La revolución comunista de Fidel Castro desatoró la iniciativa capitalista de los cubanos en los días de cambio que Cuba vive en la segunda década del siglo XXI y… aceleró la división de clases.

En vísperas de que el próximo 16 de abril cumpla 55 años de la proclamación de su carácter socialista por parte de Castro, con su meta de igualitarismo, la revolución establecida a partir del 1 de enero de 1959 mantiene sus principios políticos básicos, con el Partido Comunista de Cuba (PCC) como eje rector. Pero la rueda del capitalismo que activa y mueve a un sector empresarial particular o privado, y definido por el argot oficialista como “cuenta—propista”, penetra y gira con intensidad.

Atrapado en el revoltijo de una pesada burocracia estatal, menos del 5% de la población de Cuba—medio millón de empresarios—recurrió a múltiples y novedosas vías de negocios privados para “resolver”, “inventar”, sobrevivir y competir para disputarle una pequeña porción del mercado al que todavía hoy es un poderoso Estado capitalista.

“Antes el sueño cubano era irse de Cuba”, dijo la cubana Elia Pescoso, empleada de “El Esquinazo”, diminuto negocio privado en un rincón habanero cerca de la Plaza de la Revolución en el que apenas caben un refrigerador, un estante y una cocina, con dos mostradores y dos ventanales, para vender refrescos y bocadillos. “Ahora todos soñamos con tener nuestra empresa en Cuba, aunque sea pequeñita. Es mi sueño tener mi propio negocio. Es como todo en la vida: lo prohibido siempre atrae y así nos pasa a los cubanos. Queremos tener nuestro negocio”, explicó Pescoso a EL UNIVERSAL.

Ceder espacios

Tras el triunfo de 1959, el entonces joven Estado fue asumiendo control total de la economía y se convirtió en lustrador de calzado, albañil, carpintero, peluquero, hojalatero, ebanista, carnicero, pescador, taxista, telefonista y una larga lista de otros oficios, como cantinero, restaurantero, dueño de discotecas, productor y exportador de azúcar, hotelero, importador de petróleo y armas: toda actividad económica quedó bajo dominio del PCC.

Obligado por una profunda crisis económica que se prolonga desde hace más de 25 años y luego del desplome, entre 1989 y 1991, de lo que fueron los estratégicos aliados cubanos a partir de 1960 en el campo socialista de Europa del Este dominado por la ya desintegrada Unión Soviética, el ahora envejecido Estado debió ceder tareas. Pese a la oposición de las añejas estructuras de la ortodoxia revolucionaria, el régimen permitió el surgimiento de un pequeño sector privado, en especial en los últimos cuatro años y en un proceso de apertura económica afinado en 2011 y en marcha desde 2009 y 2010.

En su histórico viaje a Cuba del 20 al 22 de marzo pasados, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, acudió a una frase que describe, con toda claridad, la creatividad de la población de este isla: “El cubano inventa del aire”.

En una entrevista con este periódico, el cubano—estadounidense Tomás Bilbao, consultor de Engage Cuba, grupo privado de EU que promueve el deshielo total Washington—La Habana, advirtió que debe recordarse que “cuando el gobierno cubano anunció la expansión del trabajo por cuenta propia, alegó que lo hacía como parte de la iniciativa para enfrentar la crisis del país”.

“Todo eso es parte de la estrategia del gobierno de incrementar la productividad, los salarios, la eficiencia”, subrayó.

Costosos tributos

En la década de 1990, y ante el desplome comunista europeo, los cubanos exhibieron sus dotes empresariales con restaurantes caseros, taxis o renta de habitaciones, pero esas labores fueron castigadas con cuantiosos impuestos y muchos optaron por hacerlas en la clandestinidad. Surgió así una división de clases tener más o menos dólares.

Desesperados por las carencias materiales, sin recursos económicos y la eterna prolongación de sus líos, los cubanos se lanzaron a inventar y crear para tratar de ganar dinero, poder ir sorteando la crisis y aprovechar que en el segundo decenio de este siglo hay menos restricciones. Uno de los rubros más activos ahora es el de los bares privados.

El número de cubanos con negocios de cuenta propia aumentó de 441 mil 109 en diciembre de 2013 a 504 mil 613 en mayo de 2015, según el Ministerio de Trabajo de Cuba. En casos que ayudan a lubricar la rueda capitalista, hay numerosos “cuenta—propistas” que son proveedores de otros del mismo sector privado.

A uno se le ocurrió pedirle a un pariente que vive en Miami, Florida, que le enviara a La Habana una pantalla de plasma y un paquete de recientes películas para menores de edad y adultos. Tras recibir la encomienda y pagar impuestos aduanales (con dinero que su familiar también le mandó), el hombre reacomodó las sillas de la sala de su hogar, acopló un proyector de videos de discos compactos a la pantalla, instaló un cine casero y se inscribió como “cuenta—propista”, en una práctica copiada rápidamente por otros cubanos.

Aunque esa labor fue prohibida cuando a algún cubano se le ocurrió difundir pornografía, mostró las ansias empresariales de una población que, por decenios, solo ha tenido la opción de obtener lo que el Estado le venda o le regale y que, con el alegato de que es plaza sitiada por el embargo o el bloqueo que Estados Unidos impuso a Cuba en 1962 por su sistema político, limita las actividades económicas privadas.

Por eso, un caso empresarial es el de los “almendrones”, los automóviles “Made in USA” fabricados antes de 1960 que todavía circulan por las calles cubanas, son un atractivo turístico y fueron exaltados por Obama como ejemplos de emprendedores. Por unos 100 dólares, los dueños de esos vehículos—en cooperativas privadas o como individuos—ofrecen viajes de unas tres horas en sitios turísticos y, según la temporada, hacen varios recorridos diarios.

Dueños de “almendrones”, peluqueros y más de 200 categorías completan el trabajo por cuenta propia en Cuba, recordó Bilbao. “Todos han hecho su labor”, afirmó, “por aprovechar las oportunidades, a pesar de que todavía existen muchos obstáculos”.

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