Su vuelo duró unas seis horas. Era el 20 de noviembre de 1957, un día que, según los reportes de la época, fue seco: 29 grados centígrados de temperatura en Guadalajara, Jalisco, y 25 grados en la Ciudad de México. No hubo lluvias ni vientos fuertes, por lo que el trayecto de la paloma El Universal terminó sin complicaciones: 461 kilómetros de distancia, a 80 kilómetros por hora.
A esta mensajera también le llamaban Columba —el nombre de la ave en latín—, un invento para llevar y traer mensajes cifrados durante la segunda guerra mundial, concluida apenas 12 años atrás, y que esta ocasión traía un recado diferente, un mensaje de paz y parabienes:
“Los jaliscienses saludan a los periodistas metropolitanos y particularmente a [ilegible] redactores de EL UNIVERSAL, Gran Diario de México, por cortesía de la III gran [ilegible] , y por conducto de la paloma mensajera El Universal”. La misiva está fechada en Guadalajara, Jalisco, y escrito en mayúsculas en typewriter: la tipografía de las máquinas de escribir en esos tiempos.
La imagen obtenida del archivo gráfico de EL UNIVERSAL, con más de 7 millones de materiales, muestra uno de los medios que este diario ha utilizado para enviar y obtener información del norte al sur del país desde el primer día, pues el 1 de octubre de 1916 también nació la red de corresponsales para la sección que entonces se llamaba De nuestro territorio.
El diario y sus corresponsales han evolucionado a la par con las tecnologías de la comunicación: del correo, paquetería, teléfono, telex, telegrama, fax y tandy hasta los sistemas diseñados y adaptados exclusivamente para esta casa editorial como Harris o GN4; en la actualidad también se aprovechan las aplicaciones de las redes sociales para transmitir en vivo.
El poder del smartphone
En las primeras décadas era impensable una publicación en tiempo real desde los estados, pero la revolución tecnológica ha permitido a los corresponsales convertir sus teléfonos celulares en una oficina-redacción virtual. Desde su dispositivo envían textos, fotos, videos, audios y ubicaciones, además de difundir noticias en Facebook y Twitter, entre otras plataformas, en el momento en que ocurren los sucesos.
El viernes 17 de septiembre de 1920 el “corresponsal viajero avisaba a la redacción a través de un telegrama especial —cuyo envío urgente podía tardar en ser entregado entre dos y 12 horas— sobre un incendio ocurrido a las 12:25 horas en Tampico, Tamaulipas. El hecho fue la nota principal del diario un día después.
Casi 100 años después, el sábado 24 de septiembre de 2016, el corresponsal regional informaba —vía Whatsapp— del incendio en el buque Burgos de Pemex, cargado con 167 mil litros de combustible, en Boca del Río, Veracruz. El envío de información y material fotográfico tardó segundos y se actualizó en varias ocasiones durante el día. Fue la nota de portada del día siguiente.
Ambos sucesos reflejan, en su justa dimensión, la rapidez en la transmisión de datos que permite la tecnología del momento. El primer hecho alertó al equipo de redacción —en 69 palabras—, el cual tomó la decisión editorial de llevarlo como la nota principal con el titular: Espantoso incendio en Tampico, con información sobre el daño a 40 casas en la zona comercial, en los límites con la estación del ferrocarril. Fiel a su principio de documentar cada dato, el equipo de redacción se basó en el primer telegrama para iniciar la nota periodística y la complementó con otros tres cables, cuyo contenido fue proporcionado por “el Sr. Pérez, Director de Ferrocarriles”, en la Ciudad de México.
Según la publicación, a las cuatro de la tarde llegó el primer telegrama a Ferrocarriles, en el que se alertaba de los daños a las casas de la zona comercial e inmuebles del organismo gubernamental; el segundo —a las seis de la tarde— señalaba que “la magnitud del incendio alcanzaba límites fantásticos”, y el tercero, ya sin precisar hora, manifestaba que el fuego podría propagarse y que las pérdidas eran incalculables. En dos horas se informó del hecho en código Morse y la nota se difundió un día después.
A 96 años de distancia, el tratamiento de la información ha sufrido un cambio radical.
Faltaban pocos minutos para el mediodía y en las redes sociales comenzaron a circular información e imágenes con inmensas columnas de humo desde un barco.
El equipo web preguntó al corresponsal por el incendio a través de Whatsapp —los datos se envían mediante un servidor que codifica el mensaje y lo transmite vía satelital o celular—. Éste respondió que verificaría la información para no dar datos imprecisos. Se trató de un diálogo para conocer los datos preliminares.
A las 13:13 horas llegó la nota por correo electrónico y a las 13:36 horas el texto se encontraba disponible en el portal de internet de EL UNIVERSAL: Frente a las playas de Boca de Río, en Veracruz, se registró la explosión en un buque.
En sólo dos horas se generó la información, fue corroborada y difundida en los medios digitales del diario. Hubo al menos seis actualizaciones de la noticia y un número similar de publicaciones en redes sociales del diario. Casi al momento se transmitieron imágenes de los remolcadores que cercaban el buque petrolero y lanzaban químicos para apagar el fuego.
