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El biguie o biyé es una de las pocas tradiciones prehispánicas que los zapotecas de esta ciudad en el Istmo de Tehuantepec, sur de Oaxaca, aún conservan intactas en los días del Xandú (Día de muertos), ofrenda que ponen en medio de la casa familiar para recibir a las almas que tienen un año o seis meses de haber partido.
El biyé, según los historiadores de la cultura zapoteca, es una celebración única y es una palabra en lengua zá (de las nubes) relacionada con el calendario religioso y sagrado de los zapotecos, que constaba de 260 días.
“Este calendario ayudaba a los antiguos zapotecas para calcular sus días sagrados y sus fiestas sagradas conocidas como laní. Servía también para adivinar, echar la suerte, además para poner los nombres a los niños y para fechas importantes de la vida cotidiana: nacimientos, muertes y bodas. Asimismo, para saber los días de levantamiento de las cosechas”, explicó el historiador Víctor Cata.
El biyé, según la concepción de los zapotecas del siglo XVI, era la forma en que se nombraban a los cuatro pilares o columnas que sostenían las esquinas del mundo y que eran representados por cuatro jaguares (beedxe’/jaguar), animales totémicos, sagrados. En estos días de muertos, Xandú (santo) para los zapotecas del istmo, el biyé se representa con un armazón en cuadro hecho con carrizo que se llaman beedxe’ (jaguar o tigre).
Sobre la estructura se construyen figuras geométricas, que se tapizan con flores de cordoncillo, cempasúchil y cresta de gallo, los tres colores elementales de la cultura: amarillo, verde y rojo. En la parte superior del armazón se coloca una cruz llamada ique beedxe' (cabeza de jaguar).
El biyé se coloca en el centro de la vivienda, frente al altar familiar, sostenida por dos pilares que luego se cubren de hojas de plátano. Es la representación de la puerta al mundo de los muertos. Al pie de los altares, debajo del biyé, se coloca un petate nuevo con incienso, comida y todas la ofrenda que se dedica al alma que baja y visita a sus familiares los 30 y 31 de octubre. Los habitantes de la casa visten de negro, están de luto y en silencio rezan. Después de estos días sagrados, los zapotecas desarman el biyé y lo guardan.
El dominico Fray Francisco de Burgoa mencionó en su Geográfica Descripción, en el siglo XVII: “El acto xandú se celebra en noviembre y se considera un rito forjado por el Padre de la Tiniebla”. Las vísperas de esta ceremonia se llevaban a cabo, según este dominico, “con una gran matanza de gallinas, pero especialmente de guajolotes, preparados con chiles secos molidos, pepitas de calabaza, hojas de yerba santa o aguacate y lo cocían todo en agua.”
Víctor Cata refirió que el platillo es nombrado totolmole, por los nahuas, y guiñado’ bere, por los zapotecos. Asimismo, preparaban tamales denominadas, en mexicano, petlaltamales y, en zapoteco, daa bere yee. La familia se pasaba toda la noche en desvelo. Nadie osaba levantar el rostro. “Al día siguiente esa comida, sin probarla, era repartida a los extranjeros y a los pobres. En caso de no hallarlos se tiraban en lugares ocultos”, explicó el historiador.