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El Partido Encuentro Social (PES), único confesional en un Estado laico (que cada vez lo es menos), logró su registro en 2015 (“Por fin, un partido de ciudadanos”, decía su publicidad). Gracias a sus bases evangélicas logró obtener 4.5% del voto en esos comicios, lo que se tradujo en 10 diputados. El “partido ciudadano” muy pronto se alió al PRI. En la elección del Estado de México, el PRI obtuvo una votación menor a Morena, pero los votos aportados por sus aliados (PES, PVEM y Panal), le dieron el triunfo a Alfredo del Mazo. Con todo, Del Mazo se molestó porque la votación aportada por esos partidos fue menor a la que habían ofrecido. Y en efecto, muchos de esos electores prefirieron votar por Juan Zepeda (PRD) y en mucho mayor proporción por Delfina Gómez (Morena). El enojo de Del Mazo se tradujo en que a sus aliados no les dio ningún cargo en el gabinete, lo que a su vez generó molestia en las dirigencias de esos partidos.
Para la elección presidencial, el Panal intentó formar parte del Frente Ciudadano con el PAN, MC y PRD, pero ahí no les hicieron caso (pensaron que era un “caballo de troya” del PRI). No le quedó más remedio que ir de nuevo con el PRI. El PVEM, otro aliado formal del PRI, empieza a distanciarse de ese partido y echar lazos a Morena. Probablemente terminará también formando parte de su órbita. Y el PES de plano aceptó coaligarse con Morena; como el PT, es de los partidos “de la mafia” que se purificó a los ojos de López Obrador aceptando jugar con él. La influencia que muchos reconocen de Osorio Chong en ese partido llevó a pensar que tal alianza era parte de la revancha del ex secretario de Gobernación por no haber sido el candidato del PRI. Puede ser.
A muchos obradoristas convencidos, que además impulsan la agenda libertaria de la izquierda progresista (despenalización del aborto y de la marihuana, derechos de la diversidad sexual, muerte asistida, etcétera) no les gustó la idea de ir hombro con hombro con el partido que más combate dicha plataforma (incluso más que el PAN y que el neoconservador PRI). Pero no como para retirar su voto a López Obrador. Algunos incluso justifican la maniobra en términos pragmáticos (lo que se condena en otros partidos, en Morena se vale plenamente). Pero no quisieran votar por diputados y senadores del PES, por lo que concretarán su voto a Morena también en la pista legislativa. Lo que muchos no saben es que su voto, así sea emitido por Morena, en varios casos le contará al PES por el convenio de coalición que hay de por medio. En efecto, Morena cedió 75 de las 300 candidaturas al PES y otras 75 al PT. Por lo cual, en tales distritos, incluso si Morena se llevara todos los votos emitidos por la coalición (y suficientes para ganar), y el PES no captara ni uno solo, el candidato evangélico llegaría a la Cámara.
Así, los cálculos actuales de la conformación del Congreso señalan que el PES podrá obtener alrededor de 3% de la votación, menos quizá que en 2015, pero gracias al convenio con Morena, podría alcanzar entre 50 y 70 diputaciones, entre 5 y 9 senadores y un gobernador (Morelos). Sin convenio no obtendría ningún senador. Se trata de un acuerdo a todas luces favorable a los evangélicos. Quién lo diría; la “izquierda progresista” alimentando artificialmente al partido más conservador de la gama ideológica. Y como seguramente López Obrador deseará contar con el voto de esa bancada para impulsar sus proyectos, le concederá prerrogativas. Y desde luego, le permitirá avanzar en su agenda conservadora sobre derechos libertarios que para López Obrador pueden esperar porque “hay problemas más urgentes”, pero que para el PES sí son prioritarios a partir de su ideología bíblica. El avance electoral de la izquierda progresista que hay en Morena (si bien convive con grupos no precisamente progresistas en ese mismo partido) tenderá a traducirse paradójicamente en un fuerte retroceso de su agenda en temas que le son relevantes.
Profesor afiliado del CIDE.
@ JACre spo1