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Supongo que así es el homo sapiens, no le satisface que le hablen de avances incrementales, ni de comparaciones retrospectivas. Nos gustan las expectativas mucho más que las realidades, que una vez degustadas tienden a parecernos menos sabrosas y excitantes. Nos pasa lo mismo en las relaciones personales que en la esfera política. La tendencia a minimizar los progresos comparables domina sobre el apremio que las expectativas nos genera. Una especie de avidez por lo que viene nos hace olvidar de dónde venimos. Por eso nos cuesta tanto poner de relieve la importancia de lo ocurrido el jueves y el viernes en Acapulco en el marco de la Convención de la ABM.
La primera novedad es que los seis candidatos a la Presidencia aceptaron la invitación de los banqueros a exponer sus puntos de vista. No tiene precedente que tres independientes hayan sido recibidos y hayan tenido un foro paritario. Nunca tuve la impresión de que fueran tratados como la chiquillada. Se les dio el foro con las mismas condiciones y cada cual hizo su trabajo. No hubo barras bravas ni hostilidades que los incomodaran y tanto el Jaguar, como el Bronco o Zavala recibieron el trato de los aspirantes de las coaliciones. Ese respeto por la equidad lo debo subrayar.
La segunda novedad es que todos los aspirantes aceptaron contestar de manera abierta preguntas que no conocían de antemano, no de temas generales (política económica o seguridad) sino sobre temas específicos. Las respuestas lo decían todo. A mí me ha tocado moderar debates y la parte más difícil era siempre el tema de las preguntas que el moderador podía formular. Las negociaciones previas sobre los temas (incluso los encuadres de las cámaras) eran arduas y desgastantes. Los candidatos querían tener absolutamente todo controlado para no tener sorpresas. Eso nulificaba al moderador que cumplía la función de maestro de ceremonias y eso hacía los debates tremendamente aburridos, una especie de ritual en el que los candidatos arriesgaban lo mínimo. Es preciso aclarar que lo que ocurrió en la ABM no fue un debate, pero sí un diálogo abierto. Después de Acapulco es imposible volver al formato de debate como lo hemos tenido. Agradezco a la ABM la confianza en un servidor para conducir el diálogo y le agradezco a los seis candidatos que hayan accedido a participar en el ejercicio con las reglas de una conversación similar a la de una entrevista libre. Valoro la experiencia como prenda personal (fue muy enriquecedora y gratificante) pero particularmente como un avance en la forma en que los candidatos debatirán en el futuro. No podemos volver a formatos rígidos. Los moderadores deben tener la confianza de unos y otros para que (sin protagonismos ni estridencias) puedan plantear temas y preguntar respetuosamente a los candidatos. Preguntar nunca es insolente.
Imagino que los debates a los que convocará el INE deberán regirse por este principio de apertura. Los candidatos me demostraron estar plenamente preparados para contestar preguntas con soltura y flexibilidad. También me demostraron que hay temas sobre los cuales no tienen la más pálida idea, pero eso no es asunto del periodista hacerlo notar cuanto mostrar ante el electorado qué se puede esperar y qué no de cada uno. Los independientes y los candidatos de las coaliciones tienen bagaje político y conceptual suficiente para aparecer en las pantallas de televisión sin tener redes de protección como si fueran novatos. Me sorprendió la agilidad con la que todos ellos abordaban distintos asuntos, así es que no es cuestión de seguir pactando debates con paracaídas, con mil asesores que estén pensando en todas las preguntas potenciales para que pueda contestar el candidato como si fuera Siri.
Con los aplausos los banqueros dejaron claro su favorito, con las respuestas les quedó claro que no es intención de López Obrador ni cambiar el régimen de la banca ni cambiar el reclutamiento de los ministros de la Corte, pero más allá de eso, todo México pudo ver que lo más sensato en una democracia es escuchar y dialogar en un marco de respeto y civilidad. Aunque a muchos les parezca poco, por aquello de la insatisfacción, lo ocurrido en Acapulco es un ejemplo de cómo se construye una democracia.
Analista político.
@LeonardoCurzio