José acomoda su cabello mientras se sienta al otro lado de la mesa. Se muestra risueño, jovial. Tiene 17 años, pero fueron demasiadas las experiencias que acumuló durante el año y medio que vivió en la calle y trabajaba ofreciendo servicios sexuales. Él no lo sabe, pero formó parte de estadísticas en las que sólo se sabe que la cifra de personas en situación de calle va en aumento.
Al comparecer ante la Asamblea Legislativa local, el secretario de Desarrollo Social (Sedeso) de la CDMX, José Ramón Amieva, afirmó que esta población fluctuaba entre 3 mil y 4 mil 500 personas, en julio de 2016.
Un mes antes, en la Gaceta Oficial de la CDMX se publicó el Protocolo Interinstitucional de Atención Integral a Personas en Riesgo de Vivir en Calle e Integrantes de las Poblaciones Callejeras, al cual se le otorgó una partida de arranque de 70 millones de pesos.
En ese documento se estableció que debía censarse a este sector poblacional, sin embargo, a ocho meses de la publicación del protocolo, las autoridades afinan detalles metodológicos.
En entrevista con EL UNIVERSAL, Héctor Maldonado, titular del Instituto de Asistencia e Integración Social (Iasis), adelantó que se recorrerán simultáneamente 257 puntos de concentración de población en situación de calle que se tienen identificados. “No queremos hacer todo rápido, necesitamos procesos que sirvan de análisis, no criminalizándoles. Vamos a ver cuál es el riesgo que tienen para estar en la calle, el motivo de vivir ahí, qué escolaridad tienen y en qué se les puede ayudar”, señaló.
El censo deberá realizarse al menos cada dos años, será coordinado por el Iasis en colaboración con organizaciones de la sociedad civil, expertos, entre otros; lo que permitirá obtener información cuantitativa y cualitativa.
La importancia de un diagnóstico de este sector permitirá comprender el fenómeno de las poblaciones callejeras, diseñar un plan de trabajo en materia de intervención, que a su vez derivará en la obtención de un panorama general e integral de la problemática en la CDMX.
Un cálculo realizado por este diario muestra que de 2008 a 2012, la cifra de personas en situación de calle del censo Tú También Cuentas, de la Sedeso, aumentó en promedio 418 por año. Si la tendencia se hubiese sostenido de manera regular, para finales de este año se encontrarían 5 mil 686 personas en situación de calle. Muchos de ellos con historias de violencia.
Héctor Maldonado reconoció que existe un aumento constante en las cifras que obedece a múltiples factores: violencia intrafamiliar, adicciones, pobreza y migraciones.
En julio de 2015, el gobierno local reportó 3 mil 739 personas en el conteo a poblaciones callejeras. Durante un recorrido nocturno por las principales avenidas de la capital se obtuvo que la delegación que concentra ese sector poblacional es la Cuauhtémoc, con mil 45 personas en situación de calle. Le siguen Venustiano Carranza y Álvaro Obregón, con 974 y 649, respectivamente. A la lista se suman Iztacalco con 257 personas; Gustavo A. Madero, 249; Iztapalapa, 179; y Miguel Hidalgo con 121 personas.
La lista la continúan Benito Juárez, Azcapotzalco, Coyoacán, Milpa Alta, Magdalena Contreras, Cuajimalpa, Tláhuac, Tlalpan y Xochimilco con menos de 100 personas en situación de calle cada una.
Estrategia asistencialista
José vivió con sus tíos durante tres años después de que su familia adoptiva muriera. Durante ese tiempo, se dedicó a quemar discos, pues el negocio familiar era la venta de piratería. No tuvo la oportunidad de seguir con sus estudios. Aunado a ello era sufría malos tratos y vejaciones que lo orillaron a abandonar su hogar. “Llegué con ellos a los 10 años y a los 13, un día me mandaron a dejar un disco a un señor que me dio 300 pesos y pues dije ‘ya no voy a regresar’. Esa noche la pasé en la calle”, recordó.
Laura Alvarado, directora general de la Fundación Pro niños de la calle, señala que “cuando un chavo se va a la calle es porque no tiene otra alternativa, no es una elección como tal porque no es cierto que tenga muchas posibilidades.
“Cuando vives en un contexto de precarización como estos chavos lo único que tienes a la mano es este mundo que sí está abierto, ahí resuelves necesidades que no son solamente materiales, pero que también son una serie de otras necesidades sociales y emocionales”.
La Sedeso brinda atención a la población en situación de calle a través de los Centros de Asistencia e Integración Social (CAIS). De acuerdo con cifras de la dependencia en el periodo de enero a agosto de 2016 se atendió solamente a 104 menores de edad. En estos centros reciben alimentación y un lugar donde dormir.
Sara Makowski, doctora en Antropología que ha trabajado de cerca con grupos en situación vulnerable, asegura que “se sigue interviniendo públicamente desde una concepción y estrategia asistencialista de discriminación hacia esta población, no se tiene una política pública incluyente y sobre todo son programas o acciones públicos que no consideran a los actores centrales que viven esta problemática”.
José se fue a vivir con un hombre al que conoció antes de abandonar su hogar. Los primeros meses fueron buenos, contó, pero con el tiempo comenzaron los maltratos; él los toleró pues pensaba que “así era el amor”.
