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estados@eluniversal.com.mx
Hay mexicanos a los que les va muy bien en Estados Unidos. Su calidad de vida ha cambiado. Ya tienen papeles e incluso se han convertido en microempresarios. Éste es el caso de Yazmín y Patricia, hermanas, originarias de una comunidad cercana a Jalpan de Serra, en Querétaro, y de Rodolfo y Leonel, hermanos oriundos San Luis Potosí.
Todo queda entre familia, pues Rodolfo es esposo de Yazmín mientras que Leonel está casado con Patricia. Ambas parejas tienen dos hijos, además de que los cuatro han regularizado su estadía en el país vecino y han fundado una empresa.
Actualmente las dos familias viven en Carolina del Norte y no es la primera vez que cruzan el país dentro de la Caravana del Migrante que ingresó a México el pasado jueves. A pesar de que sus hijos son estadounidenses de nacimiento, con estas visitas tratan de inculcarles la cultura mexicana.
Rodolfo y Yazmín. “Venimos cada año desde hace más de un lustro, gracias a Dios arreglé mi situación migratoria y podemos venir sin problemas”, contó Rodolfo.
“Al principio batallamos como todos porque llegamos como indocumentados a Estados Unidos, pero pude regularizarme al casarme con Yazmín quien ya era ciudadana estadounidense, por lo que se arregló mi situación en 2010, a seis años de haber llegado como indocumentado”, dijo.
Rodolfo llegó en 2004 a Carolina del Norte. “Allá en el pueblo, en San Luis Potosí, sí hay estudios y trabajo, pero mis hermanos estaban en Estados Unidos y me decidí a seguirlos.
Más que un móvil económico, predominó en Rodolfo el sentimiento, pues se había enamorado de la hermana de su cuñada, a la que conoció ese mismo 2004.
Sus expectativas se han cumplido con creces tras 12 años de vivir en Estados Unidos, así que aún considera que el sueño americano “existe, porque no es muy fácil vivir ahí, tenemos que estar trabajando diario, en largas jornadas”.
“Pero los beneficios son que uno vive más cómodo a comparación de vivir en el rancho de donde uno es originario, hay más oportunidades ”, declaró, aunque la constante en ambos países es el esfuerzo del mexicano.
Hoy Rodolfo y su familia pasarán tres semanas en la casa que lo vio nacer.
Leonel y Patricia. La pareja viaja hasta la última parada de la caravana: el municipio de Jalpan, Querétaro. Ella admite que al llegar lo que más se complica es el idioma y adaptarse al estilo de vida. “Por eso tratamos de venir cada año con nuestros hijos, para que se familiaricen con sus raíces, aunque tengan la nacionalidad estadounidense”, dijo la mujer.
Leonel se dedica a la construcción. Desde que llegó fue cómo se ganó la vida y con el paso del tiempo fundó su constructora, donde trabaja también su hermano Rodolfo. Afirmó que fue mucho esfuerzo para cristalizar su empresa, pero afortunadamente lo logró, aun en el tiempo que se encontraba como indocumentado, pero esa fue una motivación más para luego legalizar su estadía y cimentar una vida feliz con sus hijos.
La añoranza de ver a sus parientes en México dura un año, por eso en la casa de la familia Servín, la fiesta finalizará el próximo 4 de enero, cuando emprenderán su regreso a su hogar. Hay sueños que se cumplen en Estados Unidos, aunque son menos de los que se quedan truncos en la frontera.