Existe en alguna literatura sobre la (inacabada) transición política de México, la tesis de que el temblor de 1985 fue un factor determinante al movilizar a la ciudadanía por encima del aletargamiento de las autoridades. No está tan claro, al menos no en lo que hace a la elección de 1988, que marcó el principio del fin de la hegemonía priísta. Cierto que el régimen pagó un costo político por el pasmo gubernamental. Y que surgieron redes y agrupaciones ciudadanas a raíz de ello (que después algunos políticos capitalizaron). Pero no es suficiente para explicar el 88. En esa elección el PRI obtuvo su votación más baja en el Distrito Federal, 27%, pero cabe señalar que desde siempre esa fue la entidad donde el tricolor obtenía su votación más reducida. Y en todo caso, el 88 fue un fenómeno nacional y no capitalino. Las variables que lo pueden explicar son, al menos, la crisis económica (y de credibilidad) de 1982, y sus severos efectos. El costo económico de dicha crisis fue enorme, generando austeridad, pérdida de poder adquisitivo y reducción de presupuestos y dádivas para el corporativismo oficial. Lo cual generó gran frustración y enojo, que se dejó entrever en diversas elecciones locales (si bien en muchos casos se recurrió al consabido fraude para retener las plazas en peligro, como Chihuahua y Durango en 1986).
La cúpula empresarial, molesta con el populismo y las nacionalizaciones de Echeverría y López Portillo, dieron un viraje a favor del PAN (de ahí surgió su candidato presidencial, Manuel Clouthier, y los llamados “neopanistas”, como lo fue también Vicente Fox). El PAN fue el principal beneficiario del descontento en ese momento, pues los partidos de izquierda apenas congregaban algunos puntos de la elección (en 1985 obtuvieron 10 % del voto entre todos). Pero se gestó un movimiento interno dentro del PRI que llevaría a su primera fractura desde 1952; la Corriente Democrática, molesta con el viraje que la tecnocracia había dado hacia el neoliberalismo. Eso dio paso a la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas, a la que se sumaron casi todos los partidos de izquierda. El sindicato petrolero se rebeló por el recorte a sus privilegios y contratos (por lo cual ese año votó masivamente por Cárdenas, provocando después la venganza de Salinas contra su líder). Nada de ello ocurrió por el sismo del 85. Hubiera sucedido aún sin ese cataclismo.
Ahora flota nuevamente la pregunta sobre los posibles efectos políticos y electorales de los sismos recientes. No lo sabemos. Por lo pronto, los partidos y sus respectivos fanáticos no resistieron la tentación de capitalizar políticamente el desastre, pero ello podría serles contraproducente. Surgió la exigencia ciudadana a los partidos para renunciar (que no donar) a parte de su presupuesto para los damnificados. El INE aclaró que legalmente era imposible. Y varios legisladores señalaron que, también por ley, era inviable modificar la normatividad electoral hasta después de julio de 2018. Eso se vio como un pretexto (pues nadie cree a los partidos tan escrupulosos, salvo cuando les conviene), y el enojo ciudadano creció. Comenzó la puja por ver quién ofrecía más. Morena había ofrecido el 20 %, el PRI se fue al 25 %. Morena elevó su oferta al 50 %, y el Frente Ciudadano propone eliminar el 100 % del financiamiento partidista (no sólo el de campaña). Poco después, Morena se sumó a ello alegando ser el autor de ideas que le eran arrebatadas por el Frente. Pero ¿es posible legalmente instrumentarlo ahora o, como sostienen varios juristas, sería aplicable hasta después de la elección? ¿Por qué no ambas medidas? Debiera haber renuncia inmediata de fondos de campaña, y un cambio constitucional para después. La propuesta de dejar a los partidos sin un centavo es popular, pero no muy sensata en términos de viabilidad política. Es cercana a desaparecerlos. Y en esa lógica, ¿por qué no deshacernos también del Congreso, del gobierno, la Corte y otras instituciones públicas para así ahorrar más dinero? O bien quizá el Frente y Morena apuesten a que los demás no cederán en esa oferta extrema, pero por lo pronto les favorece electoralmente.
Profesor del ICDE. @JACrespo1