Con una mescolanza de tolerancia con intolerancia, la diplomacia política de Cuba parece un ejercicio a dos manos para que la derecha nunca se entere de lo que hace la izquierda y viceversa.

¿Candil en la calle y oscuridad en la casa? En el flanco de la luz, el régimen cubano abrió sus puertas en 2012 para que dos bandos —las guerrilleras Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Estado colombiano— enfrentados a balazos en una sangrienta guerra civil que suma más de 52 años, negocien en la isla sobre sus diferencias y en 2016 es inminente que firmen la paz.

Además, autorizó que los jerarcas de dos Iglesias —el patriarca Kirill (Cirilo), de la ortodoxa rusa, y el papa Francisco, de la católica romana— distanciadas desde hace casi un milenio, se sentaran el 12 de febrero pasado en Cuba a dialogar de sus problemas. Al término del encuentro, el Pontífice aseguró, con sencillez y directamente, pero con picardía política, que de continuar ese camino, Cuba podría convertirse en la “capital de la unidad”.

Pero en el costado de las sombras, la duda persiste. ¿Por qué esa revolución instalada en 1959, sometida al control omnipresente del Partido Comunista de Cuba (PCC) y tolerante y abierta hacia afuera, es intolerante y cerrada hacia adentro y rechaza que un cubano que piensa y opina distinto al sistema marxista-leninista de gobierno, se exprese libremente y pueda negociar o dialogar con ese aparato político para zanjar sus líos?

¿Por qué es posible que los presidentes de Estados Unidos, Barack Obama, y de Cuba, Raúl Castro, máximas autoridades de gobiernos enemistados desde poco después del triunfo de la revolución, se hayan reunido dos veces y conversado en diversas ocasiones por teléfono en 2015 y se apresten a encontrarse en marzo próximo en La Habana?

Algunas respuestas pueden encontrarse en un famoso clamor lanzado por el fallecido papa Juan Pablo II al arribar a La Habana en enero de 1997: “¡Que Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba!”. ¿Le faltó a Juan Pablo II pedir que Cuba se abra a los cubanos?

Abel Prieto, asesor del presidente Castro y ministro de Cultura de Cuba de 1997 a 2012, encabezó en abril de 2015 a una serie de organizaciones de la isla que, cobijadas por el régimen pero con rostro de independencia o autonomía, asistieron a Panamá a la cita de la sociedad civil continental paralela a la VII Cumbre de las Américas.

En un acto que irritó al régimen, Panamá invitó a individuos y grupos de la disidencia u oposición cubana a ese encuentro y los reconoció como parte de la sociedad civil de la isla. Prieto y los emisarios oficialistas estatales se negaron a compartir mesas de debates con los disidentes y rechazaron ocupar los puestos que se les asignaron.

Apertura internacional

Pero Obama y Castro sí se reunieron en Panamá, por primera vez y 59 años después de la más reciente entrevista de presidentes de ambas naciones. Los gobernantes dieron continuidad a la normalización de nexos bilaterales, lanzada en diciembre de 2014 luego de más de 54 años de pleitos y de 18 meses de negociaciones secretas con mediación del papa Francisco y que llevó en julio de 2015 a pactar la reanudación de lazos diplomáticos, rotos unilateralmente por EU en 1961. La reapertura de embajadas se logró en julio y agosto pasados, en hechos de trascendental impacto interamericano y mundial.

Para consolidar sus contactos, Obama visitará a Castro el mes entrante, y él sí se reunirá con los disidentes cubanos.

Aparte de la negociación con EU, Castro se ha anotado una serie victorias diplomáticas, como la decisión de EU adoptada en 2015 de sacar a Cuba de la lista de países terroristas.

En septiembre de 2015, tras recibir al papa Francisco en Cuba, hizo su primer viaje como gobernante a EU al trasladarse a la sede de la Organización de Naciones Unidas en Nueva York, donde volvió a entrevistarse con su homólogo estadounidense. En febrero de este año, Castro viajó a París para ser recibido por el presidente de Francia, François Hollande, de quien fue anfitrión en la isla en mayo de 2015.

Con la Unión Europea, Francia “va a acompañar a Cuba” en el proceso con Washington, prometió Hollande a Castro en La Habana. Cuba tendrá en Francia a un “aliado fiel”, le garantizó.

En la cita en Panamá, Castro alabó a Obama por su valentía para impulsar el levantamiento del bloqueo económico que EU impuso a Cuba en 1962 y que es un —o el— factor clave para La Habana en sus negociaciones con la Casa Blanca. Derribar el embargo y otros muros que persisten entre los dos países; la exigencia cubana de que le sean devueltos los terrenos ocupados por una base militar de EU desde 1903, y a perpetuidad, en Guantánamo, oriente de la isla, son tareas pendientes pero vitales en la estrategia cubana frente a la dureza de su vecino del norte del Estrecho de Florida.

Diferencias irreconciliables

En marzo de 2012, al recibir al papa Benedicto XVI, Cuba aclaró que aunque aceptó reformar, abrir y actualizar su aparato económico de dominio estatal, para que los cubanos tengan empresas privadas, jamás habrá reforma y apertura política y que el sistema seguirá regido por el PCC, sin multipartidismo.

Aunque el deshielo con EU precipitó hechos históricos en 2015 y 2016, con pactos bilaterales impensables hace 15 meses en variados rubros y sin que Washington derogue el bloqueo, un diálogo revolución-disidencia parece todavía un punto lejano de la ruta.

“Toda construcción de un sistema político requiere del diálogo entre todos los actores, políticos y sociales. Es absolutamente imprescindible”, dijo el uruguayo Luis Almagro, secretario general de la OEA, a este diario.

Consultado por este periódico, el peruano Diego García-Sayán, ex presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, alegó que una sociedad como la cubana, que exhibe cómo se abre al comercio y la inversión del exterior, “a la corta o a la larga acaba flexibilizando sus estándares internos en materia democrática e institucional”.

“Es un momento muy importante en el que hay que acompañar ese proceso, sin dejar de hacer críticas”, añadió, al precisar que los casos registrados en Cuba con Francisco y Cirilo y con los colombianos son “paralelos”. “Un país puede cumplir una función importante en el escenario internacional, como la que está cumpliendo Cuba. Pero los procesos no necesariamente son unilineales, homogéneos y simultáneos”, subrayó.

La eventual muerte de Fidel Castro, de 89 años y líder histórico de la revolución, podría marcar el fin del cierre en Cuba a la disidencia, destacó el costarricense Francisco Barahona, catedrático universitario y especialista en derechos humanos y política internacional, para quien otros factores que pueden incidir a este respecto son “las presiones del Papa, de Washington y del resto de América Latina, que ya no está unida alrededor de Cuba”.

“Eso es un cambio geopolítico importante. Hace un año y medio o dos años, había un monolitismo de América Latina a favor de Cuba que no se tiene [por el deshielo con EU]. Por eso no se criticaban los excesos en Cuba [contra la oposición]. Todo eso tiene que dinamizar a una oposición interna”, dijo Barahona a EL UNIVERSAL.

Para el jurista español Baltasar Garzón, ex magistrado de la Audiencia Nacional de España, “antes o después” se va a producir ese encuentro revolución-disidencia. En una plática con este diario, puntualizó: “Estoy en favor de la posibilidad de ese encuentro: es mejor sumar”.

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