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Enfrentado a un ardiente escenario de inestabilidad política, descontento social y alarma económica y fiscal, Jimmy Morales Cabrera prometió ayer tras jurar como presidente de Guatemala que será intolerante con la corrupción, advirtió que “no hay soluciones mágicas” y solicitó a los guatemaltecos “juego limpio” y unirse para enfrentar al “dinosaurio” del saqueo de los recursos públicos.
“Seguimos fieles a nuestra promesa [electoral]. No tolerar la corrupción ni el robo. Eso es algo que sí podemos cumplir y lo vamos a hacer desde el primer día”, proclamó Morales, al tender una mano de concordia y de unidad a los miles de indignados guatemaltecos que en 2015 lucharon en paz contra la corrupción política y garantizar que su gestión de cuatro años será de “honor, sacrificio y esperanza”.
Con sus marchas callejeras de abril a agosto de 2015, recordó, el pueblo de Guatemala expresó “inconformidad contra la corrupción y la impunidad” y logró “mucho”. Los guatemaltecos “hartos de la corrupción y del descaro, reclamaron justicia y rendición de cuentas”, reiteró, al pedir a sus compatriotas mantenerse unidos para luchar contra ese flagelo, en un país con más de la mitad de sus 16 millones de habitantes sacudidos por la miseria.
Con frases como “no a los abusos y a la corrupción” o que “en nosotros está pasar de la noche de la corrupción al amanecer de la transparencia”, Morales centró su primer mensaje.
Cobijado por la majestuosidad del Centro Cultural Miguel Ángel Asturias, de esta capital, y ante autoridades nacionales y jefes de Estado e invitados extranjeros, como el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el rey emérito de España, don Juan Carlos, Morales, de 46 años, juró a las 17:48 horas como décimo presidente de la era democrática que, luego de 32 de regímenes militares, se instaló en Guatemala en 1986.
“Juguemos limpio y exijamos juego limpio en toda la gran cancha que es Guatemala”, insistió Morales, actor que emergió en 1993 como popular cómico y que, inexperto en asuntos públicos, llegó a la presidencia en una época convulsa a 19 años de la firma del pacto de paz que acabó con una guerra que, de 1960 a 1996, hincó a este país.
Morales recibió la presidencia de Alejandro Maldonado Aguirre, quien gobernó sólo 133 días, porque como vicepresidente le correspondió asumir luego de que Otto Pérez Molina, arrinconado por las acusaciones de corrupción, debió renunciar. Junto a su esposa, Gilda Patricia Marroquín, Morales fue juramentado por Mario Taracena, presidente del Congreso.
Al aclarar que “como presidente es poco lo que podré hacer solo o solo con mi equipo de trabajo”, anunció acciones para abastecer hospitales y otras medidas sociales.