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El boricua Daniel Santos grabó su música en todos los países que visitó. Tuvo variadas facetas en su vida: bohemio, patriota y mujeriego.
En la de bohemio, se recuerda Virgen de medianoche. Desde la óptica patriótica, Despedida, interpretada poco antes de entrar al Ejército de los Estados Unidos, es de las más conocidas. Y entre las románticas está Linda, de “don Pedro Flores”, como llamaba el artista a su descubridor, pues fue él quien le dio la oportunidad de demostrar sus dotes. Hoy recordamos parte de su vida, en el centenario del nacimiento del ‘Jefe’. Con ustedes, Daniel Santos.
Cuando la vida de los cantantes se parecía a las letras de sus canciones
Amanece por primera vez para Daniel Santos el 6 de febrero de 1916, en el barrio Tras Talleres, en Santurce, San Juan (Puerto Rico).
Betancourt es su apellido materno. Sus padres, Rosendo Santos, carpintero, y María Betancourt, costurera, lo registran el 16 de junio de 1916 como Daniel Doroteo Santos Betancourt.
Canciones grabadas por Santos son incontables. Se calcula que unas 2.500. Para los coleccionistas, El preso, escrita en prisión y, Borracho no vale, de corte satírico, están entre las favoritas.
Durante su adolescencia, tuvo un amor llamado Agustinita; ella tenía 13 años y él, 12. En su brazo derecho se tatuó un corazón y una cinta con las palabras ‘love y Anguie’, en honor de ese amor.
En su familia fue el único hijo varón. Sus tres hermanas son Sara, Rosalilia y Lucy. Dos aún viven.
Fue lustrabotas y vendedor de hielo y carbón durante su niñez en EU. Al convertirse en cantante, los sectores más populares fueron sus fieles seguidores.
Gracias a su interpretación de Amor perdido en un cabaret de Manhattan, en 1939, el famoso compositor Pedro Flores lo invitó a hacer parte del Cuarteto Flores.
Hoy no hay lugar en Colombia donde no se haya escuchado alguna vez la canción Despedida, una de las grandes interpretaciones que hizo Santos en 1941.
Integró el Ejército de los Estados Unidos como soldado entre 1942 y 1946, durante la Segunda Guerra Mundial. Su canción Despedida se la dedicó a los soldados del batallón Colombia, que hizo presencia en Corea.
Justo en el año 1956, volvió a la cárcel en Guayaquil (Ecuador). Se negó a cantar en un bar y esto desató una batalla campal en el lugar. Estando preso, compuso Cataplúm pa’ dentro, Anacobero y Cautiverio.
Ken Fraley, trompetista, estuvo junto a Santos en el aniversario 65 de La Matancera. Patricia fue un bolero-tango escrito por Daniel con base en un caso real. Narra la historia de una mujer golpeada por su marido, que se rebela y lo mata. El presidente cubano Carlos Prío Socarrás indultó a la mujer.
Linda fue un tema de Pedro Flores. “La letra nace de un amor imposible que tuvo don Pedro en una tarde de domingo de 1929, en un parque de la capital de República Dominicana”, recordó en varias entrevistas Daniel Santos.
Muchas mujeres pasaron por su vida, pero Luz Dary Pedredín, de 13 años, fue su amor en Cali. La convirtió en su esposa y tuvieron dos hijos: Danilú y Daniel Albizú.
No solo fue conocido como el Anacobero (diablillo) apodo que le puso el locutor Luis Villarder, quien lo presentaba diciendo: ‘Con ustedes: Daniel Santos y el tema Anacobero’. Un día se equivocó y dijo: “Con ustedes el Anacobero, Daniel Santos”. Y así se quedó para toda la vida.
Otro apelativo que lo distinguió fue El Jefe, durante sus visitas a Colombia. Barranquilla y el sector de Guayaquil, un barrio céntrico de Medellín, se disputan la autoría de haberlo apodado así.
Participó en la cinta El ángel caído, en la que cantó El tíbiri tábara, junto a la artista argentina Rosita Quintana, en 1949. Por entonces ya pertenecía a la Sonora Matancera, con la cual interpretó cerca de 70 canciones, entre guarachas y boleros.
Quizá uno de sus grandes logros musicales fue la interpretación de El indio y la revolución, que se lo dedicó a su gran amigo y compadre, el general Ómar Torrijos, presidente de Panamá. Torrijos le puso a disposición la banda militar 11 de octubre para tocarlo y grabarlo.
Recopilaciones sobre su vida se han hecho muchas y han quedado plasmadas en libros, discos, obras de teatro y películas sin estrenar. Entre los escritos se destacan: La importancia de llamarse Daniel Santos, de Luis Rafael Sánchez; Confesiones de Daniel Santos a Héctor Mujica, y la biografía Vengo a decirle adiós a los muchachos, de Josean Ramos.
Sus grandes amigos en Colombia fueron el cubano Orlando Contreras y el tumaqueño Tito Cortés. Con este y el acompañamiento de la Sonora del Caribe, grabó en mano a mano Los triunfadores. El diablo, de Rafael Hernández, identificaba a Santos, pero en aquel disco la interpretó Cortés.
Transmite como locutor durante varios años en Cuba el programa: El show de Daniel y Mirta Silva en radio Progreso. Un L. P. de 1949 titulado con ese nombre quedó de esa etapa.
Uno de los mayores fanáticos de la música de Daniel Santos es el caleño Carlos Molina, quien tiene tres bustos del artista en su casa, en el barrio Obrero. Dos de ellos lo muestran en su juventud y uno ya adulto. Las paredes de su vivienda están decoradas con fotos de Santos.
Visita Colombia por primera vez el 31 de mayo de 1953. La primera ciudad es Barranquilla, sigue Santa Marta, Cartagena, Medellín, Cali y termina su gira en Bogotá.
Waldorf Astoria fue el hotel donde cantó con la orquesta de Xavier Cugat. Años después grabó un homenaje al nobel Gabriel García Márquez y lo tituló: Homenaje del Jefe a Gabo. En la carátula aparecen, el escritor y el cantante.
Xiomara Alfaro, la cantante cubana, fue su gran amiga. Después del Cuarteto Flores y la Sonora Matancera con quién más se acopló fue con la Sonora Boricua que el mismo Daniel Santos la fundó, en Puerto Rico en 1949.
Ya en los años finales de su vida vivió en una finca en Ocala (Florida, EE. UU.). Según lo comentó en una entrevista, se dedicaba a criar animales, pero no para comérselos, sino por el solo placer de cuidarlos, tal como lo hizo al final de su vida el cantante y compositor cubano Benny Moré.
Zumban aún sus canciones casi 23 años después de su muerte, ocurrida el 27 de noviembre de 1992. Sus restos yacen en el cementerio del Viejo San Juan, junto a la tumba de Pedro Flores y Yayo ‘el Indio’. Andy Montañez interpretó en el entierro la pieza más famosa y la que no podía faltar: Despedida.