Madrid

Durante varios siglos, millones de europeos se vieron obligados a abandonar sus países por las guerras, el hambre y la pobreza. Sólo en Alemania entre 12 y 14 millones de personas huyeron al finalizar la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), pero también lo hicieron los italianos del fascismo y los españoles del franquismo tras la Guerra Civil y la llegada de la dictadura de Francisco Franco.

Hoy es esa misma Europa a la que tratan de llegar miles de personas de distintas partes del mundo, protagonizando la peor crisis migratoria desde la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Para muchos inmigrantes el hecho de que es un continente en paz es motivo suficiente para recorrer miles de kilómetros. Pero además, aunque Europa empieza a salir de una crisis económica después de ocho años, algunos países como Alemania, Francia, Dinamarca y Finlandia tienen los mejores estados de bienestar del mundo, con sistemas de educación y sanidad universales y gratuitos, un mercado laboral que ofrece puestos de trabajo, prestaciones por desempleo y ciudades con altos niveles de seguridad.

Pero esa Unión Europea (UE) que se creaba hace unas décadas bajo los principios de la solidaridad y la justicia, hoy apenas si les abre las puertas. Alemania y Austria dieron muestras de lo anterior, al recibir a miles de personas, en su mayoría sirios. En contraste, muchos países del bloque ven a estos migrantes como una amenaza a su estabilidad y sus gobiernos ordenan construir muros, vallas y alambradas, endurecen sus leyes migratorias para evitar que vengan y esgrimen criterios económicos para no concederles asilo.

Hasta hace unos meses España e Italia eran los países que recibían mayor número de inmigrantes a través del Mar Mediterráneo. Hoy en día es la ruta de los Balcanes la que está desbordada. Desde que comenzó la guerra civil en Siria en 2013, unos 4 millones de personas han abandonado el país en busca de asilo. Huyen de la guerra civil, pero también del grupo yihadista Estado Islámico (EI), y se dirigen hacia el norte, ya que la vecina Jordania ha cerrado la frontera. Muchos son víctimas de las mafias y otros mueren en la larga travesía, pero eso no impide que cada día sean más los que emprenden el viaje pese a los fuertes controles fronterizos.

¿Y qué hace Europa? Incumpliendo el artículo 14 de la Declaración Universal de Derechos Humanos que establece que “en caso de persecución toda persona tiene derecho a buscar asilo y a disfrutar de él en otros países”, restringe las cuotas de refugiados e incluso hay países como Reino Unido y Hungría que se niegan a aceptar a alguno.

Los sirios no son los únicos que sueñan con alcanzar el Viejo Continente. También personas de países que están en guerra como Irak, Ucrania, Afganistán y Libia o emigrantes económicos que vienen de Irán y Paquistán, o de países africanos como Marruecos, Argelia, Somalia, Etiopía y Nigeria. Unos lo hacen a través del Mar Mediterráneo hacia España, Italia y Grecia; otros por la ruta de los Balcanes. Y no son sólo hombres, también hay mujeres, ancianos y niños.

Siria, una nación en fuga

Hoy en día es la población siria la que está huyendo de manera generalizada. Según la ONU, hay al menos 7.6 millones de personas desplazadas dentro de Siria, que tenía 23 millones de habitantes al inicio de la guerra, y 4 millones fuera del país. Todos cruzan Serbia y al llegar a Hungría, según el Acuerdo de Dublín, deben pedir asilo allí, ya que es el primer país de la UE que pisan.

En caso de ser encontrados en otro país, deben ser devueltos a Hungría. Pero esto no se cumple porque Hungría, que acaba de levantar una valla en su frontera y de anunciar que deportará a todos los emigrantes económicos, no los registra y les permite seguir su ruta hacia el norte de Europa argumentando que no se puede hacer cargo de todos ellos.

Además, aunque la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE de 2007 garantiza el derecho de asilo, no hay un procedimiento común en los 28 países miembros. Mientras en España hay un tipo de asilo en función de la situación de la nación de origen y se revisa por si cambia, en Alemania, la mayor economía de la UE y donde 10% de sus 80 millones de ciudadanos son extranjeros, el estatus de refugiado es permanente e irrevocable y facilita la nacionalidad. Por eso es Alemania el país que más solicitudes recibe (se estima que este año recibirá 800 mil, batiendo un récord) y de los que más concede, junto con Suecia.