Sin embargo, llegó un punto en el que los golpes fueron demasiados y, nuevamente se vio obligado a salir a la calle.
Desde ese momento, a los 15 años, José entró en el mundo del sexoservicio. Una persona que conoció antes de abandonar a su pareja le platicó del lugar. Todas las noches, señaló José, se plantaba entre la Diana y el Ángel de la Independencia y esperaba “ a ver quién pasaba”. Los días los ocupaba para dormir, subía al Metro y recorría las líneas, de terminal a terminal.
“Había clientes que te decían ‘si te fumas esto conmigo o si te inyectas te pago más’. Nunca me inyecté nada, pero sí fumé, según yo fue piedra. Me drogué como ocho veces, decía ‘hace un montón de frío, no he comido, la mariguana me puede ayudar’. Tal vez sentía feo pero se me iba el avión, le daba unos toques y sí me sentía mal, pero ya no sentía tanta hambre ni tanto frío”.
El estudio Identificación de necesidades de intervención en materia de prevención con población en situación de calle y personas menores en conflicto con la ley de 2012, del Instituto para la Atención y Prevención de las Adicciones en la CDMX (IAPA), reportó que 47% de los encuestados refirió como motivo de salida a la calle los problemas surgidos en el núcleo familiar. Asimismo, el DIF local a través del Programa Hijos e Hijas de la Ciudad (Programa HHC) reportó en su Estudio Cualitativo que 59% refirió a la violencia familiar como la causa principal y 11% el consumo de drogas.
Políticas a medias tintas
De acuerdo al informe Situación de los derechos humanos de las poblaciones callejeras en el Distrito Federal 2012-2013 de la Comisión de Derechos Humanos capitalina, “la mayor parte de las políticas y leyes que intentan solucionar las problemáticas relacionadas con estos grupos parten de concepciones que asocian la apariencia física y el consumo de drogas con la delincuencia, provocando también la criminalización de las actividades de supervivencia de dichas poblaciones”.
Una política integral ayudaría a reducir cifras como las que refiere la CDH, donde afirma que entre 2008 y 2012 ocho de cada 10 personas inculpadas e identificadas por el Tribunal Superior de Justicia local como poblaciones callejeras recibieron sentencia condenatoria.
Otro factor que impide la cabal atención, asegura Laura Alvarado, es la rápida transformación, no sólo en este sector, sino en las calles de la CDMX, pues los educadores de la fundación se ven expuestos a agresiones por parte de personas que reclutan a jóvenes en situación de calle para sus fines. Esto dificulta más su ubicación, pues al conseguir ingresos de la vida en la calle, los niños y adolescentes se salen del estereotipo del joven sucio, mal vestido, por lo que es difícil brindarles atención integral.
José fue haciéndose de amistades. “Era más fácil pasar la noche con ellos que solo. También conocí a personas desagradables que pasaban y te pedían dinero, si no les dabas te pegaban o te corrían”, recordó el joven.
Uno de los amigos de José le habló sobre la Fundación Pro niños de la calle. “Estaba súper mal, no trabajaba ni dormía, no comía, no me bañaba. Me salieron cosas en los pies, no podía caminar bien. Era muy feo”.
Así fue como llegó a Pro niños, que Laura Alvarado, su directora general, define como “una organización que quiere ser un espacio seguro para los chavos en un proceso de cambio que no tiene que ver solamente con en qué lugar estás viviendo sino en cómo ves tu vida, cómo defines tu identidad y en función de eso qué alternativas encuentras”. El proyecto de reintegración llamado De la calle a la esperanza, se divide en tres pasos: Vinculación, transición y Consolidación, donde se acercan a los jóvenes en situación de calle, los invitan a la fundación y les ayudan a decidir el siguiente paso que puede ser la reincorporación a su familia.
Para Laura Alvarado, vivir en la calle es visto como un estigma, y considera que “somos una sociedad sumamente clasista, discriminadora y que tiene marcadores sociales equivocados, entonces, en ese sentido se refuerzan las ideas de que son malos, sucios, peligrosos e inclusive las personas que tienen menos acceso a los beneficios de un sistema basado en el consumo”.
El Gobierno de la CDMX incluyó dentro del Programa General de Desarrollo 2013–2018 a las personas integrantes de las poblaciones callejeras como uno de los 10 grupos prioritarios para la elaboración, implementación y evaluación de la política social para el respeto, promoción, protección y garantía de los derechos humanos, tal como lo establece la Constitución Mexicana a partir de la reforma constitucional en materia de derechos humanos de junio de 2011 y el Programa de Derechos Humanos de la capital.
José termina su historia y sonríe. La parte sórdida ha terminado. Por fin se le abren las puertas de otro mundo que no es el de la intolerancia y el abandono. Con el apoyo de la fundación ha logrado incorporarse a un trabajo formal y continuar con sus estudios. Actualmente cursa la preparatoria.
Cuando se le preguntó cuál fue el punto decisivo para salir de las calles, él aseguró: “Creo que fue que alguien me dijera ‘¿sabes qué?, yo confío en ti, yo creo que tu puedes’. Que alguien se empezara a preocupar por mí, que me preguntara cómo estás, cómo te fue, cómo te sientes”.