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Valentina Rosendo Cantú se siente orgullosa de ser quien es: una mujer indígena de la etnia Me’phaa que puso en evidencia al Estado mexicano.
Su ejemplo, dice, ha servido de inspiración a las mujeres más marginadas del país.
Vale, de 30 años de edad, exalta el significado de su nombre: valerosa.
Cuando tenía 17 años y no hablaba español, soldados adscritos al 41 batallón de infantería, instalados en su comunidad de Caxitepec ubicada en Acatepec, región de la Montaña, la atacaron sexualmente frente a su hija Yeni, de tres meses.
Han pasado 13 años de aquel 16 de febrero. Las huellas de ese episodio, que considera horrible, prevalecerán toda su vida, pero su lucha ha valido la pena. Su hija, flor de calabaza en su idioma, la ha acompañado en el camino sinuoso en busca de justicia.
Valentina no quiere un caso más como el suyo. Se transformó para las mujeres, por su hija. No quiere una historia más como la de ella.
Vía telefónica, desde algún punto de Guerrero, se escucha la voz dulce de la mujer rellenita de ojos negros y mirada fija. Los rastros del me’phaa salen a flote en su español.
De la niña violentada sin razón —porque ella considera que lo era cuando fue humillada por dos soldados que siguen libres—, ya no queda más, y no porque haya perdido la ternura, sino por todo lo que ha aprendido. Se siente empoderada y capaz de servir de inspiración a las mujeres.
Junto a su amiga Inés Fernández Ortega, quien también fue violada en 2002, han incursionado en varios ámbitos.
Vale apoyó la Iniciativa de Mujeres Nobel para exigir a las autoridades parar la sistemática violación sexual contra mujeres y las violaciones de género en situaciones de conflicto, y lucha junto a las mujeres de San Salvador Atenco, víctimas de su misma circunstancia.
Un largo camino. Con el apoyo de organizaciones como el Centro de Derechos Humanos de la Montaña, Tlachinollan, Vale logró llegar hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y a través de la sentencia del organismo internacional, lograr disculpas públicas por parte del Estado, que en diciembre de 2011, durante el gobierno de Felipe Calderón, aceptó que sus soldados la mancillaron.
No se han cubierto los 16 puntos de reparación del daño de la sentencia, pero ahora todos le creen. Su caso es de esperanza para las mujeres en busca de justicia.
Poner una denuncia no es fácil, pero como mujeres, opina, “valemos mucho y no merecemos malos tratos”.
Valentina aún recuerda aquella mañana fría del 15 de diciembre de hace cinco años, cuando el enviado de Felipe Calderón, Alejandro Poiré, secretario de Gobernación, le dijo en una sala blanca del museo de Memoria y Tolerancia en la Ciudad de México:
“Señora Valentina, a usted, a su hija, les extiendo la más sincera de las disculpas por los hechos ocurridos hace casi una década. (…) El Estado mexicano reconoce su responsabilidad. Deseamos que para usted, para la pequeña Yeni, para todos sus familiares, este acto se traduzca en una mínima restitución de justicia que contribuya a la reconstrucción de su vida”.
Pero esas palabras hay que seguirlas empujando y para eso se siente segura.
Durante la entrevista telefónica, porque ahora prefiere no salir a menudo frente a una cámara, les dice a las mujeres que “hay que romper las cadenas de la injusticia”.
Vale cuenta que para ella ser mujer ha significado muchas cosas: “En mi persona necesita estar bien conmigo misma, tener el derecho de ser ciudadana, necesita tener servicios médicos, una vida digna, una atención agradable”.
—¿Te ha causado problemas tu condición de mujer?
Sí. En primer lugar porque no entendía bien el español y nos complica. Nos pone trabas el gobierno de seguir, de tener un acceso a la justicia.
—Pero has puesto en jaque al Estado mexicano. ¿Qué le podrías decir a las mujeres que están en circunstancia de desigualdad como la que tú tuviste?
Falla mucho, todavía no hay justicia completa como tal. Dice el gobierno que ya pone todo en orden la situación, ya pone una psicóloga, una traductora cuando ocurren casos como el mío, pero todavía hay mucha dificultad, una traba.
—Has pasado tiempos difíciles, ¿cómo me podrías definir estos años que han pasado por tu vida?
Han pasado de muchas cosas. En primer lugar tuvimos dificultad, tuvimos miedo, amenazas, en todo el territorio en el camino el mismo gobierno puso. En ese tiempo Inés (Fernández) y yo nunca nos detuvimos hasta encontrar la verdad y hasta hoy en día soy otra persona, soy una mujer independiente, que sigue luchando con una esperanza, con una luz en el camino de que todo puede cambiar.
—¿Cómo te sientes?, ¿qué ha cambiado en Valentina desde 2002?
Valentina es una mujer empoderada, una mujer segura de sí misma y hasta ahorita he reconstruido mi vida, tengo una nueva familia, tengo dos hijas, tengo un marido que sí me sabe valorar, no como aquel que cuando empezó el problema se fue.
—¿Qué significa la vida?
La vida es muy bonita, pero también hay que trabajar, hay que seguir presionando al gobierno para que haga las cosas bien. El día 8 de marzo es muy importante para gente que ha vivido situaciones como la mía. Para gente que está en su puesto hay que empujar a cambiar, hay que empujar a tener una vida digna a la mujer, hay que saber respetar, pero eso necesita trabajar desde el gobierno.
Vale dice a las mujeres en su situación que “no hay que desesperarse. No hay que tener vergüenza, hoy pasan y ahorita que estamos hablando pasa que muchas mujeres sufren. Pero hay esperanza”.