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En medio de una crisis de credibilidad causada por la difusión de unas grabaciones que comprometen al nuevo gobierno brasileño —en el supuesto intento de frenar las investigaciones por casos de corrupción en la compañía estatal Petrobras—, el presidente en funciones, Michel Temer, anunció ayer una serie de medidas de austeridad a fin de aliviar la peor crisis económica que Brasil enfrenta en décadas, y advirtió que si no se toman medidas urgentes se estaría sentenciando a futuras generaciones a “penurias extraordinarias”.
El tope de gastos anunciado por Temer y su ministro de Hacienda, Hen-rique Meirelles, incluyen un aspecto polémico: el de limitar incluso los gastos en salud y educación. Las medidas incluyen además el bloqueo de nuevos subsidios estatales para programas de gobierno, entre ellos, las iniciativas de ayuda social.
La economía de Brasil, motor importante para muchas naciones sudamericanas, se contraerá alrededor de 3% este año, después de una caída de casi 4% en 2015.
Temer afronta grandes desafíos para conseguir la aprobación de sus reformas en el Congreso. Aunque muchos legisladores apoyaron el juicio político contra Rousseff, será mucho más difícil que den el visto bueno a reformas complejas.
En la primera prueba de Temer con los legisladores, el Congreso debe aprobar una nueva meta fiscal para 2016, con un déficit presupuestario equivalente a casi 48 mil millones de dólares.
El presidente interino dijo que el gobierno recibirá el pago anticipado de aproximadamente 28 mil millones de dólares que le había prestado al banco de inversión nacional BNDES, y que eliminaría un fondo creado para invertir los ingresos petroleros en educación. Prometió, además, enviar una propuesta al Congreso que indexará el crecimiento del gasto público a la inflación, que actualmente ronda 10%.
Otras medidas incluyen el bloqueo de nuevos subsidios para programas de gobierno, como el de Agricultura Familiar, que compensa a productores que no consiguen solventarse comercialmente, y Mi Casa, Mi Vida, en el que el Estado asume buena parte de los costos de viviendas populares. “Los gastos tienen una trayectoria insostenible y no podemos condenar al pueblo en el futuro a grandes dificultades”, afirmó Temer.
Desde que el ex aliado de Dilma Rousseff asumió la presidencia interina, sindicatos, artistas, políticos y estudiantes han efectuado protestas en su contra. En el contexto de las nuevas medidas, el mandatario interino tendrá que esforzarse bastante a fin de convencer a los brasileños de su capacidad para impulsar un cambio positivo.
De acuerdo con una encuesta publicada ayer por el IBOPE (Instituto Brasileño de Opinión Pública y Estadística, sólo 31% de los brasileños se dijo “optimista” o “muy optimista” sobre Temer, mientras que 34% señaló que era “pesimista” o “muy pesimista”; un bajo porcentaje no respondió.