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Roma.— Loris de Filippi, presidente italiano de Médicos Sin fronteras (MSF), una de las ONG más comprometidas con el problema de la inmigración en Europa, afirma a EL UNIVERSAL que a “la Unión Europea (UE) le interesaron los inmigrantes sólo cuando comenzaron a afectar a Inglaterra y Alemania”, que este problema sería menos grave “si estas personas fueran distribuidas en los 28 países” de la UE, y que ahora suman “51 millones de personas” las que escapan del África subsahariana y del Medio Oriente, sobre todo “mujeres, niños y ancianos”.
¿A que atribuye el ambiguo comportamiento de la UE frente al problema de la inmigración?
—Esto no es nuevo, desde hace 10 años el comportamiento de la UE es el mismo, ya que sólo comenzó a interesarse en la inmigración que llegaba al sur de Europa cuando afectó a Inglaterra y Alemania, pero también porque al inicio el fenómeno estaba bien circunscrito. La situación cambió con la primavera árabe. De España, Grecia e Italia el problema se extendió a los países balcánicos recién ingresados a la UE; en Italia, en 2013, desembarcaron 60 mil personas, mientras que en 2014 fueron más de 140 mil.
¿La política de cuotas, que no todos los países aceptan, es una solución para frenar un éxodo que crece diariamente?
— Si los migrantes fueran distribuidos entre los 28 países de la UE la situación sería diferente. El problema es que no todos los países quieren asumir esta responsabilidad, no sólo por la actual crisis económica.
Sin embargo, debo decir que para Italia, un país de 60 millones de habitantes, los inmigrantes que ha recibido no deberían ser un problema, ya que Líbano, con una población de 4 millones, hospeda a dos millones de inmigrantes.
Aun no recibiendo fondos de ningún gobierno, me parece que MSF se ha convertido en una organización clave para los migrantes.
—A partir de este año adoptamos la decisión de asistir a los migrantes también en el mar, porque Italia suspendió la operación Mare Nostrum, con la que salvó a mucha gente, provocando la muerte de mil 600 personas en los primeros cuatro meses de 2015. Con nuestras dos naves hemos salvado a más de 12 mil inmigrantes en el mar desde mayo. En tierra, estamos presentes en Macedonia, Hungría, Serbia y África, porque para nosotros es importante salvar vidas en cualquier parte del mundo.
¿Cómo es la situación en el otro lado del Mediterráneo, de donde llega la gente que arriesga la vida para venir a Europa?
—Hace 12-13 años encontrábamos en Lampedusa o cerca de puertos italianos, cultivando la tierra, a inmigrantes que habíamos auxiliado. Eran adultos y jóvenes listos para trabajar, mientras que hoy sólo salvamos —en el mar o en los Balcanes— a mujeres, niños y ancianos provenientes del Cuerno de África, de Eritrea, Somalia, pero también de Nigeria, Mali, Siria.
¿Es cierto que millones de personas están por atravesar el Mediterráneo?
—Podemos hablar de 51 millones de personas que escapan sobre todo del África subsahariana y de Medio Oriente. Frente a esta realidad hemos lanzado la campaña “Millones de pasos” para sensibilizar a la opinión pública europea de que no debe sentirse asediada, sino copartícipe y ayudar a una parte de la humanidad que escapa de la guerra y la miseria.
La UE dice que acogerá a refugiados políticos, pero no a quien busca trabajo. ¿Es posible devolver a su país a tantos de los llamados migrantes económicos?
—Los países bien organizados pueden hacerlo, pero el problema es otro. Es muy difícil diferenciar a un inmigrante económico de un refugiado cuando se habla de África. Nosotros trabajamos en países que no están en guerra y no aceptamos esta diferencia, porque esta gente huye de la miseria y del hambre.
Con la migración ha resurgido en la UE el racismo. ¿Esto ha condicionado la esperada respuesta política de los gobiernos?
—Sin duda. Con la crisis de hoy el egoísmo ha dado estos frutos. Los políticos que creen en la solidaridad deberían hacer entender la complejidad del mundo de hoy y la riqueza que aportan los migrantes. Serviría una reeducación social, pero lo único que se ve son los políticos oportunistas, populistas y racistas que explotan la inmigración para ganar votos cuando 51 millones nos piden ayuda. Nosotros debemos hacer algo para acabar con este éxodo, porque en alguna forma somos responsables de él.
¿Existe una solución para frenar este éxodo?
—La solución es que Europa se interese seriamente en lo que está sucediendo. Hace unos meses Kenia sufrió un ataque y su gobierno dijo que cerraría el campo de refugiados más grande del mundo: hospeda más de 400 mil refugiados somalíes desde 1992. Si esto sucediera toda esta gente intentará llegar a Europa.
¿Que responsabilidad tiene la ONU en esta crisis?
—La ONU no evaluó correctamente su dimensión al no dar la debida importancia a los naufragios en el Mediterráneo ni a los cientos de miles de personas torturadas y maltratadas por policías y paramilitares. Sólo cuando supo de los ahogados en las costas de Libia y de los muertos en los Balcanes, Ban Ki-moon, muy tarde, como siempre, comenzó a ver qué cosa podía hacer la ONU.
Ahora espero que el Alto Comisionado para los Refugiados y otras organizaciones hagan algo para que estas personas puedan llegar a Europa por vías legales y seguras.