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Hace algunas semanas se generó gran revuelo en las redes sociales por los cambios que anunció el Banco de México en las imágenes y denominaciones de billetes que recién entraron en circulación.
En medio de todo ello quise resaltar, con una publicación en Twitter, que en estas nuevas emisiones, por fin, después de casi cien años de fundado el Banco Central, aparecería la firma de una mujer: la de la vicegobernadora Irene Espinosa Cantellano, quien, desde enero del presente año, ocupa ese puesto y le da derecho a que aparezca su firma en los billetes en forma alternada con sus cuatro compañeros vicegobernadores. El cambio de firma se da cada 50 millones de billetes y desde el mes pasado le correspondió a ella junto con la del cajero principal del Banco.
Pablo Casas me aclaró que esto no era preciso, porque ya había aparecido antes la firma de María Evelia Heréndira Hernández Barba en su carácter de cajera principal del Banco, puesto que desempeñó entre 2003 y 2005. El dato de María Evelia había pasado inadvertido para mí y, en su momento, no fue noticia. Esto es, el hecho de que la firma de una mujer apareciera en un billete del Banco de México a principios del siglo XXI pasó desapercibido; no fue considerado relevante. Incluso el tuit que publiqué recién tuvo respuestas que lo hacían parecer una exageración o incluso un despropósito.
Quienes trabajamos temas de género consideramos importante hacer visible cualquier hecho que implique que se logró romper lo que llamamos techo de cristal, ese límite no visible que impide que una mujer ocupe ciertos espacios reservados tradicionalmente a los hombres.
Es evidente que en las universidades, desde hace mucho tiempo, hay muchas estudiantes que eligen la carrera de Economía o que deciden estudiar las Finanzas Públicas; sin embargo, su presencia en altos niveles de decisión es reducida. Cabe recordar que, en el ámbito hacendario, tuvimos a la primer tesorera en 2002 y a la primera subsecretaria en 2018. Todo en el siglo XXI.
La historia de México en cuanto a mujeres en el mundo financiero es diferente a la de Estados Unidos. Allá sólo ha habido tesoreras mujeres de 1949 a la fecha. La historia inició con Georgia Nesse Clark, nombrada por el presidente Truman. Cada presidente ha elegido a una mujer en el cargo y eso ha abierto la posibilidad de que su firma acompañe a la del secretario del Tesoro en los billetes verdes. Claro, falta que una mujer llegue a ser secretaria del Tesoro. Quien ha estado más cerca fue Janet Yellen, quien estuvo a cargo de la Reserva Federal de 2014 a 2018.
Otro dato a resaltar es que 6 de las últimas 10 tesoreras han sido de origen latino. Nixon nombró a Romana Acosta Bañuelos, hija de inmigrantes mexicanos en 1971. Trump designó a Jovita Carranza, de ascendencia mexicana, como tesorera. Antes, ya había tenido ese cargo Rosario Marín, hasta hoy la única mexicana cuya firma apareció en millones de dólares entre 2001 y 2003.
Anna Escobedo Cabral, también de ascendencia mexicana, firmó billetes por una equivalencia de 249 mil millones de dólares. Lo mismo que Rosa Ríos, quien al firmar usa el apellido de su esposo: Gumataotao.
Cada día más mujeres y hombres nos empeñamos en que sea visible el avance de las mujeres en cualquier campo antes exclusivo a los hombres. Muchas y muchos nos mantenemos en alerta como parte de nuestro trabajo diario; pero también como un compromiso solidario indispensable en esta continuada lucha por la igualdad.
Cualquier logro, como el reciente de Irene Espinosa o, en su momento el de Rosario Marín, son dignos de destacar, porque hay detrás de ellos un mensaje de empoderamiento que nos permite recordar que si una mujer abre brecha, hay nuevo camino para quienes vienen detrás.
Directora de Derechos Humanos
de la SCJN. @Leticia_bonifaz