El gran brinco
Los periodistas de “la vieja guardia”, desde directores hasta jefes de información, tenían una máxima: el crédito se gana. Con esa frase, no sólo los corresponsales, sino también los reporteros y redactores sabían que debían hacer méritos para que saliera su nombre en las publicaciones, aunque eso fue de manera incipiente en la década de los 50 y con mayor énfasis en los 60, 70 y 80. Había quienes tardaban años en demostrar que se habían ganado la oportunidad.
Antes no se acostumbraba el uso de firmas. El principio básico del periodismo se basaba en dar a conocer la información y no en el autor, por lo que durante décadas sólo se encontraba la leyenda “El Corresponsal” al final de cada nota de EL UNIVERSAL. Son contados los casos donde aparece el crédito.
Los corresponsales no sólo debían lidiar con el anonimato, el envío de información representaba otro periplo. En un principio, ésta sólo llegaba por correo a la redacción cuando no era urgente; de lo contrario, se utilizaban los servicios telegráficos, sistema que para 1917 contaba con 557 oficinas de transmisión en el país.
En esa época, la sección De nuestro territorio ocupaba la página dos y el 1 de octubre de 1916 aparecieron textos de Puebla, Colima y Veracruz, entre otros, fechados el 28 de septiembre, día en que fueron redactados y enviados por correo. Un año después, las páginas del diario reflejaban el esfuerzo por informar desde todos los rincones del país: comenzó a utilizarse el cabezal “noticias por correo y telegráficas únicamente para EL UNIVERSAL, exclusividad en la información que se ha mantenido hasta la fecha.
El teléfono aún no era accesible. En 1917 sólo funcionaba en las ciudades principales y las llamadas de larga distancia eran mínimas. Para 1930, Ericsson, la marca que detentaba la concesión oficial, publicaba que su red de larga distancia abarcaba varios estados: apenas una decena, incluidas las ciudades por donde pasaban líneas en construcción o en proyecto.
Evolución
El uso masivo de la telefonía y red de cableado permitió que —a través de una operadora— se estableciera la comunicación de los corresponsales con el equipo de la redacción, tecnología que usó el diario desde su nacimiento en la Ciudad de México. Durante una década más continuó el mismo ritmo tecnológico para los corresponsales, hasta 1942, cuando EL UNIVERSAL instaló su teletipo, lo que permitió dar celeridad a la transmisión de datos, pues de trataba de un sistema que funcionaba con mensajes mecanografiados y que eran enviados de punto a punto.
Las sábanas de información —papel en el que se plasmaba el texto con puntos— contenían las noticias de quienes se adaptaban a los nuevos tiempos y a las exigencias del El Gran Diario de México. Además de usar el telex, se enviaba material vía paquetería, por autobuses foráneos e incluso por avión, sobre todo para la entrega de fotografías que debían acompañar a las notas, práctica que continuó hasta la década de los 70 e incluso los años 80.
En esta última década llegó la primera computadora a EL UNIVERSAL, la Tandy, que permitía a los corresponsales conectarse al sistema computacional de la redacción vía telefónica; años más tarde surgieron los celulares —que sólo servían para la transmisión de voz— y en los 90, nació internet. Desde entonces la transferencia de información se volvió inmediata.
El sitio eluniversal.com.mx surgió en 2001, aunque en 1994 se inició la publicación electrónica del diario y en 1996 se firmó un convenio con la UNAM para que se difundiera en internet la edición del periódico y así convertirse en un proveedor de noticias para los usuarios de la red.
La generación de información ha evolucionado a tal grado que corresponsales —y periodistas en general— son ahora reporteros multimedia que lo mismo elaboran textos para la versión impresa o digital, como también ser encargan de enviar audios para radio o videos para EL UNIVERSAL TV, sin olvidar la difusión de sus noticias en las redes sociales, donde se crean un prestigio propio a través de la calidad de información que difunden. Y todo con el poder de su smartphone.
Amantes de la información
Durante 10 décadas y a la vanguardia tecnológica, los corresponsales y enviados han difundido los hechos que marcaron la historia del país, como los magnicidios de Álvaro Obregón y Luis Donaldo Colosio. En el primer caso, con el seguimiento de su entierro en Sonora, y en el segundo, con el homicidio del candidato presidencial en Tijuana, Baja California, noticia que incluso permitió a la corresponsal Dora Elena Cortés obtener el Premio Nacional de Periodismo por su cobertura.
También son relevantes las coberturas que hizo EL UNIVERSAL de los hechos previos a la masacre de estudiantes en Tlatelolco, con las protestas y muerte de alumnos en Morelia, en 1966, y Hermosillo, en 1967; o la desaparición de los 43 normalistas en Iguala, Guerrero, en 2014, por citar sólo dos casos de un sinfín de hechos en los que corresponsales se han encargado de dar a conocer todas las versiones: la de los afectados, autoridades y sociedad civil, forjando así a los lectores de todas las plataformas a normar una opinión de lo que ocurre en México día a día.