Con una economía contraída y un volátil escenario político, América Latina y el Caribe entraron a 2016 con el arrastre de un amenazante fuego que podría provocar que se descarrillen los progresos logrados con la salida de unas 50 millones de personas de la pobreza de 2003 a 2013: la región más desigual del mundo podría entrar a una nueva ruta de estancamiento o de retroceso incontenible en la atención de su factura social.

Con la persistente caída en los últimos años de los precios internacionales de las materias primas, desde las minerales, las fósiles y las líquidas o gaseosas hasta las animales y las vegetales que, con escaso o ningún valor agregado, son exportadas por la zona, la realidad presiona a que la región deje de depender de que un golpe en las bolsas globales lleve al alza a esos productos en los mercados globales.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) previó el año pasado que, como bloque, la región cerraría 2015 con una contracción de su economía de 0.4% y que en 2016 sólo habrá un humilde crecimiento del 0.2%, insuficiente para sostener la reducción de pobreza, la generación de empleo y el aumento del poder adquisitivo y del consumo.

Datos de la CEPAL de 2015 mostraron que, con una población de unos 662 millones de habitantes en 2015, la región sigue exhibiendo la mayor desigualdad en la distribución de ingresos y otros rubros y que la pobreza azota a 167 millones de personas, con 71 millones en miseria extrema. Sin embargo, las cifras bajaron respecto de los 184 millones de pobres que había en 2007 o de los 221 millones en 2002, de acuerdo con la Comisión, en un comportamiento asediado por el flanco financiero.

Ya 2014 consolidó el estancamiento en el proceso de reducción iniciado en 2012 y con una tasa invariable cercana al 28% de la población. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) advirtió a mediados de diciembre anterior que, por primera vez en los últimos cinco años, el desempleo aumentó en América Latina y el Caribe, con la destrucción de un millón 700 mil puestos, de los que 900 mil estaban en Brasil.

Días y marcas. La primera gran fecha clave del calendario político de América Latina y el Caribe en 2016 se registró el pasado 5 de enero, cuando la oposición venezolana asumió —por primera vez desde el inicio de la revolución chavista en 1999— el estratégico control de la Asamblea Nacional de Venezuela, pese a las recurrentes y recientes maniobras oficialistas por minar el terreno e impedir cualquier cambio en el rumbo socioeconómico e ideológico de ese atribulado país.

La puja chavismo versus antichavismo, que se exacerbó ante la victoria opositora en los comicios legislativos venezolanos del pasado 6 de diciembre, llegó a un punto de inflexión con el ascenso opositor al mando parlamentario para intentar desmontar parte del aparato socialista y con la negativa oficial a
ceder posiciones para impedir la desarticulación revolucionaria.

Mientras tanto, los precios del crudo, vitales en la economía de Venezuela y en su proyección política regional, siguen en caída, y las maquinaciones oficialistas de asedio a sus rivales, para bloquearles la operación legislativa tampoco cesan.

Pero mientras en Venezuela crecerán los incendios políticos, en Colombia se apaciguarán.

La probable firma final de la paz —prevista para marzo— emerge como uno de los sucesos de mayor trascendencia histórica continental luego de más de 50 años de guerra. Como parte de las gestiones de paz que realizan desde 2012 en Cuba, el gobierno colombiano y las insurgentes Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) prometieron en 2015 que el 23 de marzo de 2016 suscribirán la paz, aunque nadie descarta retrasos.

“Ese día no es una fecha fatal”, aclaró la ministra colombiana de Relaciones Exteriores, María Elena Holguín, en una declaración a EL UNIVERSAL.

“Es sólo una fecha no fatídica mencionada por el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y Timochenko (Rodrigo Londoño), el jefe de las FARC”, dijo.

En la agenda hemisférica habrá un constante monitoreo de la situación política y económica de Argentina, tras los acelerados cambios introducidos, casi con espectacularidad, por el presidente Mauricio Macri luego de su toma de posesión, el pasado 10 de diciembre.

Macri puso un cerrojo a las acciones populistas de 12 años consecutivos de gobiernos peronistas comandados por el matrimonio de los presidentes Néstor Kirchner (ya fallecido) y Cristina Fernández, y 2016 será vital para oxigenar y consolidar el cambio.

A esto se unirá la profunda crisis económica y política que azota a Brasil, con todos los riesgos que implican para la presidenta Dilma Rousseff y sus fuerzas partidistas y con un peso pesado de la economía hemisférica arrinconado por los números fiscales en rojo, mientras las acusaciones de corrupción se extienden.

En lo que fue una faceta clave por su repercusión para México como vecino de Guatemala, el cómico guatemalteco Jimmy Morales Cabrera tomó posesión el pasado 14 de enero como presidente de ese país, estremecido en 2015 con la obligada renuncia de Otto Pérez Molina a la presidencia y su encarcelamiento como presunto líder de una red criminal que provocó una millonaria defraudación aduanera.

Guatemala es una caldera política de pronóstico impredecible pero inquietante para la región.

Luego de que en el primer minuto del 1 de enero se conmemoró, ya como añeja rutina regional, un nuevo aniversario —el 57— del triunfo de la revolución cubana, la atención seguirá concentrada en el avance, retroceso o estancamiento de las negociaciones entre Estados Unidos y Cuba para tratar de lograr la normalización plena de sus lazos. El proceso se hará en un año electoral en EU, ya que los comicios presidenciales para escoger al sucesor de Barack Obama serán el 8 de noviembre y el sensible factor cubano estará en algún sector del epicentro del debate.

Con los comicios generales de abril en Perú, de mayo en República Dominicana y de noviembre en Nicaragua como las principales fechas del calendario electoral de América Latina y el Caribe en 2016, también habrá un referéndum constitucional aprobatorio en Bolivia el 21 de febrero para aprobar o rechazar una reforma a la Carta Magna que permitirá una nueva postulación de Evo Morales a la presidencia.

En todo este confuso panorama socioeconómico y político de tensiones e inestabilidad, los pronósticos confirman a Centroamérica como gran punto de origen, tránsito y destino de migrantes latinoamericanos, caribeños, asiáticos y africanos en ruta a EU, vía México, pero también como una de las zonas sin guerra más violentas del mundo.

La zona centroamericana continuará alimentando el explosivo cóctel de mortales ingredientes, desde maras o pandillas, crimen organizado, inseguridad, masiva migración irregular y corrupción política, policial, militar, judicial, empresarial y partidista con impunidad, hasta miseria, exclusión social, racismo, desempleo y creciente desesperanza.

En la lista de logros, 2016 aportará a la zona un valor agregado a su infraestructura: para el primer semestre está previsto que la ampliación del Canal de Panamá, iniciada en 2007 como uno de los principales megaproyectos de América Latina y el Caribe, por lo menos concluya. Aunque sin fecha para el inicio de sus operaciones, las nuevas esclusas se unirán a las abiertas en 1914 y se convertirán en una de las más importantes obras de infraestructura del Hemisferio Occidental en el siglo XXI.

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