de México en Orlando, Juan Sabines, quien ayer se reunió por primera vez con los familiares de las víctimas fatales del atentado en el club Pulse, las cuales recibieron visa humanitaria por parte del gobierno de Estados Unidos. De los cuatro cuerpos de los mexicanos fallecidos, tres serán repatriados a México, informó, así como del hecho de que cada una de las familias afectadas recibirá 7 mil 500 dólares para servicios funerarios. Dos de los asesinados tenían un estatus migratorio ilegal, pero aun así recibirán este auxilio.
“Dios existe y es verdad”. Cuando los doctores y amigos le hacen tomar conciencia de lo ocurrido, Javier no sale del asombro. “Es increíble la forma en la que entró la bala y que no le haya afectado ningún órgano”, le dicen. “Eres un sobreviviente entre tantos que murieron”.
El joven no puede negar que hubo instantes en los que, cuando estaba escondido en una oficina, hablando al 911 y oprimiendo con su otra mano su herida, pensó que serían sus últimos minutos de vida “En el momento de las detonaciones y mi intento de resguardarme, mi familia en México fue lo primero que tuve en la mente, pero también me sorprendí de la forma en que me iba a morir”, platica a EL UNIVERSAL.
En horas, este mexicano que llegó hace 11 años con visa temporal, verá a su hijo, de quien se separó cuando éste tenía apenas dos años y medio de su vida, para irse a Estados Unidos a trabajar con un amigo de su familia.
Javier estaba en el proceso de regularizar su estatus migratorio pero ahora con la visa U, para personas víctimas de violencia, que le está ayudando a tramitar el consulado de México en Orlando, tendrá una estancia legal en ese país y podrá visitar México y abrazar a aquellos a quienes dejó hace más de una década.
Un golpe del destino. El sábado Javier no tenía planes de salir: “Esa noche no íbamos a ir, sólo que unas amistades nos llamaron para invitarnos y llegamos tarde [a Pulse], aproximadamente a la una de la madrugada del domingo”, recuerda.
Luego vinieron la música, el baile, los tragos y las detonaciones. El joven cree que eran las dos de la madrugada cuando empezaron las ráfagas, porque el lugar empezaba a vaciarse. “Me tiré al suelo igual que todos, pensé en quedarme inmóvil pero me levanté y fue cuando recibí el disparo”.
Cerca había una puerta que lo conducía a un almacén y así con su herida caminó a ese lugar. El miedo lo invadió pero la adrenalina lo llevó rápidamente a subir unas escaleras que conducían a una oficina. Con él llegaron otras cuatro personas, y desde ahí pudo marcar al 911, donde lo guiaron para que cuidara de su herida.
Una vez en el hospital pudo hablar con su madre en México: “Me dijo que se sentía muy contenta de que estuviera bien”.