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Después de la cuarta ronda de negociaciones del TLCAN no puede haber duda de que ésta es una agenda política disfrazada de temas comerciales.
Las declaraciones del representante comercial Robert Lighthizer al final de la ronda nos recordó que para el presidente Trump sólo puede haber TLCAN si se logra un rebalance comercial que resulte justo para los trabajadores y las empresas estadounidenses.
Este reequilibrio implica modificar disposiciones del TLCAN a favor de EU para reducir su déficit sin importar que una negociación comercial no está hecha para lograr ese objetivo.
Estamos ante la tarea titánica de buscar empatar los intereses comerciales de México con la agenda de política interna de Trump, pues la salida de EU del TLCAN sí puede tener efectos negativos para los tres países, pero sobre todo para México dada nuestra dependencia del mercado de EU.
Recordemos que en 2016 la actividad exportadora representó 35% del PIB mexicano, en tanto que 81% de las exportaciones mexicanas (que representaron 28.9% del PIB) se destinaron al vecino del norte. En contraste EU coloca 16% de sus exportaciones en México y éstas sólo representan 1.25% de su PIB.
Asimismo, Wilbur Ross, en su audiencia de ratificación en el Congreso el 18 de enero pasado, señaló que EU dejaría el TLCAN si no obtiene concesiones, particularmente de México, haciendo ver que la carga de la prueba y la responsabilidad de contar con un acuerdo es de México.
En este escenario, me parece que México tiene, al menos, tres caminos para enfrentar, en el terreno comercial, los embates de la agenda política de Trump.
Un primer camino es el intransitable donde las propuestas de EU son claramente inaceptables.
Tal es el caso de la cláusula de revisión quinquenal (sunset review clause), las propuestas para dar representatividad a productores estacionales en regiones específicas (por ejemplo, Florida o Georgia) para iniciar casos de defensa comercial en el sector agropecuario o para debilitar los mecanismos de solución de controversias que dan certidumbre al TLCAN.
Asimismo, el buscar incluir un requisito de 50% de contenido de EU en automóviles no sólo es inaceptable sino también violatorio de principios internacionales de comercio.
Ya en 2001 la OMC encontró que el requisito de 60% de contenido canadiense dispuesto en el Autopact para el comercio entre Canadá y EU era violatorio al principio de trato nacional.
Este tipo de propuestas son un grave riesgo pues eliminan la certidumbre para hacer negocios en América del Norte y son contrarias a las reglas básica del derecho internacional.
Una segunda vía puede ser aquella donde las propuestas se pueden explorar.
Por ejemplo, modificar reglas de origen. Esto no sería la primera vez que ocurre pues esto ya se hizo en cuatro ocasiones desde que el TLCAN entró en vigor para productos químicos y electrónicos.
En esta negociación EU ha propuesto modificar las reglas de origen de los sectores automotor, textil, confección, etcétera, para reducir su déficit con México. Incrementar el nivel de contenido regional o incluir más partes en la lista de trazabilidad de vehículos podría ser una opción y podría incluso elevar el nivel de inversión en el sector en México.
Un tercer camino está en tratar de minimizar el daño de las medidas espejo donde las propuestas de EU buscan reducir el acceso de productos mexicanos para reducir su déficit pero que también tendrían un efecto negativo sobre sus exportadores.
Este es el caso de la propuesta para eliminar las disposiciones relativas a la liberalización de los servicios de transporte terrestre o para reducir la ambición en el acceso a los mercados de compras del sector público.
Como lo indicamos en su momento, la negociación del acuerdo de suspensión azucarero entre México y EU alcanzado en junio pasado era una indicación de lo que se podría prever en una renegociación del TLCAN.
La experiencia de esa negociación fue un arreglo que no fue óptimo para ninguna de las partes pero que finalmente permitió a México seguir exportando azúcar al mercado de los EU.
En la renegociación del TLCAN México puede y debe ser pragmático cuidando lo esencial: certidumbre y predictibilidad. En caso de que la negociación comercial no prospere debería ser la administración del presidente Trump quien se retire de la mesa de negociaciones y del TLCAN.
Entonces la batalla por mantener el acuerdo volverá al terreno político en los EU donde los actores interesados tendrán que buscar revertir una decisión motivada por un nacionalismo económico contrario a la realidad de la economía del Siglo XXI y que puede tener costos graves no sólo para América del Norte sino para el comercio internacional en su conjunto.
Directora de LMMConsulting.
Profesora afiliada en la División
de Estudios Internacionales del CIDE
Twitter: @luzmdelamora y
@lmmconsultingmx