Las redes sociales fueron recibidas con entusiasmo porque se presentaban como un canal de participación directa que erosionaba la centralidad de los medios tradicionales, lo cual indudablemente han conseguido; hoy la discusión pública es más atomizada que nunca, cosa que en principio es buena. Las redes permiten que se articulen conversaciones y sensibilidades que, de otra manera, los medios habituales minimizarían irremediablemente. Los excesos de la centralidad mediática los comprobamos en la elección de 1994 cuando la inequidad fue la norma y muchos conductores perdieron su trabajo por entrevistar a Cuauhtémoc Cárdenas. No había más que el PRI. Hoy la cobertura no solo incluye a la oposición, en las dos últimas elecciones, sí algo se ha visto, es el sesgo favorable hacia un candidato opositor; lo fue para Enrique Peña (2012) y ahora favorece a Andrés Manuel López Obrador, quien ha recibido (según su propio dicho) un trato correcto por las televisoras.

Las radiodifusoras grandes tienen una cobertura muy plural. Se escuchan todas las voces con naturalidad. Lo mismo ocurre con los diarios de prestigio y alta circulación. El principal activo de ambos es su credibilidad. Pero los medios (radiodifusoras y periódicos) menos relevantes, que dependen del dinero del gobierno, hoy estarán mordiéndose las uñas por un eventual triunfo de AMLO, con quien supongo tendrán que renovar el viejo estilo de convocar a comidas copiosas para obtener cuantiosos recursos públicos para repetir boletines. Creo que ese modelo ha fracasado, pues los millones de pesos del erario transferidos a esos grupos no tuvieron ningún efecto en amortiguar la desaprobación gubernamental. Fue una transferencia improductiva de dinero público (que pudo haberse usado en hospitales). Espero que cuando AMLO hable de los camajanes, piense en esa clase de empresarios improductivos y no en los que arriesgan su dinero con innovación y talento.

Pero volvamos a las redes sociales. Su aportación es positiva si consideramos que ponen a todo el mundo en línea, es decir, ante la potencialidad de interactuar con un número indeterminado de cibernautas. Pero en el balance, las redes (Bauman dixit) han sido decisivas en el agravamiento de las divisiones y de los conflictos ideológicos y políticos. Cualquier división en este mundo líquido se agranda, pues la búsqueda de identidades puede llevar a que hasta las rivalidades futbolísticas ajenas (ahora medio mundo es del Barcelona y el otro del Madrid) se emparenten con posiciones políticas tan infantiles como si ser del Real te hiciera entre franquista y partidario de Rajoy y ser del Barça sufrido y heroico republicano.

En el juego de las identidades líquidas las redes dan y quitan (qué paradoja) autonomía. Por un lado, te permiten la dulce uniformidad y el reconocimiento de hablar con los leales y recibir el gratificante aplauso que buscamos con más ansias que defender el honor familiar. Da igual que sea política que fútbol, la red se vuelve una porra. Por el otro, se han convertido en un espacio que promueve la difamación y el ciberacoso. Es impresionante comprobar como una opinión contraria a los gustos de un sector, es inmediatamente atacada por un ejército de legitimadores que sale a apabullar (como en los estadios) para inhibir la crítica. No todo mundo tiene el temple de aguantar ciber porros. Es evidente que ese acoso no es personal, ni mucho menos espontáneo. Homo sapiens solo se comporta así cuando está en pandilla y lo protege el anonimato. Hay células que fomentan la confrontación y el odio.

En los últimos días, el caso de Ricardo Alemán ha merecido mucha atención y me parece que es un buen momento para hacer un alto en el camino. El estilo confrontador e insultante no es patrimonio de Ricardo, pero su tuit ha sido puesto en cuestión por un sector de la sociedad que, con toda razón, condena esa incitación a la violencia criminal. Todos los que desde una trinchera pública (que es un privilegio) fomenten esos antivalores deben ser reconvenidos; llamar chairo o mafioso a alguien no da mas fuerza a los argumentos. Los periodistas deben predicar con el ejemplo y abstenerse de polarizar a un sector ya muy envilecido de las redes.

La nueva sociedad en red ha cambiado la forma de comunicarnos y nos movemos en un sentido más fragmentador y amenazante, pues retomando a Bauman, internet ofrece, a cualquiera, vía libre para las insinuaciones, murmuraciones, calumnias, difamaciones, exhortos al odio o a la violencia y en general a la mentira. Por tanto, los medios debemos trabajar para que esos demonios se queden en la red y no se conviertan por la vía transmedia en la conversación nacional, a menos que queramos la patria de los chairos delirantes contra los mafiosos vendidos. ¡Atención! porque quienes hoy son chairos delirantes pueden ser mañana (me encantará verlos) los plumíferos del Presidente y los mafiosos vendidos pasarán a ser las víctimas del cerco mediático, de la compra de voto y llamarán camajanes a los empresarios consentidos por el nuevo gobierno. A ver si aprendemos que quienes hoy son mayoría, mañana (para fortuna del país) serán minoría, así es que un poquito de contención no le viene mal a nadie.

Analista político.
@leonardocurzio

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