El presidente de Ecuador, Rafael Correa, decretó ayer ocho días de luto nacional en honor a las 654 víctimas fatales que, según el reporte oficial difundido anoche, dejó el terremoto de magnitud 7.8 que sacudió al país hace una semana, mientras la dimensión de la tragedia humana se evidenciaba en lugares como Pedernales, donde 25 mil personas se quedaron sin casa, sin trabajo, con hambre, sed, miedo y desesperanza.

Al concluir su informe semanal de labores, el mandatario anunció que “ha sido una tragedia nacional, pero vamos a salir adelante, de todas formas, por la pérdida de vidas y por el sufrimiento de esas familias”. Destacó el rescate de 113 personas, aunque el sismo y sus secuelas han dejado a su paso 16 mil 600 heridos, al menos 58 desaparecidos, casi 26 mil albergados y miles de millones de dólares en pérdidas que afectarán la ya maltrecha economía del país más pequeño de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).

Como ha sucedido en anteriores ocasiones por luto nacional, la bandera ecuatoriana se izará a media asta estos días, se usarán listones negros y se evitarán actos que impliquen festejos públicos. Correa subrayó que la gente afectada tiene angustia y sufrimiento porque se quedó sin trabajo, perdió sus casas y otras pertenencias, e incluso tiene sensación de inseguridad por las réplicas del terremoto que, según comentó, suman casi 800.

Pocos lugares fueron tan afectados como Pedernales, un pequeño municipio que quedó prácticamente devastado y en el que murieron 172 personas. La fase de búsqueda y rescate terminó y las autoridades locales dieron inicio a la remoción de escombros, demolición y la más difícil de todas: la reconstrucción física del municipio y de su tejido social que está destruido en 90%.

Niños bajo carpas improvisadas con pedazos de plásticos y telas viejas que se salvaron del terremoto, lloraban y pedían agua, pero no hay. Los adultos, afectados por la falta de comida, sacaban pequeños cartones con el letrero: “Tenemos hambre, tenemos hambre”.

En Manta, otra de las ciudades golpeadas, se vive una situación de pánico constante, con mensajes de origen desconocido que alertan de que habrá un terremoto peor, seguido de un tsunami que barrerá la zona. A pesar de todo, los residentes buscan volver a la normalidad.

Según Correa, el país necesitará hasta 3 mil millones de dólares para reconstruir las zonas devastadas, por lo que propuso un alza a ciertos impuestos, sin afectar a los pobladores de las zonas destruidas. Ayer, los bancos privados anunciaron la reestructuración de las deudas de sus clientes en las zonas adyacentes al terremoto.

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