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París.— Miles de estudiantes y trabajadores protestaron ayer en unas 200 ciudades francesas y se produjeron algunos incidentes violentos, contra una reforma del gobierno que relaja la semana laboral de 35 horas y modifica otras leyes al respecto.
Unas 28 mil personas marcharon en las calles de la capital parisina, de acuerdo con la policía.
Organizaciones estudiantiles y siete sindicatos se sumaron a la convocatoria en todo el país para rechazar la ley del gobierno socialista, que según afirman dañará gravemente las peleadas protecciones de los trabajadores. El gobierno y las empresas dicen que las reformas ayudarán a la economía y reducirá el empleo, que es de 10%, facilitando que las empresas contraten —y despidan— trabajadores.
Técnicamente, la propuesta, que se debate este mes de abril, mantiene la semana laboral de 35 horas, aunque permite a las empresas organizar horarios alternativos. Entre esas opciones hay una semana laboral de hasta 48 horas y jornadas de 12 horas. En “circunstancias extraordinarias”, los empleados podrían trabajar hasta 60 horas semanales. Los sindicatos alegan que la ley debilita la posición de los obreros.
El paro en numerosos servicios públicos y en los transportes contribuyó a ofrecer una imagen de éxito a los convocantes, que aseguraron que 1.2 millones de personas salieron a las calles del país pese a la desapacible jornada de lluvia, más del doble que el 9 de marzo.
La policía calculó, por su parte, 390 mil manifestantes en todo el país, frente a los 224 mil del pasado día 9 de marzo. En total, unas 30 personas fueron detenidas en todo el país, donde varios agentes resultaron heridos, blanco de los lanzamientos de piedras, botes de pintura y cocteles molotov, a los que respondieron con gases lacrimógenos y cargas policiales.
Casi 200 institutos permanecieron cerrados o bloqueados por los estudiantes, se anularon 20% de los vuelos del aeropuerto de Orly, además de retrasos medios de hasta 70 minutos en los vuelos que se mantuvieron.
También se suprimió el funcionamiento de una cuarta parte de los trenes del Metro de París y la mitad de los regionales, de cercanías o de alta velocidad, aunque se mantuvieron los internacionales. En las carreteras se acumularon casi 500 kilómetros de atascos, el doble que en una jornada normal.
Simbólico fue también el cierre de algunos monumentos, como la Torre Eiffel, ante la falta de personal para garantizar la seguridad.