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Pese a la bancarrota en que se halla el país (no en sentido técnico, sino social, de seguridad, política y moral), reafirmó López Obrador que cumplirá todas sus ofertas de campaña. Tales promesas representan sin duda un cambio profundo y duradero del país (de ahí que se presenten como la Cuarta Transformación). Veamos, en materia económica ofreció “crecer… al 6% anual y (generaremos) un millón 200 mil nuevos empleos cada año, 7 millones de empleos en el sexenio” (frente a 4 millones que presume Peña Nieto). Y también: “La emigración pasará a formar parte de la historia, de una época ya superada… Nadie, por necesidad, para mitigar su hambre y su pobreza, se verá obligado a abandonar su tierra natal”. Buenas noticias para Trump. Claro, eso en tanto el Banco de México no tome malas decisiones. En materia de justicia social, “Ningún mexicano padecerá de hambre y nadie vivirá en pobreza extrema ni se quedará sin asistencia médica y medicamentos… A la mitad del sexenio (se alcanzará) la autosuficiencia en maíz y frijol… carne de res, cerdo, aves y huevos”. En cuanto a la seguridad: “Ya no habrá guerra ni más muertos (y) se respetarán los derechos humanos... dando oportunidades a todos, evitando la frustración que lleva a estallidos de odio y resentimiento”. Y es que “Los jóvenes no tendrán necesidad de tomar el camino de las conductas antisociales y se le quitará a la delincuencia la posibilidad de incorporar a sus filas a quienes… no estudian ni trabajan”. Para lo cual ayudarán 100 nuevas universidades públicas, además de que “se rehabilitará y ampliará la infraestructura educativa… (de modo que) ningún joven que quiera ingresar a la universidad habrá de ser rechazado… como en Dinamarca, donde la población cuenta con educación gratuita de calidad en todos los niveles escolares (y) hay becas para todos los estudiantes”.
En medio ambiente “tendremos reforestado todo el territorio nacional y garantizada la conservación plena de flora y fauna; habremos recuperado ríos, arroyos y lagunas; realizado obras de tratamiento de aguas negras y de desechos o basura, y la sociedad tendrá una mayor conciencia ecológica”. Desde el punto de vista humanístico, en la República Amorosa habrá “mujeres y hombres buenos y felices, con la premisa de que ser bueno es el único modo de ser dichosos”. Además, “tendremos una sociedad mejor… por haber creado una nueva corriente de pensamiento, por haber consumado una revolución de las conciencias que ayudará a impedir en el futuro el predominio del dinero, del engaño y de la corrupción, y la imposición del afán de lucro sobre la dignidad, la verdad, la moral y … el amor entre las familias, al prójimo, la naturaleza y la patria”. En ello ayudará sin duda la nueva Constitución Moral.
Finalmente, en materia de corrupción —el mayor problema del país, sin duda— AMLO ofreció erradicarla de tajo; “no aminorarla, no reducirla, no mantenerla a raya… ¡Acabarla, desterrarla!... Los gobernantes contarán con autoridad moral para exigir a todos un recto proceder y nadie tendrá privilegios”. Además “se contará con un auténtico Estado de Derecho”. No es poca cosa. Pero paradójicamente, otra de sus ofertas de campaña fue que “a los integrantes del grupo en el poder… les aseguramos que tras su posible derrota en 2018 no habrá represalias, persecución o destierro para nadie” (2018, La salida. 2016). Bastará considerarlos “chivos expiatorios”. El problema es que al cumplir esta oferta se dificultan las de erradicar la corrupción y terminar con la impunidad. En conjunto, estas promesas parecen más una utopía que sólo un buen gobierno. Algunos ideólogos obradoristas reconocen que no será fácil ni automático cumplirlas, y que en el mejor de los casos se lograrán en alguna medida. Incluso recomiendan bajar las elevadísimas expectativas que hay. En cambio AMLO las refrenda por completo, pese a que el país está en bancarrota desde hace treinta años.
Profesor afiliado del CIDE. @JACrespo1