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janet.merida@eluniversal.com.mx
Si hubiera podido, seguramente habría llegado a caballo y con sombrero a su homenaje en el Centro Cultural Roberto Cantoral este jueves, a donde acudieron cientos de seguidores para ofrecerle un último adiós al cantante de Juliantla.
Y es que aunque su voz se apagó el lunes por la noche, tras una larga pero incansable lucha contra el cáncer, el público se encargó de revivirla en cada una de las canciones que entonaron desde las largas filas para entrar a verlo, a agradecerle por las tardes, noches o carreteras en las que su música, letra y voz hizo los momentos más afortunados o más llevaderos.
El féretro del artista arribó a la Sociedad de Autores y Compositores de México (SACM), en Coyoacán minutos después de las 11:00 horas, custodiado por motocicletas. Julián y Juan Marco Figueroa, hijo y hermano de Joan, fueron los encargados de cargar el ataúd hasta el interior del recinto.
Para entonces, una larga fila de seguidores esperaba ya poder entrar sosteniendo fotografías, flores y cartulinas con frases de cariño al artista, algunos entonando alegremente “Tatuajes” y “Sembrador de amor”. Otros más, no podían ocultar el llanto de ver partir a su ídolo.
El homenaje comenzó cerca del medio día con palabras de Armando Manzanero, presidente de la Sociedad y quien en su corazón lleva muy marcado el recuerdo de cuando hace mucho tiempo Joan llegó a ese mismo lugar y le dijo: “¡Ya no sé cómo decirte, si te digo Manzanero o te digo primo!”, desde ahí que lo viera como parte de su familia.
“Dejó un acervo maravilloso, van a irse los tiempos, van a irse los soles, se van a secar los mares y siempre va a existir una canción de Joan Sebastian”, comentó de pie junto al ataúd.
También cedió la palabra a Roberto Cantoral Zucci, quien dijo, conocía a fondo el significado de un artista como Joan y lo que representa “para el gremio de los compositores, para sus familiares,para sus deudos, para la economía de un país y para dios”. Éste, se dijo orgulloso de haber tenido una gran amistad con él.
“Tuve la suerte de ser amigo personal del señor Joan Sebastian, es una gran pena para todos nosotros su pérdida, yo creo que lo que hizo el maestro es insuperable, lo único que le puedo decir a todo el pueblo mexicano es que se quedarán tatuados por toda la obra”, expresó.
Tras un fuerte aplauso, los asistentes corearon “¡Se ve, se siente, Joan está presente!” Y fue en ese momento cuando José Manuel Figueroa subió al escenario de la sala para dedicar unas palabras. Antes de hablar, guardó un largo silencio.
“Hoy, entre que suspiro y respiro se me vienen los recuerdos de mi padre, las palabras de amor, los consejos, y también los regaños la verdad, lo tengo que confesar, entre ellos de los regaños más importantes que me llegó a dar mi padre, fue el de que tengo que unificarme más con mis hermanos compositores, eso quiere decir que no me van a sacar de aquí, prepárense”.
Agradeció a la Sociedad de Compositores por el apoyo y cariño a su papá y agregó: “Habrá recintos más grandes, más antiguos, más viejos, más reconocidos pero creo que el reconocimiento más grande está en las calles de México”.
Ayer fue la última vez que José Manuel pisó la sala con su padre luego de que hace un mes recibiera en su nombre la presea “Gran Maestro”.
“También aquí en este escenario me tocó pasar la llamada en la que él saludaba y daba el agradecimiento por teléfono. Tras bambalinas me dijo mi padre 'habla mijo, ‘di lo que sientas’ y en este momento quiero decir, te amo papá, y gracias por todo y gracias por tantas cosas que nos dejaste, te amo”.
Una guardia compuesta por José Manuel, Julián, Federico, Roberto, Juan Marcos y Armando Manzanero se colocó junto al ataúd recibiendo nuevamente fuertes aplausos.
“Recuérdame bonito y por favor no llores, amor, te lo repito, por favor no llores, porque me voy, me voy, me voy”, cantó la gente con tono inevitable de tristeza. Hoy, Joan llegará a Juliantla, su pueblo en la montaña que de luz de sol se baña cada amanecer.