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Desde los cerros, la vista se impone: árboles de duraznos, aguacates, zarzamoras y manzanas acompañan el recorrido de cultivadores de amapola hacia sus parcelas. Un verde intenso abraza los elotes de la milpa, otro color distinto de los aguacates y duraznos: “Son tonos de verde, pero ninguno deja como la amapola”, dice un cultivador que muestra su terreno fumigado.
Así como acompañan a los campesinos a su destino final, las decenas de árboles también lo hacen en sus ingresos. Del durazno, aguacate, maíz, frijol e incluso mezcal, que es uno de los principales productos de algunos municipios de la Sierra, no se podrían obtener las ganancias que dejan las hasta cuatro cosechas de amapola —de donde se extrae la goma de opio— al año: hasta 850 mil pesos de producto final que llega a los distribuidores en Estados Unidos.
Los costos de producción del aguacate, maíz, frijol, durazno y mezcal —que son los productos más importantes después de la amapola— generan un costo similar al de la flor, donde se invierte cerca de 30% de la ganancia total, pero no hay uno que compita con la goma de opio. En las siembras, los cultivadores se enfrentan con tres enemigos: el mal tiempo, las plagas y el gobierno, cuentan, pero con la amapola suman a uno, el acopiador, quien genera violencia y muerte.
En un recorrido de más de un kilómetro en picada, porque los campesinos siembran en lugares poco transitables para que no los sorprenda los helicópteros del Ejército, van identificando las plagas que afectan a los árboles como a los plantíos. La ardilla, gallina ciega o el isticuil secan las plantas, por lo que cultivadores tienen que emplear plaguicidas, fertilizantes granulados y vitaminas para los árboles que cuestan hasta 600 pesos el litro.
Por el cultivo de una hectárea de maíz un campesino obtiene hasta 35 mil pesos y se da dos veces al año. De frijol, hasta 60 mil pesos y de durazno, por el mismo terreno —que son ejidales y sirven para uso común— hasta un millón de pesos anuales cuando son más de mil árboles en una hectárea; la caja del fruto la venden los sembradores hasta en 200 pesos y en el caso del aguacate a 13 pesos el kilo.
Una hectárea de maíz rinde hasta seis u ocho toneladas del grano. Nadie en la sierra siembra tanto. Ni del frijol ni del aguacate se obtienen ganancias millonarias como ocurre en otros estados, por ejemplo, Michoacán, uno de los productores más importantes.
En la mayoría de los cultivos, de acuerdo con los campesinos, utilizan de 60 a 80 peones sólo para limpiar los terrenos, en tanto que el resto del año se pagan hasta 150 pesos a trabajadores que laboran de ocho de la mañana a cuatro de la tarde.
La amapola se cultiva por temporadas y se recoge cada tres o cuatro meses, de acuerdo con el modo de producción. El kilo de goma de opio puede darle sólo a un campesino hasta 27 mil pesos en buena temporada, y de su producto sale la heroína más pura, China White, con un valor comercial en ciudades como Chicago de hasta 50 dólares (900 pesos) por dosis menores a un gramo.
Los campesinos tienen que lidiar con las plagas y la fluctuación del precio de sus productos y además adivinar si lloverá, porque es un factor determinante al sembrar maíz y frijol.
Aquí en la Sierra de Guerrero, compuesta por 14 municipios de cuatro regiones del estado, desde hace 40 años los campesinos calculan la siembra y se arriesgan a que sus cultivos de amapola les dejen para vivir.
Cultivo a la vanguardia
El presidente del Consejo Regional de la Sierra de Guerrero (Cresig), Rigoberto Acosta, fue secretario de Desarrollo Rural durante la administración del ex gobernador Rogelio Ortega. Su organización tiene más de 20 años de insistir en que el gobierno canalice a las arcas municipales, federales o de la administración guerrerense recursos generados por la amapola.
Entrevistado sobre costos de producción, admite que esta planta, de acuerdo con cálculos propios, es el cultivo de vanguardia. La producción puede implicar, en términos de gasto de peones y trabajo, lo mismo. Puso como ejemplo el mezcal, del cual pueden sacar hasta un millón 200 mil pesos por hectárea en un año y cuyo cultivo es cada ocho años. Sólo puede venderse en miel de agave o las pencas para que deje un poco más, pero aún así es muy disparada la ganancia de la amapola.
“Con menos de una hectárea de tierra, alrededor de un cuarto, un campesino sacará de su cultivo cuatro kilos, a lo mejor sacan cinco. Una hectárea completa puede dar hasta 15 kilos de goma de opio [un kilo de heroína]”.
Según Acosta, “un productor pequeñito que cosecha entre 10 y 15 kilos por hectárea, y vende a 27 mil pesos el kilo, podría sacar hasta 405 mil al año. Nunca siembran la hectárea completa... mucho menos en territorio compacto, como parte de una estrategia para proteger el cultivo, lo que implica un desgaste mayor”.
—¿Pero cuál es la ganancia que dejará a los distribuidores?
—El acopiador le va a dar otro proceso. Son 15 kilos, le tienen que hacer otros cinco cortes más. De ese proceso hacen 75 kilos: el tema es que vale 87 mil dólares [1 millón 566 mil pesos]. Los que distribuyan les van a meter otros cinco cortes y hace 375 kilos, este kilo vale 800 mil pesos en Chicago. Por dosis se pagan hasta 50 dólares y es menor a un gramo”.
Según datos de su asociación, la primera causa de muerte por drogas a nivel mundial es el consumo de heroína. Ante ello, es necesario que organizaciones como la Mundial de la Salud y Naciones Unidas financien investigaciones que ayuden a salir del atraso a productores y les permitan quitar el estigma si estos estudios comprueban que es viable la regulación de la siembra de la amapola con fines médicos, dice.
Ambos organismos reportan sólo 10% de la producción total de la amapola para adicciones y el otro para medicamentos,
Arturo López Torres, comisario de Filo de Caballos, municipio de Leonardo Bravo, asegura que en ocho pueblos de la sierra decidieron organizarse para que de la venta de la goma, se destine un porcentaje para realizar obras en sus pueblos.
Llevan un año con ese sistema. Los cultivadores ni ellos tienen relación con los acopiadores, afirma, y así se evitan conflictos.
En la cocina donde concluye el recorrido de más de dos kilómetros entre milpas que son afectadas por el químico al secar la planta de raíz, habitantes muestran el producto final de la goma de opio; lo consiguieron para dar la muestra, dicen. Es la China White, “lo más puro de la heroína”, explica un señor que observa el granulado en una bolsa de plástico.