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El sexo se ha convertido en el eje la política de EU. En las elecciones de Alabama se jugó, como lo admitió Trump, buena parte del futuro político de ese país. La derrota de Roy Moore ocasionada por una denuncia sexual en su contra, posicionó al Partido Demócrata en el Senado a un solo voto: 49 a 51. El sexo, o mejor dicho el antisexo, inclinó la balanza a favor del Partido Demócrata. Moore, el candidato perdedor, fanático evangelista, a quien Dios le habla por las mañanas, había acosado a una niña que ahora, mujer madura, lo denunció. El fracaso de Trump en Alabama, Estado abrumadoramente republicano, puede ser el principio de su esperado fin.
La historia de la tensión sexual inició en 1991, cuando Anita Hill una profesora de Derecho, declaró ante una Comisión del Senado que Clarence Thomas, nominado por el presidente George Bush (papá) a la Suprema Corte, la había acosado sexualmente cuando trabajaron en el Departamento de Educación. A pesar del testimonio, Clarence fue designado y es el juez asociado (ministro) más conservador que ha tenido la Suprema Corte de ese país.
Esa sociedad tan mojigata, tan preocupada por preservar el derecho a la intimidad de las personas, tan hipócrita, tan engañosamente cristiana, se enfrenta al levantamiento femenino en contra de conductas reprobables de sus miembros más conspicuos. En la televisión Bill O'Reilley y Charlie Rose. En el cine, Dustin Hoffman, además de Harvey Weinstein, acosador entre muchas otras mujeres de Salma Hayek. En la industria del restaurante el famoso chef Mario Batali, que además de amasar la pasta de los espaguetis le encanta manosear a las meseras. En la academia, profesores de prestigiadas universidades han sido denunciados por alumnas o alumnos y hasta rectores de universidades han dejado sus cargos. No se trata exclusivamente de aprovechar la condición femenina, el director de la Orquesta de la Opera Metropolitana de Nueva York James Levine, ahora inhabilitado, fue acusado de haber abusado hace tres décadas de un joven adolescente aspirante a músico. Por si no fuera suficiente, a un juez federal de gran prestigio lo descubren ahora como un pervertido (¿qué juez juzgará al juez? pregunta un editorial del New York Times).
En la Roma Imperial, cuando fracasó la República y se pensó que la autarquía podría salvar lo que quedaba de la grandeza romana, las mujeres tenían el papel que Aristóteles les asignó como inferiores, sólo un poco mejor que los esclavos. Los peores episodios de la deshonra de la mujer se dieron en Roma. Suetonio relata que Calígula no respetó a ninguna mujer. Las invitaba a comer con sus esposos: “Llevaba a la que le agradaba más a una habitación inmediata y volviendo después a la sala del festín, con las recientes señales de deleite, elogiaba o criticaba lo que había encontrado agradable o defectuoso en la persona de cada una de las relaciones con él”. En cuanto a Nerón escribe: “Sin hablar de su comercio obsceno con jóvenes libres y de sus adulterios con mujeres casadas, violó a la vestal Rubria”. “Hizo castrar a un joven llamado Esporo y hasta intento cambiarlo en mujer...”.
EU está en tal crisis que su cabeza, el presidente Trump, se ve más como un autócrata imperial, más cerca de Calígula o Nerón que de Alexander Hamilton. En el fondo la lucha es la disputa por la autonomía del cuerpo de las mujeres: el acceso al control natal, la lucha contra el rapto, contra la violación dentro del matrimonio y el derecho al aborto. El derecho a no ser acosadas en el lugar de trabajo es aparentemente el round del momento, pero lo que está en juego es si un presidente deshonesto como Trump, con sus excesos, su pasado como predador sexual y su incapacidad para seguir evadiendo su responsabilidad política podrá seguir en el cargo de presidente.
Se trata de una nueva revolución iniciada por mujeres abusadas, en la doble acepción: abusadas por ser inteligentes y perspicaces y abusadas por haber sido objeto de un trato deshonesto por parte de hombres poderosos.
Investigador nacional en el SNI.
@ DrMarioMelgarA