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Irma Muñoz suele pasar por la cama donde murió su hijo Jorge Luis Tinoco, en el hospital Rubén Leñero, donde curiosamente ella trabaja. En ese espacio toma fuerzas para seguir su jornada y recuerda las aventuras de su hijo disfrazado en los hospitales como rey mago o payaso para animar a niños enfermos.

Jorge Luis fue camillero en el Hospital Materno Infantil y ayudó a sobrevivir a varios bebés al evacuarlos antes de la explosión. Junto con la enfermera Mónica Orta, que también murió, se quedaron a resguardar a otro infante que no podían sacar.

Jorge sufrió quemaduras graves y golpes debido al siniestro. Falleció tras ocho días de atenciones desesperadas de los médicos.

“Le doy gracias a Dios por el hijo que me dio, si yo me pongo a resentirme no voy a evolucionar. Él me dejó plena como madre”, sostiene Irma al resaltar que Jorge nunca se metió en problemas y hasta el final fue leal a su vocación por ayudar.

Esa vocación llevó al joven a titularse en noviembre de 2014 en la carrera técnica de Trabajo Social en el Cetis 5. Estudiaba y trabajaba. Días antes, el 30 de octubre, había cumplido 27 años y su madre le regaló un anillo para celebrar su graduación.

Irma, habitante de Iztapalapa, admite que una parte de ella murió cuando vio a Jorge llegar de emergencia al Rubén Leñero, con quemaduras en la mayor parte de su cuerpo.

“Cuando lo vi bajar de la ambulancia más muerto que vivo también me morí, (…) pero tu opción es morirte bien o vivir, y si vives, que sea con dignidad”, comenta la señora Muñoz a unos días de cumplirse un año de la tragedia de Cuajimalpa.

Uno de los motivos de la señora Muñoz para seguir adelante es su madre, Laura Galicia, quien crío a Jorge desde que tenía un mes de nacido: “Quedó muy triste, ella estaba bien, pero sepultó no a su nieto, a su hijo”, dice ante Laura, quien usa lentes y se desplaza en silla de ruedas.

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