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Entre los más de 300 niños que derrochan energía en una convivencia realizada en el aeropuerto de la capital queretana no hay ninguna diferencia. La agitación, el ajetreo y los corazones palpitantes se unen con el poder y la energía infantil que contagian de vitalidad a los adultos que los acompañan; lo que pocos conocen es que al menos 50 de ellos padecen algún tipo de cáncer.
La mayoría pidió permiso a su médico de cabecera para salir del Hospital de Especialidades del Niño y la Mujer de esta ciudad y asistir al evento organizado por la fundación México Sonríe, que le apuesta a la risoterapia para ayudarlos a sobrellevar su enfermedad.
La asociación tiene la convicción de que la risa es una herramienta sicoterapéutica efectiva que contribuye al bienestar emocional y mental: “la risa produce hormonas que reducen el dolor y brinda sensación de bienestar”.
Entre el bullicio sobresalen testimonios de fortaleza, garra heredada principalmente de sus madres, quienes narran los pormenores de las difíciles situaciones que han enfrentado. A los menores nada los detiene: son conscientes de su adversidad pero disfrutan su niñez.
Kevin, de ocho años, tiene un padecimiento conocido como sarcoma de Ewing, se trata del desarrollo de tumores en los huesos o tejidos suaves del cuerpo, como tendones, músculos y los tejidos grasos. El pequeño y su madre de 26 años radican en el municipio de Tequisquiapan. Hace ocho meses recibieron un golpe muy fuerte, una noticia que amenazaba con desmoronarlos, pero esto no ocurrió. Ahora conocen las implicaciones de la enfermedad y la enfrentan con determinación.
El niño se muestra estoico, seguro de sí mismo y aunque le dolió dejar la escuela y no ver más a sus amigos, continúa con sus clases en la institución médica, ahí tiene otros compañeros, aproximadamente 250 menores que también son atendidos por cáncer; dos profesoras ayudan a los pequeños en su educación, les dejan diversos ejercicios y trabajos escolares para que no pierdan el hábito del estudio.
La hermandad
En el grupo de padres presentes en el aeropuerto sobresale la voz de Herlinda Moreno, una mujer que lucha junto a su hijo Jesús contra un tumor cerebral que lo ha dejado parcialmente paralizado y sin audición; a sus ocho años de vida, cinco los ha pasado entre hospitales, quimioterapias e intervenciones quirúrgicas.
Jesús permanece en su silla de ruedas, interesado en cada movimiento que hace su madre, a veces curioso del horizonte, a veces extrañado por el ir y venir de los otros niños.
Proveniente de Pedro Escobedo, un municipio de artesanos, doña Herlinda asegura que el hospital, a través del seguro popular, cubre parte de los medicamentos requeridos para el tratamiento de Jesús. Dice que incluso, cuando resulta necesario, algunas asociaciones apoyan a las familias con las medicinas.
Destaca que la ayuda de otras madres es fundamental, pues entre ellas surge un sentimiento de solidaridad dentro y fuera de la institución. “Las mamás con experiencia les dicen a las nuevas que no se desanimen, que le echen ganas para salir adelante”, cuenta.
Se suma otra joven de 26 años. Se trata de Gabriela Mendoza; su pequeña Violeta, de ocho años, también es paciente de oncología desde hace cuatro; para ambas llegó la calma después de un calvario generado por un mal diagnóstico: los doctores creyeron que tenía epilepsia, la medicaron y eso empeoró su salud.
Tuvieron que desintoxicarla para que disminuyeran las convulsiones y fue en ese momento cuando le detectaron un tumor cerebral; especialistas y una sicóloga le explicaron a Violeta lo que sentiría en las quimioterapias. La madre considera que a pesar de su corta edad, su hija lo entendió bien, “fue valiente,” asegura.
Cultivan sonrisas
El día avanza para los 50 pequeños en tratamiento oncológico y para los otros 250 niños de varias regiones del estado que fueron invitados a conocer la casa de Santa Claus en el hangar del aeropuerto. El escenario, con múltiples juegos, fue adaptado en una pista de aterrizaje, donde un avión los esperaba para darles un recorrido. Algunos entusiasmados, otros escépticos subían lentamente la escalinata de la aeronave. Para muchos de ellos era la primera vez que abordaban un avión.
Los más chicos gritaban, cantaban y se emocionaban ante cualquier movimiento; los mayores se mostraban reservados.
Para cuidarlos y entretenerlos se dieron cita alrededor de 50 voluntarios, la mayoría jóvenes integrantes de la fundación. Karen Herrera, ingeniera de profesión, participa desde hace dos años en las actividades del colectivo, el secreto para incidir de forma positiva en los chicos, considera, es “no dejar de ver a los niños como lo que son, no los etiquetamos como un niño enfermo… se debe tener la capacidad de volvernos niños, dejar de ser adultos, jugar con ellos y aprender a separar los sentimientos”.
Mónica Hernández, otra voluntaria, explica la importancia de tener el sentido de ayudar y de ponerse en el lugar del otro, generar empatía y pasar tiempo con ellos. Incluso, su hija también tomó el curso que ofrece la asociación para formar parte del equipo, éste se enfoca en la risoterapia y el desarrollo humano.
Afirma que cada integrante asimila esta experiencia de diferente manera; ella busca desahogarse con amigos, en ocasiones puede llegar a contarles: “Llegué de visita y ya no estaba el niño con el que jugué la semana pasada”, pero también explica que muchas veces los voluntarios “preferimos ya no preguntar y quedarnos con la idea de que ya los dieron de alta”.
La asociación México Sonríe se creó hace ocho años. Cuenta con 600 voluntarios que trabajan en cuatro entidades: Querétaro, Puebla, Ciudad de México y Estado de México. Su fundadora, Gabriela de la Torre, señala que allí han encontrado las condiciones para desarrollar el proyecto, como gente comprometida que se ha sumado y ha levantado la mano para ayudar.
Trabajan con 10 hospitales de carácter público. El acercamiento con a las instituciones de ocurre a través del Voluntariado Nacional de Salud, perteneciente a la Secretaría. Miembros se dieron a la tarea de preguntar en qué hospitales todavía no había fundaciones y de esa manera empezaron a involucrarse con los institutos que les sugirió el organismo.
Por medio de varios programas e incentivos, buscan fomentarles la cultura del esfuerzo y de la responsabilidad a los niños: “que no se vuelvan víctimas de su propia enfermedad” y asistan a sus citas médicas con actitud positiva.
Panorama Nacional
En México, la Secretaría de Salud estima que anualmente se desarrollan en menores de edad entre 5 mil y 6 mil casos nuevos de cáncer; el tipo que predomina son las leucemias, pues representan 52%. Al año también se registra un promedio de 2 mil 150 muertes.
Además, los diversos tipos de cáncer infantil son la principal causa de muerte por enfermedad en chicos de entre cinco y 14 años, según el reporte de 2013 del Sistema Estadístico Epidemiológico de las Defunciones (SEED).
Para su atención, en 29 entidades de la república existen 54 Unidades Médicas Acreditadas, tan sólo en la Ciudad de México se concentran ocho, mientras que en Veracruz hay cinco, en Baja California, tres, y en Guanajuato el mismo número. De igual forma, según el listado proporcionado por la dependencia, los estados que no cuentan con un centro especializado son Baja California Sur, Chiapas y Colima.