De nada sirvió que hace unos días se aprobara la distribución obligatoria de refugiados: 40 mil, entre los 28 países que conforman la UE según unos criterios de reparto (basados en la fortaleza económica, la productividad y el tamaño de cada país) establecidos por la Comisión Europea. Muchos gobiernos se negaron a aceptar el número que les correspondía, como España, Hungría, Reino Unido y Lituania.

La terrible noticia de la muerte, hace unos días, de 71 refugiados sirios, entre ellos cuatro niños, asfixiados en un camión abandonado en Austria; y las fotos del niño kurdo-sirio Aylan muerto en una playa turca cuando intentaba llegar a la isla griega de Kos han conmocionado al mundo. Y en países como Islandia, la opinión pública, a través de Facebook, ha pedido al gobierno que acoja a un mayor número de refugiados sirios, y el Ejecutivo lo está considerando.

También los líderes europeos han vuelto a poner sobre la mesa un asunto que llevan años sin solucionar. Como se demuestra en cada Consejo Europeo, existe una división entre los Estados sobre la estrategia a seguir y mientras países como Alemania y Francia (fundadores de la UE) continúan con su tradición de ser receptores de asilados y refugiados, hay otros menos solidarios y partidarios de cerrar las fronteras.

Los expertos coinciden en que la situación es muy trágica y que Europa debe trabajar de manera conjunta para acabar con esta sangría humana. “Los países de la UE deben reconocer la preocupante crisis humanitaria que existe”, dice el director de la oficina para Europa de ACNUR, Vincent Cochetel, “He estado trabajando 30 años con ACNUR. He visitado muchos países africanos y europeos y nunca había visto una situación como esta”, añade. “Está ocurriendo en la Unión Europea, lo que es algo totalmente vergonzoso”.

Todos coinciden en que es necesaria una política exterior y de seguridad común. Es necesario un operativo marítimo conjunto con un mandato explícito de rescate; son necesarios más recursos a la asistencia humanitaria para los refugiados una vez que llegan a territorio europeo; hay que luchar contra los traficantes de personas en los países de donde parten los inmigrantes, pero también se debe actuar sobre las causas que provocan en algunos países las salidas masivas de personas.

Es necesario establecer condiciones legales con garantías de seguridad para las personas que huyen de la guerra, pero también habría que invertir en algunos países africanos donde el índice de pobreza es muy alto. A lo largo de estos años se han reforzado las políticas orientadas al control de fronteras. Y como se ha demostrado, han fracasado.

El profesor de Ciencias Políticas Sami Naïr considera que “si las políticas de contención de estos últimos 30 años saltan hoy es principalmente porque han llevado a la acumulación de una enorme demanda migratoria insatisfecha, sin percatarse de que la única manera de limitarla era el aumento significativo de la ayuda al desarrollo en los países no comunitarios a fin de estabilizar in situ las poblaciones”.

Una de las consecuencias de esta migración masiva es que en muchos países europeos como Francia, Alemania y Holanda han crecido la xenofobia y el racismo. Ya son muchos los partidos políticos que reclaman aislamiento, deportaciones masivas y la construcción de nuevos muros y vallas. Y que en sus discursos electorales comparan la inmigración con la delincuencia. Sin embargo, Europa envejece más rápido que otras regiones del mundo porque los ciudadanos cada vez tienen menos hijos y cada vez viven más años. Por todo ello, el continente necesita a los inmigrantes.

Sólo en Alemania se calcula que en el año 2050 el número de personas en edad de trabajar habrá caído un tercio, de manera que el país necesitará entre 275 mil y 490 mil inmigrantes al año para mantener sus niveles de prosperidad económica y para pagar a los pensionistas alemanes. Una razón lo bastante importante como para que los europeos dejen de tratar a los inmigrantes como una amenaza y empiecen a verlos como una oportunidad.

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