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erika.monroy@eluniversal.com.mx
Malala Yousafzai pelea con sus hermanos, juega, sale con sus amigos y va a la escuela. Esa es una parte de ella.
Porque cuando tiene que dar alguna entrevista o ir a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), lejos de sentir nervios, sabe que es su momento.
“Es algo que me tomo muy en serio. Cuando estoy ahí, pienso: este es el momento, el momento en que le estás hablando al mundo y lo haces por millones de familias, de niños”, dice.
La joven pakistaní de 18 años es conocida como una defensora de la educación para las niñas y niños.
En 2014 ganó el premio Nobel de la Paz, tiene una fundación y hace trabajo social.
Todo eso lo logró luego de que un grupo radical de talibanes le disparó mientras iba a bordo de un automóvil escolar. Fue el 9 de octubre de 2012, mientras iba de regreso a casa y fue herida junto con otras dos estudiantes.
El ataque fue debido a que ella había emprendido una campaña, a través de textos en Internet, en favor de que las niñas pudieran ir a la escuela.
Las balas le dañaron la cabeza y el cuello. Recibió atención en el Reino Unido y ahora tiene una placa de titanio y un aparato auditivo.
“Para algunas personas es la historia de una niña que fue herida por luchar para que los niños tengan acceso a la educación, pero no es solamente mi historia, es la de muchos otros niños, no sólo es mi familia, son muchas más”, agrega.
Para la historia. Este domingo se estrena el documental Él me nombró Malala, a través de NatGeo, en donde se presenta a la niña y joven que se ha hecho escuchar por el mundo.
Malala y su padre se convirtieron en los defensores globales de millones de niñas a las que se les niega la educación formal por factores sociales, económicos, legales y políticos.
Fue filmado durante 18 meses intensos en los que David Guggenheim, director ganador del Oscar por La verdad incómoda, compartió con la familia Yousafzai en Gran Bretaña, además de hacer viajes por Nigeria, Kenia, Abu Dabi y Jordania.
Este documental, dice Guggenheim, es una oportunidad única para conocer a Malala; su padre, Ziauddin; su madre, Toor Pekai; y sus hermanos, Khusal y Atal, quienes ayudaron a forjar la joven en la que se está convirtiendo.
Malala dice que es una estudiante común cuya prioridad es la escuela, quiere estudiar en Oxford y espera que sus actividades como activista le den la oportunidad de seguir haciendo la diferencia para miles de niños que hasta ahora no han tenido la oportunidad de acceder a la educación.
La joven asegura que luchó para que el ataque que recibió no la definiera simplemente como una víctima.
Reconoce, sí, que el miedo es algo inherente a la naturaleza humana, pero aún tiene el sueño de regresar a Pakistán para ayudar a las personas que se lo pidan.
“Yo tenía miedo de ir a la escuela y que alguien me lanzará ácido en el rostro. Porque obviamente yo estaba haciendo algo en contra de ellos, pero sé que sobreviví por una razón: para ayudar a las personas”, expresa.
El documental, que se podrá ver este 6 de marzo a las 22:00 horas por NatGeo, contará desde el momento en el que el activista y educador pakistaní Ziauddin Yousafzai llamó Malala a su hija (en homenaje a Malala de Maiwand, la legendaria heroína de origen pastún) hasta la audaz decisión de Malala, a los 11 años de edad, de escribir un blog bajo un pseudónimo en el que escribió sobre cómo era la vida de una niña en una ciudad gobernada por el Talibán. Finalmente, el documental se centra en el intento de asesinato a esta niña y la subsiguiente batalla de Malala por sobrevivir.
“No sabíamos qué era lo que David quería hacer, si usarían actores para representarnos o si seríamos nosotros mismos, pero creo que él le dio el trato justo a nuestra familia, a nuestra historia”, agregó Malala.