Tras casi 17 años de régimen chavista, el bullying transformado en política estatal será “sepultado” en Venezuela. La descripción —curiosa, directa, sencilla y precisa— es del venezolano Jesús Torrealba, secretario general de la triunfante y opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD), en una entrevista con EL UNIVERSAL.

Con la victoria opositora en los comicios parlamentarios del pasado domingo, se registró, más que una pérdida del chavismo, una derrota del “diosdado-madurismo”, dijo Torrealba, al referirse a las figuras jerarcas oficialistas: Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, y Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional.

¿Qué significa el triunfo de la oposición?

—Significa el retorno de la política. En Venezuela, en los últimos 17 años, no ha habido ejercicio político, ha habido bullying transformado en política de Estado y eso se acabó. Vamos a que fuerzas, factores y sectores distintos de una estructura de poder se vean forzados a conversar y a competir, que es la esencia democrática. Pero a competir no para ver quién destruye al otro, sino quién lo hace mejor en beneficio del país y del ciudadano. En la MUD tenemos que reinventarnos: no es lo mismo unirse para oponerse que unirse para gobernar.

¿Cuáles van a ser los retos del chavismo?

—El oficialismo tiene un reto más complicado, que es administrar una derrota. Luego debe tejer una nueva capa dirigente capaz de comunicarse y ganar legitimidad afectiva en su base y comunicarse con el país pero no desde la amenaza y la agresión, sino desde la propuesta y el trabajo. Será un proceso tenso, no idílico, complejo, pero hay que hacerlo.

¿Por qué perdió el chavismo?

—No perdió el chavismo, sino el diosdado-madurismo. Chávez murió [en 2013], salió de la escena política y vital. Una camarilla intentó hacer uso y abuso de su imagen y memoria, y trabajó a partir de dos mentiras inmensas: la primera, Chávez vive, y la segunda, Maduro es hijo de Chávez. Cuando la estrategia se basa en dos mentiras tan gruesas, todo se desmantela. Perdió la entelequia desprestigiada y corrupta del diosdado-madurismo.

¿Por qué venció el antichavismo en la jornada?

—Porque ganó la esperanza. No nos quedamos pegados en la denuncia, el dolor y el llanto. Logramos sintonizar la propuesta de unidad con la esperanza del pueblo. En 1998, cuando Chávez ganó por primera vez, los pulsos no fueron derecha o izquierda o capitalismo y socialismo, sino rabia y miedo. Un sector del país tenía rabia por lo que sucedía y otro tenía miedo de que un cambio le quitara los privilegios. Pudo más la rabia que el miedo y ganó Chávez. El pasado domingo lo que se confrontó no fue rabia y miedo, fue miedo y esperanza. La campaña del gobierno decía que si ganábamos los opositores, quitaríamos pensiones, casas y apartamentos. Era miedo, estaban traficando con el miedo pero pudo más la esperanza. El diosdado-madurismo perdió en todos los sitios emblemáticos de la hegemonía oficialista. Eso dice que hay un pueblo esperanzado y por eso ganamos.

¿Cuál es el corazón de la oferta opositora?

—Nuestra oferta quizás carece del glamour de las revoluciones naranja o de terciopelo de unos países y no encarna una epopeya adolescente o ninguna primavera política y quizás nuestra propuesta no sea sexy. Queremos construir un país con instituciones, con mejor calidad de vida y con buenos gobernantes comprometidos con los gobernados. Esas cosas pudieran no ser sexys, pero son las que la gente del primer mundo exige en sus países y los venezolanos no somos menos: es lo que queremos para el país.

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