La construcción de una democracia supone una distribución de tareas ineludibles para cada uno de los participantes en la construcción de la conversación nacional. Quisiera referirme a tres: los medios, los partidos y los candidatos. Considero benéfico que periódicamente se informe a la opinión pública de la forma en que los medios cubren las actividades de los aspirantes a puestos de elección popular. Tiene un efecto regulador de las líneas editoriales y un principio benéfico de rendición de cuentas hacia las audiencias, que si bien cada vez piden (ese es otro tema importante) menos imparcialidad (piden que se zumbe a quien les resulta repelente), la cobertura equitativa en radio y televisión debe seguir siendo un imperativo. Las audiencias pueden comprobar numéricamente que los medios dan espacio equitativo a las opciones políticas y esto permite al ciudadano conocer mejor las alternativas. Ya es tan regular la participación de todos que ni siquiera prestan atención al monitoreo; sin embargo, vale la pena conservarlo para evitar tentaciones. Saber que todos somos observados y monitoreados es muy saludable.

Los partidos tienen una responsabilidad relevante. El colosal financiamiento que reciben debería reflejarse en una mejor educación política de los ciudadanos. Una parte del dinero debería canalizarse, a mi juicio, a distintas plataformas informativas internas (p. ej. revistas o blogs) en los que se fomente el debate interno y no solo la promoción personalizada. Como he dicho en otras ocasiones, hoy las militancias parecen más porras que se dedican a jalear y a legitimar las decisiones de su cúpula que militantes. El dinero público hoy sirve para pagar costosas campañas (que ni la Coca Cola tiene) de una persona y sus ingenios. No vendría nada mal tener discusiones abiertas sobre temáticas específicas que ayudaran a los ciudadanos a reflexionar (desde su perspectiva política) cuáles son los mejores caminos.

Finalmente están los candidatos a quienes se debería exigir que participaran casi por norma en los debates que convocan distintos organismos o medios de comunicación. Entiendo que los punteros no quieren acudir porque pierden su ventaja relativa, que se deriva de su supremacía en spots. Como los hemos visto en los debates nacionales y locales, los poderosos candidatos que reflejan los spots aparecen de carne hueso en los debates y los ves mucho menos talentosos y mucho menos aguerridos de lo que sus publicistas ofrecen (la publicidad es así: la hamburguesa anunciada no es nunca como la que compras). El efecto igualador y no controlado permite a los ciudadanos ver a todas las opciones en un mismo plano. Por esta razón (antimercadotécnica) creo que debería existir un monitoreo de los debates a los que asisten y a los que no. Ocurrió recientemente con el convocado por EL UNIVERSAL a los aspirantes a gobernar la capital. Uno entiende que para Sheinbaum sea poco productivo debatir con Marcos Rascón, que les recuerda desde la izquierda lo que han sido, y prefiera seguir en spots bajo el manto protector de AMLO; o que Alejandra Barrales prefiera no encarar a a Mikel Arriola, que en el tú a tú la descoloca, pero no es un asunto que les convenga a ellas (no es una decisión personal) porque finalmente están compitiendo por un cargo y aunque les incomode lo que les digan o los riesgos que corran deben demostrar disposición democrática y no beneficiarse solamente de su plataforma de spots y propaganda política. Acudir a discutir con sus contendientes es para beneficio de los ciudadanos, no de ellas. Por tanto, propongo que las instituciones electorales lleven un conteo de los foros y debates a los que sean convocados los candidatos y a los que aceptan o rechazan, de manera que el soberano pueda tener un elemento suplementario de información sobre la disposición de su candidato a debatir en pie de igualdad y no protegido por el ecosistema del spot, que tanto criticaban y ahora es su hogar, porque allí parecen más listos, más valientes, más osados y más capaces. No acudir a un debate es como matar a un ruiseñor: es un acto inexplicable en sus propios términos.

Analista político.
@leonardocurzio

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